Fundado en 1910

Carmen de San Agustín

Así es el palacete de Granada que compró el emir de Qatar frente a La Alhambra en 2019

Pertenece a un selecto grupo de viviendas catalogadas en el Albaicín, un barrio con gran valor histórico y cultural

El jeque Tamim Bin Hamad Al Thani, emir de Qatar, sigue dando de qué hablar en Granada debido a sus ambiciosos proyectos de remodelación del Carmen de San Agustín, una propiedad que adquirió en 2019 por 16 millones de euros. El palacete, con casi 6.000 metros cuadrados y unas vistas excepcionales a la Alhambra y Sierra Nevada, pertenece a un selecto grupo de viviendas catalogadas en el Albaicín, un barrio con gran valor histórico y cultural. Sin embargo, la modernización que el jeque planeaba para la villa se ha visto frenada por diversas dificultades legales y patrimoniales, lo que ha desatado un conflicto con las autoridades locales y autonómicas.

La casa, anteriormente propiedad del empresario Rafael Pérez-Pire, fundador de Puleva que la compró en 1943, está protegida bajo un nivel 3 de catalogación patrimonial. El jeque, quien adquirió la propiedad tras enamorarse de Granada en un viaje privado, presentó un proyecto que incluía la demolición del edificio original para dar paso a una nueva construcción de forma cúbica, con un jardín de palmeras y sótanos para albergar los servicios de la casa. Pero, la propuesta fue rechazada debido a la necesidad de proteger los restos del antiguo convento de San Agustín que yacen bajo la propiedad, un hallazgo que complica aún más la situación. Las autoridades de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Granada mantienen firme su postura en defensa del patrimonio local, y aunque el jeque aún no ha presentado un nuevo proyecto, las negociaciones continúan.

Carmen de San Agustín

Una joya histórica

El Carmen de San Agustín es tan especial que no nos extraña en absoluto que haya cautivado a una figura tan relevante como el jeque Tamim Bin Hamad Al Thani. Como mencionábamos, se encuentra en el Albaicín, un barrio histórico de Granada que destaca por sus estrechas calles laberínticas, sus plazas escondidas y su arquitectura tradicional, caracterizada por casas con jardines y patios. Este encantador barrio es conocido por su impresionante patrimonio, que conserva vestigios de la época musulmana, como los baños árabes.

El emir de Qatar Sheikh Tamim bin Hamad Al ThaniGTRES

En cuanto a la casa, su magnitud no deja de impresionar. Con más de 5.900 metros cuadrados, se convierte en una de las propiedades más imponentes de la ciudad. Su terreno también tiene una historia fascinante. Originalmente perteneció a las monjas de un convento, posiblemente el de Santa Isabel La Real, aunque este dato aún no ha sido confirmado. Tras la Guerra Civil, las monjas se vieron obligadas a desprenderse de parte de su terreno debido a los daños sufridos durante el conflicto. En un acuerdo con un constructor local, cedieron una porción de su huerto a cambio de reparaciones en la propiedad, lo que dio lugar a la construcción del Carmen tal como lo conocemos hoy. Un detalle interesante es que incluso la escalera principal de la casa fue construida con maderas recuperadas de los artesonados derruidos del convento, un testimonio palpable de la historia que perdura en su estructura.

La finca alberga una vivienda de varias plantas, con 650 metros cuadrados dedicados a la casa principal, y cuenta con dos hermosos jardines, uno delantero y otro trasero, rodeados de una vegetación exuberante. Desde el jardín trasero, se puede observar el minarete de la Mezquita de Granada, desde donde el imán realiza la llamada al rezo. Además, dispone de una pista de tenis, un detalle que seguramente atrajo al jeque, conocido por su afición a los deportes, y que se suma a su extensa colección de adquisiciones fuera de su emirato, como el club de fútbol Paris Saint-Germain (PSG). Sin embargo, la verdadera joya de esta propiedad es su piscina con vistas a la Alhambra. Por último, hay un detalle que hace aún más especial al Carmen es su orientación hacia la Meca, un aspecto que, sin duda, no pasó desapercibido para el jeque, otorgándole una conexión simbólica y espiritual con su fe.