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Doña Manolita

Una imagen de archivo de Doña Manolita

Quién es la duquesa lotera detrás de Doña Manolita

María Dolores Bermúdez de Castro, duquesa de Montealegre, compró en los años 60 la administración de lotería más famosa de España

Doña Manolita fue la sombrerera de la reina y también una noble dama. María Dolores Bermúdez de Castro, duquesa de Montealegre, compró en los años 60 la administración de lotería más famosa de España. Actualmente la lleva su hijo Curro, conde de Cabrillas.

Doña Manolita lleva ciento veinte años cerrando el año haciendo nuevos millonarios. Sus largas colas de clientes son noticia todos los años en todos los informativos. Posiblemente sea la administración que, desde 1904 que abrió sus puertas en Madrid, más dinero ha repartido en la historia de la lotería de Navidad.

En 1951 moría sin hijos, a los 72 años, Manuela de Pablo, doña Manolita. Su hermana Carmen la hereda pero, dado que la Ley de Administraciones de Lotería de la época se regía por una ley discriminatoria para los hombres, los despachos solo podían ser para madres e hijas y, si no las hubiera, a los hijos, pero éstos no podían pasarla. Al morir Carmen sin descendencia femenina, pasa a su hijo y éste pone a la venta la administración número 67, más conocida como la de doña Manolita. El negocio lotero de la que fue sombrerera de la reina es comprado por la duquesa de Montealegre, María Dolores Bermúdez de Castro, que se convierte en la duquesa lotera durante cuarenta años.

De su primer matrimonio con Juan Bautista Castillejo, María Dolores tuvo tres hijos: Inmaculada, «Mara», condesa de Villamena. Isidro, duque de Montealegre y, Juan Luis, «Curro», conde de Cabrillas. María Dolores ha llegado casi a los 100 años (los cumplirá el próximo febrero) con una energía que la lleva a seguir haciendo planes sin reparar en el calendario. «Voy con bastón porque tengo mal equilibrio y hace unos años tuve un accidente de coche, si hubiera conducido yo, no nos habría pasado nada». Genio y figura.

María Dolores

María Dolores Bermúdez de Castro

¿Sigue conduciendo?

–No, porque con 98 años no quisieron renovarme el carné. Ahora tengo una persona que me lleva, pero yo he conducido hasta que me han dejado porque lo hacía muy bien. Nunca he tenido un accidente, la única vez iba de pasajera, si hubiera conducido yo, no nos habríamos accidentado.

En febrero cumple 100 años.

–Sí, y estoy muy bien, no tengo enfermedades y me encuentro muy bien. Tengo mal equilibrio y por eso suelo ir con bastón, pero no paro. Ahora me estoy arreglando para celebrar el cumpleaños de un nieto y de mi nuera, que es muy curioso, porque son madre e hijo y han nacido el mismo día. Y me voy a merendar con ellos. También tengo un bisnieto pequeñito, Pepe, con el que estoy mucho tiempo.

¿Por qué hereda doña Manolita su hijo pequeño?

–Porque trabajaba conmigo desde el primer momento. Yo ya estaba muy cansada, llevaba muchos años y al casarme de nuevo tuve que cedérselo porque mi marido pasaba mucho tiempo en Estados Unidos. En realidad doña Manolita es de los tres hermanos, aunque el que tiene la responsabilidad es Juan Luis, nosotros le llamamos Curro.

Mi hijo tiene que estar presente físicamente todos los días en la administración y le ayuda mi sobrino Bosco, hijo de mi hijo Isidro. Curro tiene una hija, que tiene dos carreras, pero no se ocupa de la lotería.

Son la administración de lotería de Madrid que más premios reparte.

–Sí, posiblemente seamos la que más vende de España, y por eso tenemos más de treinta empleados, entre vigilantes de seguridad y empleados porque se abre muy temprano y se cierra muy tarde y hay que hacer dos turnos.

Además, nosotros lo hacemos todo, los decimos de navidad nos lo mandan en junio y nosotros le estampamos por detrás nuestro nombre.

¿Quién era doña Manolita?

–Doña Manolita era una sombrerera de la reina y como tenía cierta influencia, consiguió varias administraciones de loterías. Una para ella, otra para su hermana Carmen y otra para su marido, un picador de toros de Las Ventas que se apellidaba Monerris. Doña Manolita supo llevar muy bien su lotería, que era conocida por su nombre. La de su marido, del que luego se separó, se llamaba El Gato Negro y también tenía mucho éxito. Sin embargo, su hermana Carmen no supo llevar bien la suya y desapareció, pero Carmen tuvo un hijo, que es el que hereda la administración de su tía doña Manolita.

–¿Por qué una marquesa se hace lotera?

–La compré porque la vendían, creo que fue en 1958 o en los 60. Me enteré que el sobrino de doña Manolita, ella no había tenido hijos, la vendía. Le puso un precio y se lo pagué. No diré cuánto, pero sí que fue mucho lo que pedía. Si hubiera sido una normalita me habría costado menos pero igual no me habría interesado. Doña Manolita era cara pero también tenía mucho negocio, daba muchos premios. La llevé yo, sin mi marido, la lotería fue un negocio mío.

–¿Por qué el familiar de doña Manolita no siguió?

El sobrino era funcionario y no podía llevar la lotería por incompatibilidad. No tuvo más remedio que venderla. Yo se la compré al sobrino con mi propio dinero y la puse a mi nombre.

–La compró y cambió el emplazamiento.

–Cuando la compré estábamos en la Gran Vía, pero el dueño, que creo que era mexicano, quería hacer un hotel y nos tuvimos que ir a donde estamos ahora, a la calle del Carmen.

Que yo creo que donde está es un buen sitio, mejor que la Gran Vía porque tiene muchas callecitas para que la gente pueda repartirse en las colas.

–¿Fue durante 40 años la duquesa lotera?

Yo y tantas otras mujeres, unas con título y otras sin él. Muchas veces me han confundido y me han llamado doña Manolita, sí, si me pasaba. Pero ya no me queda ninguna amiga lotera de mi edad.

–¿Por qué la compró?

–La compré porque me pareció muy buen negocio y la llevé muchísimos años, pero en esa época numerosas señoras tenían loterías, era algo normal y especialmente se las daban a viudas. Unas veces estaba detrás del mostrador pero generalmente estaba abajo con las cuentas, dando los premios y encargándome más de la gestión. Para despachar los décimos tenía gente y todavía hay una mujer, Marisol, que empezó conmigo de muy joven y ha seguido con mi hijo Curro.

–¿Y quién es ahora doña Manolita?

–Mi hijo, pequeño, Juan Luis, al que llamamos Curro. Se la dejé a él, cuando me casé con mi segundo marido y la lleva muy bien. Vende mucho. Coincidió que me case con un hombre que viajaba muchísimo y que también ya estaba un poco cansada, llevaba cuarenta años sin descanso. Como las leyes en España son así, al casarme perdí el título de duquesa de Montealegre, que ahora lleva, Isidro, mi segundo hijo, y dejé la lotería porque mi marido era un señor con un patrimonio que nos obligaba a viajar y a vivir en el extranjero, así que se la cedí a Curro que conocía bien el negocio porque él ya llevaba años trabajando conmigo.

–Tanto doña Manolita, como usted hicieron un buen negocio.

–Sí y por eso se lo cedí al hijo que trabajaba conmigo. Mi marido tenía muchas cosas en Estados Unidos y como lotera no podía salir de España sin permiso, ahora tampoco puedes ausentarte más de dos meses y había cosas que no podía hacer, como ir a un casino. Date cuenta que manejaba dinero del Estado. Un lotero tiene una comisión sobre lo que se vende, yo manejaba mucho dinero y a quien le tenía que rendir cuentas era al Estado. Mi desplazamientos eran complicados.

Largas colas a las puertas de la administración de lotería de Doña Manolita este jueves en Madrid, en la víspera de celebración del Sorteo de "El Niño"

Largas colas a las puertas de la administración de lotería de Doña ManolitaEFE

–Es la administración que tiene más éxito. ¿Por qué?

–Porque damos muchos premios. Lógicamente, cuanto más vendes más premios das. La primera doña Manolita también los daba y tenía su fama. Hubo una época en la que pagábamos nosotros directamente los premios, era tal la cantidad de dinero que repartía que tenía un despacho en el banco. Por la mañana tenía mi despacho en el banco para pagar los premios gordos y por las tardes, los pequeños los pagaba en la administración de lotería.

–¿Alguna vez le tocó el gordo?

–El premio gordo nunca me ha tocado, premios pequeños y algún reintegro, sí. Yo espero que este año me toque por fin. Debo de llevar como cuatro números distintos, pero sólo dos o tres decimos de cada uno, nunca compro más de tres.

¿Le pedían enchufe?

Han sido muchos años en la lotería y algunas personas venían a pedirme influencia para que les tocara, como si yo pudiera hacer algo. Ahora muchas amigas me piden décimos para no hacer tanta cola en la calle y yo se los compro y se los traigo a casa para evitarse la cola.

–¿Le gusta jugar?

–Sí, pero a las cartas. Me gusta mi partida de gin rummy, que se me da muy bien. Sigo haciendo mi partida de cartas cuatro días a la semana, lo mismo en La Granja, donde tengo una casa, como en mi piso de Madrid. Nos reunimos cuatro amigas y jugamos la partida.

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