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Mujeres del PSOE homenajean a Clara Campoamor.

90 años del sufragio femenino

Cuando el PSOE no apoyaba a Clara Campoamor

La vida de la abogada, escritora y política fue una sucesión de conquistas y traiciones de sus colegas

Un conmovido PSOE recita a los cuatro vientos (incluso se hace fotos junto a su busto en Malasaña) el nombre y la figura de Clara Campoamor. La misma mujer a la que el mismo PSOE despreciaba fue la que consiguió que se aprobara el sufragio femenino del que, junto a ella, se felicitan. Antes la despreciaban y ahora la celebran.

El PSOE de Indalecio Prieto votó en contra del voto de las mujeres. Dicha votación salió a favor con 161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones. La derecha dio el voto positivo, también buena parte de los socialistas. Se opusieron los radicales republicanos (el propio partido de Campoamor), Azaña y el PSOE de Prieto.

El PSOE, sí. Repitámoslo para creerlo. Hoy una conmovida Lorena Morales, portavoz de la Mujer por el PSOE en la Asamblea de Madrid, le da las gracias a Campoamor por no rendirse. Hace noventa años, Margarita Nelken, diputada del PSOE, decía: «Poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario».

La vida de Clara Campoamor fue una sucesión de conquistas y traiciones. Nacida el 12 de febrero de 1888 tuvo que ponerse a trabajar muy joven debido a la muerte de su padre. Fue costurera, dependiente y funcionaria de Telégrafos. A los treinta completó el bachillerato y estudió Derecho. Después de Victoria Kent, miembro del Partido Radical Republicano (que votó en contra del sufragio femenino), fue la segunda mujer en ingresar en el Colegio de Abogados y, como abogada pionera, hasta llegó a defender a la actriz Josefina Blanco de un marido granuja llamado Ramón María del Valle-Inclán.

Lo consiguió todo y la traicionaron todos (y todas). Azaña dijo que lo del voto de las mujeres era una «tontería». El día que Campoamor ganó para las mujeres el sufragio, Indalecio Prieto, del PSOE (para que no se nos olvide), se marchó enfurecido del Congreso gritando que aquello era «una puñalada trapera a la República».

Campoamor saltó a la política en el partido radical de Alejandro Lerroux, que la traicionó. Victoria Kent, de clase alta como Nelken, al contrario que Campoamor, compartía el temor de Roberto Novoa, de la Federación Republicana Gallega, quien consideraba que las mujeres estaban «prisioneras de sus emociones y poco capacitadas para la reflexión, por lo que dejarlas votar implicaría la instauración en España de un nuevo matriarcado a las órdenes de la Iglesia Católica».

Según Kent, las mujeres «carecían de fervor democrático y republicano». Dos meses después de la votación, la izquierda intentó echar abajo el resultado. Aprovechó que los partidos de derechas habían abandonado la Cámara, para presentar una enmienda que lo aplazara. Campoamor intervino y la enmienda fue rechazada con 131 votos en contra y 127 a favor.

Apartada de la política

La represión de la revolución asturiana la apartó del partido de Lerroux, al que se había afiliado para tratar de romper la hegemonía liberal-conservadora en el poder que no le permitía cumplir sus objetivos sufragistas. Pidió entrar en la Izquierda Republicana de sus amigos masones Azaña y Casares Quiroga, que la rechazaron. La muy republicana Clara Campoamor afirmó que el alzamiento del 18 de julio, una «reacción de supervivencia», lo había provocado una revolución izquierdista.

Casi al mismo tiempo unos falangistas quisieron lanzarla por la borda en su huida de España tras el alejamiento de la política.

Acusó a los violadores de la Constitución por haber destituido ilegalmente al presidente Alcalá-Zamora: «Hicieron desaparecer las últimas huellas de respeto y consideración que la opinión pública había mantenido hacia la ley y las instituciones republicanas»; y señaló a Azaña como responsable, además de a Indalecio Prieto, «secreto instigador de toda aquella maniobra» y también: «ese espíritu letal para la República».

Se declaró liberal y alejada del fascismo y del comunismo, asegurando que la división hecha por el gobierno entre fascistas y demócratas, “para estimular al pueblo”, no se correspondía con la realidad. Esto quizá le debería sonar a Adriana Lastra, quien hoy comparte frases sin contexto de Campoamor.

También que su citada, «ni azul ni roja», siempre señaló al PSOE como principal culpable del hundimiento de la República y del inicio de la guerra, el mismo partido que hoy grita a los cuatro vientos conmovido (incluso se hace fotos junto a su busto en Malasaña) el nombre y la figura de Clara Campoamor.