Efeméride
Lepanto, una doble victoria de Felipe II
Se cumplen 450 años de una batalla que el rey español aprovechó para construir un relato que afianzó su poder en Europa
La batalla de Lepanto, de la que se cumplen 450 años, ha quedado estrechamente ligada a un hombre y las heridas sufridas en «la más alta ocasión que vieron los siglos». Cervantes personifica la multitud de artistas y escritores que vieron en la victoria de la Liga Santa una fuente de inspiración y un motivo para engrandecer las gestas de la Monarquía Hispánica.
Para la sociedad del siglo XVI Lepanto supuso el choque definitivo entre el cristianismo y el islam y, por lo tanto, «la victoria sobre el otro por excelencia», explica la profesora Lara Vilà, de la Universitat de Girona. Esta circunstancia fue bien aprovechada por Felipe II para presentarse ante el mundo como «paladín de la Cristiandad». El monarca supo transformar sus victorias militares en puntales sobre los que construir una figura de poder que se veía limitada por la ausencia del cetro imperial que su padre, Carlos V, si poseía.
Una victoria mítica, pero pírrica
El relato construido, utilizando términos modernos, se aleja sensiblemente de la realidad. El historiador Gennaro Varriale, de la Università degli Studi di Napoli, habla de una victoria «pírrica» por parte de la Liga Santa que no evitó que apenas tres años después el Imperio otomano tomase la fortaleza de La Goleta, «casilla primordial del ajedrez mediterráneo», ni acabó con la presencia de corsarios berberiscos en el Mare Nostrum. Pese a todo, el choque fue de tal magnitud que su valor propagandístico fue inmediato, las celebraciones públicas se sucedieron y apenas unos meses después, en el invierno de 1572, la noticia ya había llegado a México, «donde se organizó un simulacro de la batalla», relata Varriale.
El mito de Lepanto se difundió con rapidez gracias al Arte y la Literatura. Los versos de la época hablan de una gesta gloriosa y no omiten la crudeza del enfrentamiento para darle así mayor valor. «Consiguen trasladar la idea de que, más allá del objetivo mayor de derrotar al turco en nombre de Dios y del rey, la condición épica de la victoria descansa en el número de muertos, en la magnitud de la destrucción», detalla la profesora Vilà, que recuerda los descriptivos versos de Alonso de Ercilla sobre la batalla: «la mar de sangre súbito cubierta / comenzó a recebir la gente muerta.»
El realismo y la fiereza del enfrentamiento también se dejan ver en los cuadros que conmemoraron la victoria de la Liga Santa. Sin embargo, es el tono alegórico y propagandístico el que predomina en las representaciones artísticas patrocinadas por la Corona española. María Rodríguez Velasco, profesora de Historia del Arte en la Universidad CEU San Pablo, utiliza dos cuadros realizados por Tiziano como ejemplo para mostrar el interés de Felipe II por convertir la batalla de Lepanto en un símbolo de su poder y su defensa de la Cristiandad. Con Felipe II ofreciendo al cielo al infante don Fernando el artista une dos acontecimientos que marcan el año 1571, el triunfo naval y el nacimiento del heredero al trono, y en La Religión socorrida por España lleva el valor simbólico de la victoria a un plano todavía mayor. El Rey hacía de las batallas «expresión de fuerza y poder», concluye la historiadora del Arte, que apunta el paradigmático caso de San Quintín y la decisión de construir el Monasterio de El Escorial.
Crónicas, obras de teatro, versos y cuadros sirvieron para fortalecer la figura de Felipe II y de otros personajes como Juan de Austria, que capitaneaba los barcos de la Liga Santa. 450 años después son las palabras de un soldado herido, Miguel de Cervantes, las que sostienen en el imaginario colectivo el recuerdo de aquella batalla naval. El «Manco de Lepanto» consiguió lo que buscaba: el reconocimiento de aquellos hombres a los que no se dedican versos ni se retratan en cuadros.