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Grabado «La captura de Gibraltar», de 1704

Del caso Odyssey a Gibraltar: el antecedente de la inacción ante los ingleses

Durante la Guerra de Sucesión, hubo un héroe que sí supo alertar del peligro: el gobernador de Gibraltar avisó del posible ataque de la flota angloholandesa, pero fue ignorado

Tras 14 años, el caso Odyssey ha prescrito y aquellos que debían ser juzgados por el destrozo y la profanación realizada sobre el patrimonio nacional español han quedado libres de castigo. Ante estos resultados, la Audiencia de Cádiz ha reconocido su desconcierto y enfado por lo que considera una tramitación insólita. Del mismo modo, el exministro de Cultura César Antonio Molina sentencia que se trata de una «falta política de Estado, por incompetencia y desinterés».

Esta falta de competencia y desinterés que denuncia Molina nos recuerda la pérdida de Gibraltar y la figura de su entonces gobernador, Diego Gómez de Salinas y Rodríguez de Villarroel. 

Diego de Salinas acarreó sobre sus hombros la decisión de recapitular y rendirse ante el ataque angloholandés durante la guerra de sucesión (1701-1714), razón por la que pasó a la historia como un traidor y un cobarde.

Cuadro «El último de Gibraltar», por Augusto Ferrer-Dalmau, en el que se muestra la figura de Diego de Salinas

Sin embargo, fue uno de los pocos que supo entender el peligro que se avecinaba. Tras ver cómo aquella flota, proveniente de la alianza entre Inglaterra y Holanda, llegaba hasta la costa, Diego de Salinas envió varias misivas a sus superiores avisando de que carecía «de guarnición, pero también por la de pertrechos, artillería, provisiones de boca y de guerra» necesarios para la defensa contra el ataque de los ingleses.

Pero nadie atendió su petición. Ante la amenaza que se aproximaba, insistió con nuevas cartas. Avisó de la gran diferencia de número, pues la flota enemiga contaba con 90 velas con un total de 14.000 marinos, mientras que el gobernador solo contaba con apenas un centenar de hombres y una treintena de jinetes. De la misma manera, rogaba el envío de refuerzos para «podernos prevenir aun en una moderada forma de defensa».

Para añadir más problemas a Salinas, el almirante Rooke –quien dirigía la flota angloholandesa– le escribió una misiva para que se rindiese, siguiendo el ejemplo del príncipe holandés Hesse-Darmstadt, que se dirigió al gobernador español anunciándole que «si dentro de media hora de recibir V. E. esta, no rinde la plaza a su legítimo Rey y Señor Carlos III, se pasará a todo rigor que mereciere la resistencia de V. E.». Ante la falta de respuesta, la flota del almirante Rooke comenzó el ataque sobre la ciudad.

Con los constantes ataques a base de fusiles y cañones y la falta de efectivos para defender Gibraltar, la armada de Rooke consiguió derribar la pequeña defensa que capitaneaba Salinas, lo que le llevó a dar una respuesta a la carta de rendición: en ella decide admitir la capitulación para «no exponerse a un exterminio, conocida la poca guarnición que había quedado, y el vecindario de este pueblo, que se hallaba en la confusión que se deja considerar, y las pocas milicias tan aterradas», como exponía en su última misiva. 

Esa falta de política y desinterés que hoy recalca César Antonio Molina a raíz del caso Odyssey también la sufrió años atrás el gobernador de Gibraltar.