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J. E. B. Stuart como general de caballería confederado

Picotazos de historia

La mala suerte del general Johnston y la batalla de Shiloh, parte I

El general americano recibió un disparo detrás de la rodilla que hizo que se desangrase hasta morir, otorgando la victoria al ejército de Ulysses S. Grant

Albert Sidney Johnston se alistó como soldado para participar en la llamada (por los norteamericanos) guerra de independencia de Texas. Siendo oficial por la academia de West Point, rápidamente ascendió, lo que provocó envidias que le llevaron a un duelo del que salió con una bala en la cadera. Esta herida le dejó una secuela: su pierna derecha perdió sensibilidad en su mayor parte. Una molestia menor que no afectaría al resto de su carrera. 

Durante la guerra civil norteamericana formó con el ejército del sur destacando por su iniciativa, agresividad y visión estratégica. El domingo 6 de abril de 1862, al mando de su ejército del Misisipi, sorprendió a los 40.000 hombres del ejército de Tennessee, primer mando autónomo de un todavía desconocido Ulysses S. Grant. La idea de Johnston era destruir, o al menos derrotar, al ejército de Tennessee antes de que se le uniera el ejército de Ohio, compuesto por cuatro divisiones y al mando del general unionista Don Carlos Buell. La sorpresa del ejercito de la Unión fue total. Todas las líneas retrocedieron y si el día terminó sin ser un completo desastre se debió a dos circunstancias. 

La primera fue la defensa desesperada que realizó la 5ª División del ejército nordista comandada por William T. Sherman, y la segunda fue la muerte en combate del comandante en jefe del ejército sudista del MisisipiAlbert S. Johnston. Son las circunstancias lo que lo hacen asombroso.

Retrato de James Ewell Brown Stuart, donde se aprecia las botas que se utilizaban

Como se mencionó al principio, Johnston había sufrido una herida que le seccionó un nervio dejándole la pierna derecha insensible. Al iniciarse los combates de lo que pasaría a la historia como la Batalla de Shiloh, Johnston recibió un balazo detrás de la rodilla derecha. El proyectil debió llegar «muerto», esto es prácticamente sin fuerza, pero con la suficiente como para alojarse dentro de la pierna y seccionar la artería poplítea. Johnston debió notar el impacto, pero no le dio importancia al estar ocupado en dirigir una batalla. Los oficiales de caballería utilizaban entonces anchas botas que llegaban hasta medio muslo y la de Johnston estaba conteniendo toda la sangre que brotaba de la arteria seccionada. Ninguno de los oficiales de Estado Mayor se percató de que su comandante estaba herido hasta que este se puso mortalmente pálido y se desvaneció. Lo sujetaron para que no se cayera del caballo y lo condujeron hasta un árbol cercano. Al bajarle de su montura un torrente de sangre brotó de su bota mostrando la gravedad de la herida. Lo atendieron inmediatamente, pero la pérdida de sangre había sido excesiva y falleció a los pocos minutos.

El mando pasó a Beaureagard que no supo continuar presionando a las fuerzas de la Unión, que estaban al borde de la desintegración. Paró el ataque y perdió la iniciativa. Al día siguiente, Grant, reforzado por las tropas de Buell, dio la vuelta a la batalla.

La mala pata de Johnston le costó la vida, pero se la dio a Grant. De haber sido derrotado, algo que parecía inevitable, hubiera sido inmediatamente relevado y jamás hubiera alcanzado la presidencia de Estados Unidos. La historia hubiera sido muy diferente.