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Rafael de Nogales Méndez

Rafael de Nogales Méndez: el aventurero trotamundos olvidado por su patria

Fue un aventurero, militar y escritor venezolano, cuya hazaña más destacada fue probablemente la que desempeñó como «Nogales Bey», el único venezolano durante la Primera Guerra Mundial como oficial en el ejército otomano

Rafael de Nogales es un auténtico desconocido en España al ser venezolano de cuerpo y alma. De nacer norteamericano, no hubiera sido menester inventarse a Indiana Jones de mentidas vivencias. Parodiando la definición de español que dio Schopenhauer podría describírsele como un hombre increíble y, sin embargo, real.

Descendiente de conquistadores vascos del Nuevo Mundo, Nogales –traducción al español de su verdadero apellido Inchauste– inicia su andadura estudiando Filosofía y Letras en Barcelona, Bruselas y Louvain, lo que le convierte en un políglota que hablaba español, alemán, francés e inglés, la escuela de la vida le dará conocimientos de árabe y de turco.

Un aventurero nato

Nogales abandona Europa y, con 20 años, tiene su bautismo de fuego en Cuba, junto a Winston Churchill, con el grado de subteniente del Ejército español, luchando en defensa de lo que él definió como «el más soñador, peligroso y audaz imperio que el círculo solar jamás haya visto».

Regresa a Venezuela con 20 años, en 1901, y se dirige al presidente Cipriano Castro, acusándole de torturar y mentir a los venezolanos. Esa noche, en el Casino de Macuto, cercan a Nogales, que huye por mar. Parte a República Dominicana, pasando por varios países de Centroamérica hasta llegar a Nicaragua, donde es apoyado por el presidente Sandino, quien le ofrece toda la ayuda para derribar a Castro. Nogales entra por la frontera con Colombia, el combate fue terrible y es derrotado.

Va a Santo Domingo enfermo de malaria, herido y vencido. Los gobiernos de Venezuela y de Honduras han puesto precio a su cabeza. En México le encomiendan trasladar dinamita y armas. Nogales marchó a organizar revoluciones. Asalta trenes y cuarteles; roba ganado. En esas correrías, revólver, tequila y Dª Inés, menciona la presencia de un cocinero chino, John Lee, aparentemente nada más tópico y natural, del que aclara en sus memorias, que ni era cocinero ni chino sino oficial del Estado Mayor del Ejército Imperial japonés en misión de espionaje.

En esos años del siglo XX, Nogales no le hizo ascos a ser vaquero en Arkansas, minero en Manhattan o secretario judicial en una gélida población de Alaska. Continúa a Nevada y Arizona, allí trabaja de cowboy, vende su caballo y su equipo y en San Francisco, compra un pasaje para China. A principios de 1903 llega al imperio chino. Tenía en ese momento 23 años. Se le confían importantes investigaciones sobre la alianza chino-rusa, para enfrentarse a Japón entre otras acciones de inteligencia militar.

Sus andanzas le llevan al servicio de la inteligencia de Tokio en la guerra ruso-japonesa. Bosqueja el plano de puerto Arthur, disfrazado de vendedor de relojes y es descubierto, huye a uña de caballo, pero detiene su huida para rescatar a un bebé asiático a merced de las fieras. El tiempo que pierde supone su captura pero su hidalguía le vale el perdón y la admiración de sus perseguidores.

Si no existieran pruebas fehacientes de sus correrías, que le permiten gozar de la amistad del rey belga Leopoldo y del káiser alemán Guillermo II, nadie podría reconocer al intrépido aventurero en ese atildado dandy que entretiene su ocio temporal en el Centro Español de Londres, teniendo por contertulios a Ramón Pérez de Ayala, Fernando de los Ríos y Américo Castro, entre otros.

El único venezolano en la Primera Guerra Mundial

Se batió en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. Alistado originalmente en el Ejército francés lo abandona cuando le advierten que perdería su nacionalidad venezolana. En Sofia conoce a Von der Golts y a Fethi Bey, ministro turco en Bulgaria. Le ofrecen alistarse en el Ejército alemán y, ni corto ni perezoso, lo hizo y el Heer terminó enviándole como refuerzo a sus aliados de la Sublime Puerta. Combatió en las filas turcas durante la Primera Guerra Mundial. Luchó en Gaza contra los ingleses. Poco después, con una división del Ejército turco de 12.000 soldados conquistó Van derrotando a 35.000 armenios. Semanas más tarde marcha a Kotur Dagh, en la frontera ruso-persa, para detener el avance de 30.000 rusos que venían en apoyo de los armenios de Van. Estuvo en Bask-Kale, donde venció a 400 cosacos ahí apostados; en la ciudad de Sairt, la antigua capital de Kurdistán; y en la segunda batalla de Gaza en el cuartel Tel-Es-Sheriat del frente de Palestina. Estuvo también entre las llanuras Beersheba y fue nombrado gobernador militar turco en la península del Sinaí. En cuatro años recibe el Sable de Mejishovon; la Cruz de Hierro en Primera Clase, concedida por el Kaiser Guillermo II; la estrella de Mechedieh; su título de Bey y el nombramiento de General de División del Ejército Alemán. Sus experiencias las expone en otra obra: Cuatro años Bajo la Media Luna. Asqueado por el trato que los turcos daban a los armenios dejó sus filas.

Un héroe olvidado por su patria 

En 1936 regresa a su patria. Viaja a Panamá para ilustrarse sobre su gendarmería. El 10 de julio de 1937 fallece de una pulmonía. El 24 de julio el vapor de carga Orazio deja en Venezuela un bulto anónimo, nadie lo reclama y fue enterrado en el Cementerio General del Sur el 2 de agosto de 1937 sin honores ni ceremonia. Los prebostes venezolanos no le querían ni vivo ni muerto. Tal es el trato que da la canalla al patriota y guerrero que combatió con honor en cien batallas.

«Dios qué buen vasallo si hubiera buen señor». Se llamaba Rafael de Nogales Méndez.