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Alfonso X el Sabio con sus colaboradores del escritorio real

800 Aniversario

Las tres materias por las que llamamos «Sabio» al Rey Alfonso X

El 23 de noviembre de 1221 nacía una de las grandes figuras del humanismo. Apoyó de manera constante las artes, el conocimiento y el saber

Alfonso X, conocido como el Sabio, era el hijo del monarca Fernando III y de su esposa, la princesa alemana Beatriz de Suabia. Pasó su infancia lejos de la corte al cuidado de García Fernández de Villamayor, señor de Villadelmiro y Caleda, por lo que vivió parte de su juventud en tierras gallegas.

Alfonso X heredó los reinos de León y Castilla en 1252 tras el fallecimiento de su padre, Fernando III. A esos dos reinos Fernando III consiguió unir nuevos territorios en el sur de la Península Ibérica: Córdoba, Murcia y Sevilla, que fueron conquistados a los musulmanes en diferentes batallas en las que el propio Alfonso participó.

Estatua de Alfonso X el Sabio en la Biblioteca Nacional

La gran influencia que tuvieron algunos intelectuales de la época en su formación y juventud ayudaron a que a su subida al trono implantase la necesidad de un gran programa cultural cuyos principales pilares fueron la Ciencia, el Derecho y la Historia y la poesía. Este programa se sostenía sobre la idea de difusión de los textos y su posterior aprovechamiento por parte de los súbditos. Por esta razón, el lenguaje principal del proyecto fue el romance castellano ligado a proporcionar un legado cultural para su propio reino, cuyo objetivo logró con sus obras a convertirse en la base lingüística e intelectual de la cultura en castellano.

Ciencia, Historia y Derecho

Durante su reinado alcanzará la excelencia en tres ámbitos de conocimiento para la difusión del saber. En primer lugar, excedió en su faceta científica, movida por su afán de saber y de difundir el conocimiento. Tuvo gran interés en la naturaleza y la relación entre el hombre y las estrellas, ya que se creía que de una forma u otra las estrellas influían o determinaban a los hombres. Se tradujeron el Libro de la Açafea, el Libro de la ochava esfera, el Libro de las Amellas y el Libro del astrolabio redondo, entre otras muchas obras. Pero también se llevó a cabo una obra astronómica titulada Tablas astronómicas alfonsíes de la mano de Ishaq ben Sid y Yehudé ben Mosé, que realizaron importantes observaciones en la bóveda celeste de la ciudad de Toledo entre los años 1263 y 1275.

En segundo lugar, su interés por la Historia. Impulsó la redacción de una historia universal, una crónica general que tituló General Estoria. Para la redacción de esta obra se apoyó mucho en la Biblia, pues en este libro se relata el origen de la humanidad. Aunque no recopiló más allá del siglo I después de Cristo. Movido por un deseo de conocer al hombre, también le interesó la historia de España y mandó redactar la Primera Crónica General de España, en la que el Rey Sabio realizó un estudio de los acontecimientos en la Península Ibérica hasta el reinado del monarca castellano Alfonso VIII, apoyándose en los cronistas del pasado.

Y, en tercer lugar, su conocimiento del Derecho. Estableció unas normas y conductas del hombre. No le interesó el castigo o el premio, sino establecer unas normas que permitiesen la convivencia. Tradujo el Fuero Juzgo y Las siete partidas, unos documentos legislativos. Alfonso X pretendió unificar sus reinos desde un punto de vista legislativo. Destacó el jurista italiano Jacobo el de las Leyes, cuyos textos jurídicos sirvieron de ejemplo durante el reinado de Alfonso X. Entre los textos que se tradujeron del jurista italiano sobresale Las Siete Partidas, que constituía una importante compilación doctrinal. La primera Partida se refiere a las fuentes y al Derecho de la Iglesia; la segunda trata de los emperadores y los Reyes o del Derecho Político; la tercera alude al Derecho Procesal; la cuarta trata de los desposorios y casamientos; la quinta de las compras y ventas; la sexta de cuestiones relacionadas con el Derecho Civil; y, como remate, la séptima trata del Derecho Penal.

Su gran legado: la Escuela de Traductores de Toledo

En ese anhelo por el saber y su difusión, el Rey Alfonso X patrocinó la Escuela de Traductores de Toledo, un punto clave entre las tres culturas predominantes de la época medieval.  

Durante los siglos XII y principios del XIII, en Toledo se concentrará una importante actividad traductora. En realidad, no se trató de una escuela institucionalmente organizada, sino más bien de un movimiento de intensa actividad traductora. El Rey Sabio vio la necesidad de traducir al latín y al castellano la herencia cultural de la época y por ello se tradujeron numerosos escritos científicos y filosóficos del árabe (deudores de la ciencia griega) al latín.

Continuando la empresa que empezó el arzobispo Raimundo (1125-1152) de la traducción del árabe al latín y al castellano, la labor del Rey Alfonso X representará el último y más crucial eslabón de la cadena de traducción, de difusión del saber y el legado cultural por el que este Rey se ganó el título de Rey Sabio.