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Tropas de la División Azul combatiendo durante el Sitio de Leningrado

Segunda Parte

Legionarios en la División Azul, parte II: Krasny Bor, la última batalla de la 'Tía Bernarda'

La resistencia de la División Azul evitó que el frente norte quedase rodeado por el Ejército Rojo. Fue una enorme batalla defensiva en la que los soldados españoles demostraron estar hechos de un acero especial

La División Azul estaba desplegada en el norte del pueblo de Krasny Bor, sobre la carretera a Moscú, en un frente de 34 kilómetros de largo al sur del sitiado Leningrado. En su intento definitivo por acabar con el sitio, los soviéticos habían elegido Krasny Bor en febrero de 1943. El sector oriental del frente español, mandado por el Coronel Sagrado, estaba defendido por el BON 250 de Reserva Móvil, 'Tía Bernarda'; los dos primeros batallones del regimiento 262, y otras unidades –artilleros, zapadores, reconocimiento, etc.–, dando un total de unos 4.200 hombres.

Krasny Bor

Más de dos horas de fuego artillero de 800 cañones de grueso calibre, órganos de Stalin y pasadas de aviación. Los guripas sentían que se desplomaba el cielo. A las siete de la mañana del 10 de febrero de 1943 comenzó el miércoles negro en Krasny Bor. La tierra temblaba y el humo dificultaba la visibilidad. El termómetro a 25º bajo cero. Escribe Ángel Salamanca: «Pese al frío, se sudaba, pero no se comía, ni se bebía, ni se fumaba, ni se daban los buenos días». Cayeron muchos oficiales que ejercían tareas de vigías. La concentración de fuego anunció el principio de la Operación Estrella Polar con que los rusos pretendían liberar la carretera de Leningrado. Las divisiones rusas 63ª y 72ª reforzadas con carros de combate se lanzaron sobre las posiciones españolas pulverizadas en las que no esperaban encontrar nada vivo.

Salieron los divisionarios a ocupar sus puestos de combate. Los soviéticos no podían creer que quedaran supervivientes ni comprendían la rápida reacción de los guripas. La infantería rusa llegaba por oleadas. Los divisionarios hacían descargas cerradas a menos de 100 metros. Las ametralladoras MG34 –1.300 disparos por minuto– segaban las filas enemigas. Lo que siguió fue una sucesión interminable de combates, prodigios de valor y heroísmo. 44 mil soviéticos atacaron con cuatro líneas de penetración. La artillería rusa había convertido la nieve en barrizales donde se atascaron los carros de combate rusos KV-1 y T-34 y se empantanaron los esquiadores bolcheviques. Los españoles pudieron repeler los primeros ataques sufriendo muchas bajas; entre ellas la del alférez Céspedes. El capitán legionario González del Hierro, de la 14ª Compañía abre fuego con sus dos últimas piezas PAK 36 útiles, trasladadas al efecto, y consigue detener el avance de los monstruos de acero en su sector.

Soldados españoles de la división Azul, en combate en algún lugar en los alrededores de LeningradoWikimedia Commons

Entre los muchos caídos de ese día, procedentes de la Legión, está el teniente Erich Jacob Rose Rose, de Estrasburgo. Alistado en el Tercio con el nombre de Henri Rosse Rosse está destinado en el Cuartel General de la División Azul. Marchó a Krasny Bor para establecer un centro de información avanzado. Luchó en el pueblo al frente de una sección de cañones antitanque, hasta que agotada las municiones intentó una salida que le costó la vida. Tenía 31 años. También murió el legionario de Huelva Miguel Medrano Pinto, procedente del Primer Tercio y destinado en la 8ª Cía. 2º BON/Regimiento 263. Con 26 años. Dos entre miles de bajas.

«Tía Bernarda», con sus legionarios y regulares, estaba en la batalla. El 250 Batallón se desplegaba cortando la carretera de Leningrado-Moscú que los soviéticos necesitaban para el movimiento a gran escala de los convoyes de vehículos que requerían para continuar la ofensiva rusa. Los dos últimos multitudinarios ataques bolcheviques en ese sector del frente habían tenido, como objetivo, el control de esa carretera vital.

Las líneas españolas cubierta por el Batallón 250 de Reserva estaban constituidas en primera línea por la 2ª Compañía, mandada por Ulzurrun y a la 3ª compañía de Oroquieta. El capitán Miranda, jefe del Batallón mantenía a la 1ª Compañía de Auba como masa de maniobra y a la 4ª de Anda en posiciones a retaguardia para prestar apoyo con sus armas pesadas de infantería.

Tras la demoledora acción de la artillería, la 72ª División de fusileros soviética pasó al ataque, fijando en sus posiciones al III Batallón del regimiento 262 mandado por el capitán García Calvo, mientras el resto de la División roja pasó al ataque contra el Batallón de Reserva 250 con el grueso de sus efectivos y el apoyo de carros. La compañía del capitán Oroquieta quedará aniquilada al día siguiente; la del capitán Palacios, casi; la del Capitán Andújar, diezmada, y la del capitán Huidobro se defenderá numantinamente. El capitán Losada llegó a pedir a la artillería propia «fuego» sobre su posición. Las líneas españolas fueron rodeadas, aisladas y machacadas, pero seguían frenando el avance soviético. 

Volver al infierno

Las bajas españolas fueron muchas, tantas que los divisionarios fueron a pedir a los licenciados del Batallón de Regreso, que volvían a España, que retornaran al combate. Todos sus oficiales y un centenar de suboficiales y tropa acudieron a la llamada de sus compañeros. Cambiaron su regreso a España por una muerte casi segura. El espíritu de compañerismo «con el sagrado juramento de no abandonar jamás un hombre en el campo hasta perecer todos».

Las compañías 2ª y 3ª de 'Tía Bernarda', mandadas por los capitanes Diaz de Ulzurrun y Oroquieta, fueron atacadas por los pesados carros rusos KV-1. Las balas blindadas rebotaban en sus corazas pero la 3ª Compañía resiste. A la 3ª compañía de Oroquieta le quedaban 60 hombres útiles.

En cambio, en el sector vecino, los rusos rompieron la línea de la 2ª Compañía de Ulzurrun que se replegó hacia el río Ishora, donde el capitán Miranda encabezó un contraataque al que se sumaron la 1ª Compañía y los restos de la 2ª del Batallón 250. Pese a sus heridas, Miranda siguió al frente de sus hombres, arengándolos. Murieron en la lucha los capitanes Miranda y Ulzurrun, mientras Auba resultaba herido. El frente del Batallón de Reserva 250 estaba roto y solo la 3ª Compañía, reforzada por una sección de la 1ª, se mantenía en sus posiciones, precisamente las que bloqueaban la carretera que los soviéticos necesitaban.

El espíritu de disciplina «cumplirá su deber, obedecerá hasta morir»

El primer Escuadrón del 250 Batallón de Exploración del teniente Rey contraatacó para taponar la brecha. El teniente cayó herido de gravedad, muere el alférez García Estepa y el Escuadrón sufrió muchas bajas que tuvo que replegarse hacia el meandro del río Ishora fortificándose en una fábrica de papel.

El 250 Batallón de la Reserva retardó la penetración, a base de sangre y plomo. Oroquieta, herido dos veces, se mantenía en sus posiciones aisladas de primera línea con la 3ª Compañía. A las cuatro de la tarde del día siguiente, los soviéticos penetraron en esas posiciones y encontraron que de la 3ª Compañía del 250 de la reserva quedaban 13 hombres, cinco de ellos heridos. Cayeron en combate el teniente Fernández Álvarez y el alférez De la Fuente Soberón, así como el teniente Campos Martínez, jefe de Sección de la 1ª Compañía y el teniente Blesa, de la Compañía de Teléfonos. Oroquieta y el alférez Navarro figuraban entre el puñado de prisioneros. Regresaría en 1954.

El resto del Batallón de Reserva 250 también había sufrido graves bajas, pero frenaron el avance enemigo mucho más tiempo de lo imaginable. Reforzados por elementos de la Cía de Zapadores-Esquiadores, la Sección de Asalto del 262 y el 1º Escuadrón/Explo. 250, detuvieron al enemigo que pretendía cruzar el Ishora, protegiendo el flanco del tercer Batallón del Regimiento 262 de García Calvo. Aquel derroche de valor también facilitó la defensa de un enclave español que aún iba a contener por más tiempo a los soviéticos: «El Bastión». Allí el capitán Aramburu aguantó con su 3ª Compañía de Zapadores realizando una encarnizada defensa. El espíritu de disciplina «cumplirá su deber, obedecerá hasta morir».

La ferocidad de los combates trajo su cosecha de muertes. Las cifras nos hablan de 3.000 españoles muertos, mil alemanes y más de 10 mil soviéticos. En un solo día, el miércoles 10 de febrero de 1943, las estadísticas contabilizan 2.252 bajas españolas: 1.125 muertos, 91 desaparecidos y 1.036 heridos. Otras 1.000 se sumaron en los días posteriores. Ese 10 de febrero se consiguieron tres de las ocho laureadas de la División Azul.

La División se trajo de Rusia más de 2.600 cruces de Hierro, dos de ellas de Caballero. Ocho miembros de la Azul recibieron la Laureada de San Fernando, siete a título póstumo. También se otorgaron 42 Medalla Militares Individuales y dos Colectivas. Muchas recomendaciones para la Laureada y para la Medalla Militar fueron rechazadas porque a partir de 1943 Alemania perdía la guerra, y el Gobierno español no quería provocar a los aliados.

Para otros divisionarios, como el capitán Palacios, Oroquieta o Ángel Salamanca nada había terminado, les quedaban más de 10 años de cautiverio en campos de concentración de Stalin hasta 1954. Pero esa es otra historia, la del Semiramis.