El Instituto Hispano-Árabe de Cultura fue el origen de la amistad entre España y el mundo árabe
En 1945 se creó el Instituto con el objetivo de revalorizar y fomentar los vínculos entre España y los países árabes y defender la cultura común al mundo hispánico y al mundo arábigo
El éxito del Instituto de Cultura Hispánica en el ámbito del mundo americano de habla española, inclinó al Ministerio de Asuntos Exteriores, a través de la Junta de Relaciones Culturales, en revalidar el modelo en el ámbito del mundo árabe, por lo que en 1954, se creó el Instituto Hispano-Árabe de Cultura, como organismo autónomo del Ministerio de Asuntos Exteriores, cuyo fin sería revalorizar y fomentar los vínculos entre España y los países árabes y defender la cultura común al mundo hispánico y al mundo arábigo. El profesor y célebre arabista, Emilio García Gómez, discípulo del Padre Miguel Asín Palacios, quien fue el iniciador del arabismo moderno y vicepresidente del CSIC. Se convirtió en el primer director del Instituto hasta 1958 cuando pasó a representar a España como embajador en la región, sirviendo en Bagdad, Beirut y Ankara. Su relevancia fue importante, porque ni fue cesado, ni se nombró sustituto en el cargo. En 1958 sería nombrado subdirector el diplomático José Luis Los Arcos y Elío, quien luego sería ascendido a director en 1970.
El IHAC fue ejemplo de cómo la intensificación de las relaciones culturales con unos países con los que prácticamente no existían contactos previos sirvió para cimentar unas buenas relaciones diplomáticas que obtuviesen el respaldo a favor del ingreso de España en la ONU y después en su reivindicación de la soberanía española de la colonia de Gibraltar.
Unidos por la cultura
Los contactos siempre fueron de índole cultural, evitando tomar partido en las disputas internas entre los países, y compartiendo aquellos aspectos de nuestra historia que eran idénticos a la de ellos. La primera visita de un jefe de Estado a España durante el periodo de aislamiento fue la del monarca jordano, Abdallah, de la dinastía Hachemita, en 1949, que sirvió de precedente para abrir el país a la región.
Los elementos indispensables de conocimiento de España en aquellos países fue la creación de centros culturales hispánicos en Egipto; en El Cairo (1953) y en Alejandría (1954), Líbano (1955), Irak (1955), Argelia (1955), Túnez (1955), Jordania (1955), Siria (1957), o Irán (1957) (González 2008: pp. 2957-2973). Los centros culturales, no obstante, dependían de la Dirección General de Relaciones Culturales del ministerio de AAEE. Aunque la dirección local de aquellos estuviese en manos de arabistas becados para llevar sus investigaciones, y de forma paralela llevaban también su función gerencial. Sin embargo, la labor del IHAC contó con menos apoyo presupuestario, y con un personal casi exclusivamente originario de la carrera diplomática, por lo que se mantuvieron supeditados a la política que ejerciese la Dirección General de Relaciones Culturales.
El IHAC sólo pudo dotar económicamente de becas a profesores y estudiantes de ambos lados del Mediterráneo para sus investigaciones y estudios, un envío de libros y materiales a las bibliotecas de los centros culturales y la organización de exposiciones culturales. De 1958 a 1962, se dieron 73 becas anuales y 14 cursos de verano. Quienes se llevaron mayor número fueron Egipto (17), Líbano (14), Jordania (11), Siria (10) e Irak (6). También nació la colección de autores árabes contemporáneos, y la colección clásicos Hispano-árabes, al mismo tiempo se publicó un diccionario español-árabe, se financió la publicación de revistas en los centros culturales y se fundó una Biblioteca especializada en temas islámicos en el seno del IHAC, bajo la dirección del P. Félix María Pareja S.J. que había ejercido como experto en la materia en la Universidad gregoriana. La posterior labor de convenios económicos de los setenta, que abrieron el mercado de los países árabes a la economía española se asentó sobre la previa iniciada en los aspectos culturales.
Las relaciones diplomáticas
Durante el periodo del ministro de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo, no abandonó las líneas tradicionales de amistad con el mundo árabe y el hispanoamericano. En el caso árabe, reconoció la causa palestina, respaldando al líder de la OLP, Yaser Arafat. La Liga Árabe pudo abrir una oficina informativa en Madrid. El máximo valedor de nuestra política ante el resto de la comunidad árabe, fue la República Árabe de Egipto del coronel Gamal Abdel Nasser. Gregorio López Bravo viajó en enero de 1970 al país del Nilo, donde se firmó un Acuerdo de Cooperación Científico y Técnico. A cambio, el «rais» egipcio desactivó la política de la OUA (Organización por la Unión Africana), iniciada por la Argelia del FLN que reivindicaba la «descolonización» de Canarias.
En 1972 efectuaba un viaje del 17 al 22 de junio, que le llevó a visitar Líbano, Siria, Irak y Jordania, estrechando relaciones de amistad, renovando los acuerdos de intercambio de estudiantes y apoyando las reivindicaciones árabes frente a Israel. Durante su viaje, el ministro argelino de Asuntos Exteriores, estuvo en España, donde obtuvo un crédito de 2.578 millones de pesetas.
La reactivación de la amistad con los países árabes proporcionaría suculentos acuerdos económicos para las empresas extractivas petroleras, empresas navales y refinerías españolas. En Irak, su presidente Ahmad Hassan al-Bark, y máximo líder del Baas, mantuvo una estrecha relación con España, como sus antecesores, Abdul Salam Aref y Abdul Rahman Aref. Con respecto a la monarquía jordana, la situación era similar, ya el embajador español en Amman, había escrito en su tiempo al ministro Castiella, que la buena imagen de España en el mundo árabe dependía de su no reconocimiento del Estado de Israel. Del mismo modo, la intermediación diplomática que España hacía con EEUU con respecto a los países árabes, elevo su consideración ante ellos.
En 1973, con la crisis causada por la OPEP a cuenta de la Guerra del Yom Kippur, Laureano López Rodó, nuevo ministro de Asuntos Exteriores, pudo poner a prueba la realidad de aquella amistad. En el momento en que España vio en peligro el suministro de petróleo, el Ministerio envió una delegación a Irak, Kuwait y Arabia Saudí, apelando al reconocimiento de la amistad hispano-árabe, evitándose las restricciones que padecieron los países occidentales.