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Peñón de Vélez de La Gomera

Vélez de la Gomera: de puerto pirata a bastión español frente a la costa de Marruecos

Es un diminuto islote frente a la costa de Marruecos y forma parte de las denominadas «plazas de soberanía», pequeños enclaves en la costa africana que se han mantenido bajo control español hasta el día de hoy

Son muchos los españoles que no han oído nunca el nombre de Vélez de la Gomera y mucho menos sabrían señalar su localización en un mapa. Por eso, algunos se sorprenderían de saber que, pese a su sonoro nombre castellano, se trata de un diminuto islote frente a la costa de Marruecos. Forma parte de las denominadas «plazas de soberanía», pequeños enclaves en la costa africana que se han mantenido bajo control español hasta el día de hoy. Cada uno de ellos tiene una historia larga y accidentada, siempre con la presión de los marroquíes como una Espada de Damocles. El peñón de Vélez de la Gomera no es una excepción y por eso no parece fuera de lugar hacer memoria y remontarnos a los días gloriosos de la Monarquía Hispánica para descubrir la relación de España con este trozo de tierra de apenas 350 metros de ancho y 100 de largo a menos de un kilómetro de la costa marroquí.

A principios del siglo XVI, la costa de Berbería era el paraíso de los piratas. Su accidentada costa estaba repleta de puertos, fortalezas y calas desde las cuales salían las veloces galeras de los piratas berberiscos en busca de botín y esclavos cristianos. España, por su cercanía con la costa, siempre había sufrido estas razzias. En 1508, una flota inusualmente grande de galeras berberiscas asoló las costas de Sevilla. Fernando el Católico decidió que era imperioso evitar que los piratas saliesen con bien de aquella audacia y ordenó a Pedro Navarro perseguirles y cobrarse justa venganza. El comandante elegido no era un cualquiera; veterano de las campañas del Gran Capitán y un auténtico genio de la naciente ingeniería militar, Pedro Navarro ya había sido azote de los berberiscos en su juventud y su reputación militar era conocida de Lisboa a Estambul.

Navarro limpió la costa andaluza de los navíos más rezagados de la flota berberisca y después persiguió a los restantes hacia África. El 23 de julio la escuadra española se apostó frente al Peñón de Vélez y los defensores huyeron, dejando desprotegida la fortaleza. Así, sin oposición, Pedro Navarro tomó posesión de él y lo reclamó para España.

Los musulmanes trataron de recuperarlo en repetidas ocasiones y con repetidos fracasos, hasta que el 22 de diciembre de 1522 una mujer introdujo a algunos musulmanes de Fez en la fortaleza. Asesinado el alcaide Villalobos, comandante de la plaza, los defensores no pudieron evitar su captura y el Peñón volvió a convertirse en puerto pirata. Poco después llegó a él Barbarroja, el célebre corsario berberisco al servicio del sultán de Estambul, y se hizo dueño del enclave. En 1525 se trató de recuperar para España el Peñón con una expedición a las órdenes del marqués de Mondéjar, pero fracasó y el islote quedó en manos musulmanas. Misma suerte corrió la intentona que hizo en 1563 el veterano Sancho de Leyva. La fortaleza parecía inexpugnable.

La reconquista del Peñón

Por ello, en 1564 Felipe II preparó una expedición con la minuciosidad que le caracterizaba. Se nombró comandante de la expedición a García Álvarez de Toledo y Osorio, marqués de Villafranca, emparentado con el duque de Alba. Tanto él como todos sus oficiales tenían amplia experiencia en la guerra naval contra los berberiscos: el célebre Álvaro de Bazán, Sancho de Leyva, Juan Andrea Doria y Marco Antonio Colonna. El Papa Paulo IV llamó a apoyar la lucha contra los infieles, por lo que Portugal se sumó con ocho galeras al mando del almirante y explorador Francisco Barreto, Saboya y Florencia aportaron 13 naves dirigidas por el conde Sofrasco y Jacobo Dapiano, respectivamente, y los caballeros de Malta se sumaron también a la empresa. El contingente de infantería contabilizaba seis mil españoles, dos mil alemanes y 1.200 italianos, además de un moderno tren de artillería.

La flota llegó al islote la noche del 31 de agosto. Las tropas desembarcaron con la mayor celeridad y acometieron contra las fortificaciones musulmanas. En vanguardia iba lo mejor de la Cristiandad: los caballeros de Malta y los veteranos del Tercio de Nápoles, a las órdenes de Luis de Osorio. En apoyo de esta fuerza de élite, Bazán desembarcó 400 arcabuceros para dar fuego de cobertura al avance de los tercios y los hospitalarios. Ante tan formidable contingente, los berberiscos optaron por replegarse a la fortaleza, por lo que los cristianos pudieron bajar a tierra la artillería, lo cual se tuvo que hacer llevando las piezas en andas por la irregularidad del terreno.

El comandante del Peñón, un famoso corsario de nombre Kara Mustafa, al ver el tamaño de la armada cristiana y sus preparativos para el asedio, salió de la fortaleza con algunas naves antes de que se completase el bloqueo con la intención de pedir refuerzos a su señor, el Rey de Fez. Dejó al mando del baluarte a un renegado español de nombre Ferret, que se había convertido al Islam y le hacía las veces de mano derecha, junto a una guarnición de doscientos soldados turcos. Estos trataron en varias salidas de obstaculizar las labores de asedio y tomar alguna de las baterías, pero ya los españoles del Tercio, ya las tropas alemanas, impedían que estos ataques obtuviesen resultados.

Finalmente, Ferret decidió abandonar la fortaleza, que estaba siendo gradualmente despedaza por la artillería. La noche del 5 de septiembre, tras el efímero asedio, los defensores aprovecharon la oscuridad para burlar el bloqueo y darse a la fuga. Al mismo tiempo, un musulmán de la fortaleza acudió al campo cristiano y se entrevistó con Juan Andrea Doria, al que reveló que la guarnición había abandonado la fortaleza. El almirante italiano decidió comprobar la veracidad de aquella afirmación y audazmente escogió una docena de hombres de confianza y se acercó, al amparo de la noche, hasta el portón principal. Allí se encontró con un oficial turco que ofreció la rendición del Peñón a cambio de que se respetase su vida y la de los 27 hombres a su cargo, que se habían quedado para cubrir la huida de sus compañeros.

Al día siguiente, las tropas cristianas entraban en la fortaleza y el Marqués de Villafranca reclamaba la plaza de nuevo en nombre de España. Estando las tropas cargando las naves para el regreso, se presentó el ejército del Rey de Fez, que llegaba con algo de retraso a socorrer la fortaleza. Los musulmanes se sorprendieron de encontrar el bastión en manos españolas, pero decidieron tratar de recuperarlo aprovechando la sorpresa. En un combate repentino, los españoles se defendieron en la playa de la acometida y el ejército de Fez desistió. Tras la victoria, el capitán Diego Pérez Arnalte quedó encargado de la fortaleza.

Desde su reconquista en 1564, Vélez de la Gomera ha sufrido nuevos ataques de los musulmanes casi de forma continua, pero la bandera de España, si bien cambiando con los siglos, ha permanecido inamovible en lo alto de los riscos del islote. Las reivindicaciones de Marruecos sobre este territorio, así como sobre Ceuta, Melilla y demás enclaves españoles en la costa africana, carecen de cualquier sostén histórico. Por aquel entonces Marruecos no existía ni como nación ni como idea. Su territorio era una vasta extensión de montes, costas y desiertos sin más dueño que los caudillos bereberes de las cabilas que los habitaban y los reyezuelos de efímeros estados al servicio de Estambul. Las plazas que reclaman eran nidos de piratas esclavistas hasta que fueron conquistadas por las flotas de la Monarquía Hispánica.