Hace 100 años en El Debate
8 de enero de 1922: cuando la reconstitución de Rusia se convirtió en el problema central de Europa
«El problema central de Europa es, en efecto, la reconstitución de Rusia; pues, si Rusia no vuelve a un estado económico normal, habrá en Europa un espacio vacío, un hueco, que no permitirá el desarrollo necesario para que las grandes naciones europeas prosperen.», se podía leer en El Debate del 8 de enero de 1922.
La Revolución rusa de febrero de 1917 supuso la caída de la monarquía del zar Nicolás II que gobernaba el país desde 1894. Tras su abolición, la monarquía fue remplazada por una república a cargo, primero de un Gobierno provisional que fracasó y después, de Alejandro Kerensky. Aunque Kerensky fue incapaz de hacer frente a los problemas al no impulsar medidas favorables a los trabajadores y por sus intenciones de prolongar la participación de Rusia en la Gran Guerra.
A esta revolución le siguió la de octubre, también conocida como Revolución bolchevique. Los bolcheviques consiguieron derrocar al Gobierno provisional, se hicieron con el control del soviet (consejos) de Petrogrado y configuraron un nuevo gobierno conocido como el Sovnarkom. Pero lejos de encontrar paz con este nuevo gobierno, Rusia se enfrentó a una guerra civil entre los bolcheviques y el Movimiento Blanco compuesto por conservadores y liberales favorables a la monarquía. Los enfrentamientos más intensos tuvieron lugar de 1918 hasta 1920, pero se prolongó en algunas zonas del país hasta 1922.
En el contexto de estos acontecimientos, la inestabilidad por la que estaba pasando Rusia se convirtió en una preocupación para Europa. En el artículo que dedicaba El Debate a esta cuestión explicaba que «para los ingleses es un axioma que la reconstitución rusa podrá efectuarse solamente con la colaboración alemana». Por otro lado, Francia temía una coalición entre Inglaterra, Alemania y Rusia, ya que esta «prácticamente estará dirigida contra Francia», expresaba el periódico.
El Debate de principios de 1922 sentenciaba que «peligrosa será tal coalición para la paz europea, y esto por culpa de Francia, que no supo preparar, cuando aún era tiempo, otra coalición entre Francia, Alemania e Italia con el mismo fin de la reconstitución del Oriente europeo». Además, advertía que «haciendo sacrificios unos y otros aún podría llegarse a un acuerdo (...)», pero habría que «renunciar ante todo a actitudes apasionas. No perdamos la esperanza de que prevalecerá la paz de Europa». Para conseguir esta paz no solo implicaba conseguir un «desarmar» Europa, sino también lograr deshacer las rígidas fronteras que separaban a las naciones. Europa no se podía permitir otra guerra y mucho menos con la misma magnitud que la Primera Guerra Mundial.