El asesinato de la China Imperial: la devastación del Palacio Yuanming Yuan
«El Versalles Chino», considerado una de las joyas de la arquitectura China y emblema del sistema imperial, fue arrasado por los ejércitos franceses y británicos en nombre de la libertad
En 1860, en plena Guerra del Opio, los ejércitos franceses y británicos arrasaron con la residencia de los emperadores chinos. El palacio, conocido en occidente como «El Versalles Chino», considerado una de las joyas de la arquitectura China y emblema del sistema imperial, fue arrasado en nombre de la libertad.
Cuando el 15 de abril de 2019, vimos desde nuestros televisores la Iglesia de Notre Dame de París en llamas, el mundo entero lamentó con impotencia el incendio del gran símbolo de la nación francesa. En 1860 el fuego de las llamas consumiría el símbolo de la Era Imperial China, el Palacio de Yuanmin Yuan. Sin embargo, lo que fue producto de un desafortunado accidente en París, en Pekín fue un acto de terrorismo cultural que pasó prácticamente inadvertido en el mundo occidental. Hoy este incendio sigue avivando la identidad nacional en la China comunista.
Un día dos bandidos entraron en el Palacio de Verano. Uno saqueó, el otro le prendió fuego
La orgía devastadora
El palacio de Yuanming Yuan o «Jardín de la Claridad perfecta», se encontraba en la capital del imperio, en Pekín. El conjunto de edificios y jardines, que ocupaban más de 300 hectáreas y utilizado por los emperadores como residencia habitual, era mucho más que un vasto complejo. El mal llamado, por los europeos, palacio de verano reproducía en miniatura la China Antigua. Cuando las noticias de la destrucción de los palacios llegaron a Europa, Víctor Hugo fue de los primeros en denunciar la barbarie: «Un día dos bandidos entraron en el Palacio de Verano. Uno saqueó, el otro le prendió fuego», escribía en una carta enviada al capitán Butler.
El 6 de octubre de 1860, acontecieron los hechos que denuncia Víctor Hugo en la misiva. Tras la huida precipitada del emperador Xianfeng, un grupo se soldados franceses a cargo del general Charles Cousin Montaubam accedieron al recinto arrasando y expoliando los tesoros imperiales. Escritos de la época describen la gesta como «orgía devastadora» en la que incluso los soldados usaron las preciosas sedas de la casa imperial como amarre de sus caballos. Trascurridos unos días, los emisarios de la delegación británica encargados de la negociación con el emperador fueron apresados y brutalmente torturados. En un acto de fuerza, James Bruce ordenó la quema y destrucción total de los palacios. El citado diplomático era hijo de Thomas Bruce, el séptimo Lord Elgin que pasó a la historia por sustraer los mármoles que decoraban los frisos del Partenón de Atenas. James, en este caso eligió no lucrarse con la venta del fastuoso tesoro, eligió reducirlo a cenizas. Cabe preguntarse cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a Lord Elgin a emprender la destrucción del monumento con tal inquina. ¿Tan alto era el desprecio hacia la cultura china por el diplomático como para emprender tamaño crimen cultural?
En el siglo XVIII, China se erigía como el Estado hegemónico de Asia, al haberse enriquecido del comercio con América ofreciendo a los europeos sus exóticos productos. En plena edad del oro de la civilización China, el emperador Quánlong, mandó erigir el conjunto palaciego. Configurado como una auténtica ciudadela protegida por altas murallas, el recinto llegó a alcanzar doscientos edificios entre templos, pabellones, fuentes, zonas ajardinadas y entradas monumentales. Era un conjunto ecléctico ejemplo de la exquisitez y sofisticación de la arquitectura china combinada con elementos hindúes e islámicos. La ciudad palatina contaba además con una serie de palacios al estilo europeo construidos por Giuseppe Castiglione y el jesuita francés Michel Benoist, inspirados en el barroco europeo. Entre sus edificios principales destacaban Xiéqíqù o el pabellón de la armoniza la sorpresa y el deleite, Fāngwài guān, Hǎiyàn táng, Dàshuǐfǎ Guanshuifa y el Yuǎnyíng guān. La grandeza de sus construcciones estaba complementada por gran cantidad de piezas suntuosas como cerámicas, mobiliario, tapices y la espléndida colección de relojes del emperador Qiánlóng.
Bajo la dictadura del 'Laissez Faire'
En este caso, el atentado contra el legendario palacio se inscribe en el contexto de las Guerras del opio. La decadencia del Imperio chino viene acompañada de la instalación de las cortes europeas en territorio asiático. Los británicos pretendían abrir el mercado chino a sus productos, si bien, China no apreciaba los artefactos extranjeros más que como elementos exóticos. El modo en que los comerciantes británicos consiguieron cierta apertura comercial fue a través del estraperlo de opio, al que los chinos pronto se hicieron grandes aficionados. El consumo de opio se hizo extensivo y a pesar de las prohibiciones llegó a convertirse en un problema social y de salud pública. El Estado chino emprendió campañas de acoso contra los comerciantes del sector. Ante la agresión, Reino Unido impuso la fuerza y obligó a China a la apertura comercial, la firma en desigualdad del tratado de Nankín y la cesión de Hong Kong. Si bien las tensiones derivadas de la presencia europea se tradujeron en una segunda guerra del opio en 1856, que se cerrará en 1860 con la destrucción de la ciudad palatina.
Si el palacio tardó en construirse 150 años, otros tantos le han costado al pueblo chino librarse del yugo europeo
El saqueo de los palacios forma parte de los actos de rapiña propios de cualquier contexto bélico, pero la quema y posterior destrucción excede a lo común. Lord Elgin entró en el corazón del mismo imperio y lo destrozó. En nombre del libre comercio acometió esta acción de terror y castigo. Lord Elgin supo leer la simbología del edifico y al convertirlo en cenizas quiso imponer el orden occidental sobre la cultura china.
A pesar de los posteriores esfuerzos de reconstrucción de la Emperatriz Cixi, ni el conjunto monumental ni la monarquía china recuperarían el esplendor de antaño. Tras la barbarie de Yuanming Yuan, sobrevino el fin del statu quo chino y la población se vio arrastrada a soportar una doble opresión, la imperial y la occidental. Si el palacio tardó en construirse 150 años, otros tantos le han costado al pueblo chino librarse del yugo europeo. La cicatriz del incendio del Yuanming Yuan sigue latente. Hoy miles de estudiantes chinos visitan los restos monumentales con el fin de perpetuar en la memoria el acto de destrucción de la identidad cultural china, y en uno de sus jardines se alza un busto en memoria al escritor francés Víctor Hugo.