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Voluntarios rusos, durante la guerra civil española, en 1939Hoover Institution Archives

Los voluntarios rusos de la Guerra Civil española

El estallido de nuestra Guerra Civil y su fuerte repercusión internacional impulsó las simpatías y fobias en las radicalizadas sociedades europeas. Hubo un centenar de voluntarios rusos que quisieron participar en la contienda

Un tema desconocido es la presencia de un centenar de rusos blancos en nuestro conflicto civil. Estos rusos provenían de la amplia diáspora anticomunista que se estableció en Europa después del triunfo bolchevique y que llevó al exilio a tres millones de rusos blancos. El estallido de nuestra guerra civil y su fuerte repercusión internacional motivó las simpatías y fobias en las radicalizadas sociedades europeas. Los exiliados rusos también sufrieron aquel recuerdo de su juventud, y cuando vieron cómo el Partido Comunista francés organizaba la recluta masiva de voluntarios para las Brigadas Internacionales, que serían el instrumento armado de la Internacional Comunista, aquellos exiliados en Francia y Bélgica se movilizaron para intentar sumarse al bando nacional por su anticomunismo

Sin embargo, el general Franco, que pronto lideraría la zona rebelde, era contrario a la presencia de extranjeros en un conflicto español, y su necesidad era la búsqueda de armamento, no de hombres. Aquella decisión ayudó a que no hubiese un número excesivo de ellos y que al menos viniesen de los países amigos como Portugal, Italia y Alemania. 

Los rusos que llegaron finalmente a España provenían de la ROVS de Francia, sus siglas en ruso (Russkiy obtche-voinskiy soyuz) o Unión de los Servicios Armados Blancos, en español, que reunía a unos 60.000 miembros, todos antiguos combatientes del ejército ruso blanco, pero fuertemente penetrada por los servicios de espionaje soviéticos, su primer presidente fue envenenado y sus dos posteriores sustitutos, secuestrados en occidente, trasladados y ejecutados en la URSS.

A finales de 1936, el ROVS envió al general P.N. Chatilov, jefe de Estado Mayor del general Miller (presidente del ROVS), a España con el ofrecimiento al general Franco del envío de un número suficiente de voluntarios para constituir una Bandera del Tercio. Estimaban poder enviar unos dos mil voluntarios, pero los nacionales tendrían que sufragar los gastos del traslado, gestión y manutención. En ese tiempo, el general Miller, máxima autoridad del ROVS, fue secuestrado y trasladado a la URSS, donde sería asesinado. Esto provocó que la medida no prosperara, pero uno de aquellos hombres, el capitán Petr Savin, consiguió traspasar con éxito a cuatro grupos de sus antiguos camaradas hasta que la gendarmería gala le detuvo en el quinto intento y desmanteló su organización. Algo que, por supuesto, no ocurrió con la similar del PCF, que suministraba voluntarios a las Brigadas Internacionales.

Los rusos blancos en los tercios españoles

Uno de los primeros voluntarios fue Paul Rachewsky, antiguo capitán de Estado Mayor, que en Zaragoza entró como sargento en el Tercio Doña María de Molina. Fue herido en la cabeza, y se ofreció a servir de agente reclutador entre sus compatriotas. Su ejemplo sirvió para ir concentrando en aquella unidad requeté a gran parte de los rusos blancos que fueron llegando a España. La hoja de servicios del Tercio María de Molina se inició como parte de la recién creada 51ª División de Ejército bajo el mando del general Gustavo Urrutia en la 2ª Brigada. El Tercio quedó a cargo del capitán Emilio Vicente López. 

A finales de 1936, a la unidad de requetés se le sumó el Tercio de Marco de Bello, también de requetés aragoneses, por lo que la nueva unidad pasó a denominarse Tercio Doña María de Molina-Marco de Bello. En esta unidad los rusos pasaron de la treintena y parte de ellos formaron una sección liderada por el teniente Yakov Poluhin. 

Las dos primeras compañías del Tercio fueron desplegadas en Quinto de Ebro, que fue una de las localidades que sufrió la acometida de las Brigadas internacionales, previas a la batalla de Belchite. En esta batalla murió el general Mayor Anatoly V. Fok, de 57 años, graduado en la Escuela de Artillería del Ejército Imperial, Cruz de San Jorge de 4º grado, y veterano de Gallipoli, junto a su compañero el Capitán Yakov Poluhin, conocidos por sus compañeros españoles como 'Fot' y 'Peluquín'. Ambos murieron valientemente, Poluhin era teniente y estaba al mando de una sección compuesta exclusivamente por rusos blancos.

Otra de las unidades que dejó testimonio de una presencia nutrida de rusos blancos, fue el Tercio de Navarra. En la unidad salen citados al menos cinco rusos blancos: Vladimir Dvoichenko, Alejandro Amilakbari, Constantino Goguidjonashvili, Alejandro Tringam y Vladimir Kovalewski. Todos ellos habían sido oficiales del ejército de Wrangel, aunque no les fueron reconocidas sus graduaciones. En el caso de Goguidjonaswili, se le cita como ruso blanco, por ser antiguo oficial imperial, pero fue el único georgiano del bando nacional. Uno de los rusos blancos de mayor relevancia fue el general Nikolai Shinkarenko-Brusilov, quien inició su colaboración armada junto al general Anatole Fok en el Tercio de Requetés de Zumalacárregui, posteriormente sirvió en el tercio Marco de Bello, y terminó de teniente en la IX Bandera de la Legión. Ambos generales se presentaron con sus respectivos capitanes ayudantes, Nicolai Krivoechela y Yakov Poluhin, a primeros de 1937.

Por otro lado, la generación rusa más joven, llevados por la mística fascista, prefirieron vestir la camisa azul, como fue el caso de Igor Sacharov y de Pablo Zattof, este último en la Centuria Catalana de Falange, que fue reclamado por sus compañeros, ingresando en una bandera legionaria. En cuanto al primero, era hijo de un general blanco, y procedía de la colonia rusa de Alemania. Sacharov hablaba con gran facilidad, además del ruso y el español, el inglés, el francés y el alemán. Estuvo destinado en la VI Bandera de la Legión. Terminó la guerra en el batallón de Carros de la Legión, con el grado de teniente provisional.

Aquellos rusos blancos supervivientes de la guerra española –menos de la mitad–, finalmente decidieron quedarse en España, pues no regresaron a Francia. Cuando el gobierno español autorizó la formación de una división de voluntarios que partiesen a la lucha internacional contra el comunismo soviético, en aquella expedición de más de 18.000 voluntarios, denominada División Azul, partieron once rusos blancos, en su mayor parte supervivientes del Tercio María de Molina-Marco de Bello y del de Navarra, quienes con nombres españoles y nacionalidad española ejercieron la labor de traductores.