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Historia

La crisis de 1640: la Monarquía española frente al egoísmo catalán

Escudados en unos fueros medievales que estaban completamente anticuados, la Generalidad y las Cortes catalanas expulsaron a los soldados que durante meses habían defendido su tierra de la agresión francesa

Corría el año de 1640, los reinos de Felipe IV estaban en guerra con la Francia de Richelieu. El año anterior, un ejército francés había atacado los territorios catalanes más allá de los Pirineos –el Rosellón y la Cerdaña– y durante el mes de julio se había apoderado de la estratégica fortaleza de Salses. A pesar de que la mayor parte de las tropas hispánicas se encontraban desplegadas en los frentes militares de Flandes y Milán, el valido del monarca español, el Conde-Duque de Olivares, logró reunir un nuevo ejército –formado por españoles, italianos, valones e, incluso, irlandeses– que logró reconquistar la plaza en enero de 1640, después de haber derrotado y hecho retirar al enemigo. En las operaciones sirvieron, en teoría, unos 12.000 milicianos de origen catalán, que enseguida pasaron a ser menos de 6.000, debido tanto a las deserciones, como a las enfermedades que usualmente se cebaban con los nuevos reclutas.

El problema surgió una vez que se dieron órdenes para que el ejército hispánico pasase a invernar en tierras catalanas, en previsión de que el conflicto volviese a recrudecerse con la llegada del buen tiempo. La Generalidad y las Cortes catalanas se opusieron frontalmente en base al derecho medieval por el que se regía el Principado, materializado en los fueros y usos que orgullosamente esgrimían las ciudades y villas, y que les eximía de sustentar al ejército real una vez que su presencia no fuera necesaria. Ya desde los años 20 del siglo XVII, las relaciones entre la Corte madrileña y la oligarquía barcelonesa que dirigía Cataluña eran tirantes debido a la crisis económica que arrastraba la región; razón por la que esta se oponía a cualquier desembolso cuyo fin estuviera más allá de los límites del Principado. Además, se consideraba a la mano derecha del rey como a un tirano que quería imponer arbitrariamente su voluntad.

'El Corpus de Sang', de H.Miralles (1910) 

Finalmente, el día del Corpus Christi, el 7 de mayo de 1640, la tensión acumulada provocó un motín en Barcelona. Los segadores, que habían llegado a la ciudad para asistir a la procesión de ese día, se enfrentaron a los soldados del Rey por unos dimes y diretes. La muerte de uno de aquellos provocó que civiles y militares se enzarzasen en una lucha que acabó provocando el asesinato del Virrey, el Conde de Santa Coloma, y la pérdida de la ciudad por parte de la Monarquía. Al verse libres de la autoridad real, los oligarcas catalanes decidieron aceptar la propuesta francesa de convertirse en una república, al estilo de Génova, que sería protegida por Luis XIII como aliada. Sin embargo, justo una semana después, y debido a la sugerencia del Presidente de la Diputación del General del Principado de Cataluña, Pau Claris, se acordó aceptar a Luis XIII como nuevo Conde de Barcelona. A partir de ese momento dio inicio una guerra que se extendería hasta 1652, cuando Barcelona se rindió al hijo bastardo del monarca, Juan José de Austria, y aceptó volver bajo la autoridad de Felipe IV.

Sin embargo, en este discurso, que es el más extendido en el ámbito histórico español, quedan desdibujados unos hechos que explican mejor la difícil relación entre la Monarquía y la oligarquía catalana. El primero de ellos fue el rechazo a la propuesta de la «Unión de Armas» de 1626, plan de Olivares que buscaba que la defensa de los dominios de Felipe IV se realizara en común por todas las provincias en base a la riqueza de cada una y al número de reclutas que podían movilizar anualmente. Un planteamiento realmente moderno. Según se ha estudiado, es verdad que la propuesta olivarista estaba por encima de las posibilidades del Principado, pero la verdad es que las autoridades catalanas no quisieron entablar una negociación, directamente se negaron en redondo.

Lo mismo pasó una vez que finalizaron las operaciones militares en 1640 en torno a Salses. Cuando las autoridades catalanas se cercioraron de que las tropas hispánicas ya no eran necesarias para defender sus tierras, dieron orden de no mantener a los soldados que durante meses habían defendido su tierra de la agresión francesa. Dio igual que los militares hubieran dado su sangre, y muchos su propia vida, lo importante era expulsarlos lo antes posible para ahorrar su manutención. Escudados en unos fueros medievales que estaban completamente anticuados para la guerra moderna que se realizaba en el siglo XVII, se expulsó a los soldados de los alojamientos que habían disfrutado durante meses, así mismo también se cortó el suministro de comida, leña y otros bienes necesarios para su sustento. Las tropas, ante tamaño atropello, se unieron y obligaron, a cañonazos si fue necesario, a diferentes poblaciones a que abrieran sus puertas y volvieran a alimentarlos. Al estudiar el comportamiento de las autoridades catalanas uno se pregunta si estas únicamente buscaban su beneficio propio al tiempo que intentaban no tener que realizar desembolso alguno. Disfrutar de todos los beneficios sin entregar nada a cambio.