Picotazos de historia
Emilio Salgari, un escritor desdichado
Escribió novelas de aventuras que tuvieron un gran éxito, pero del que disfrutó poco
Llenó mi infancia con aventuras memorables en lejanos lugares. Devoré con avidez sus novelas, una y otra vez: Sandokán, El rey del mar, El falso brahmán, Los tigres de Mompracem... Gracias a él aprendí lo que era un talwar, los thugs y los dayakos, los praos, el trepang...
Emilio Salgari (1862-1911) fue un fructífero escritor de novelas de aventuras que tuvieron un gran éxito, pero del que disfrutó poco. En 1892 contrajo matrimonio con una actriz, Ida Peruzzi, poco conocida, a la que amó apasionadamente y con la que tuvo cuatro hijos. Su vida, poco a poco, se fue transformando en una angustiosa existencia debido al aumento de los gastos para el mantenimiento de su familia y los magros beneficios que le aportaban sus libros, sujetos a cláusulas abusivas por parte de sus editores. Solo su amor por su familia le mantenía y le impulsaba a escribir más y más.
En 1902 su adorada Ida, a la que cariñosamente llamaba Aida, empezó a mostrar síntomas de lo que hoy llamaríamos un trastorno bipolar. Los gastos médicos aumentaron las cargas económicas y, a medida que se agravaba el estado de su esposa, la situación empeoró. Salgari escribía y se mantenía a base de alcohol y cigarrillos, pero los gastos generados por la enfermedad de su mujer desestabilizaron completamente la ya delicada situación de la familia.
Se sabe que tuvo un intento de suicidio en 1909, intentó clavarse una vieja espada que solía empuñar para inspirarse. Parece que la intervención de su hija Fátima impidió que las cosas fueran a mayores. Pero era una situación imposible y el 25 de abril de 1911 se suicidó abriéndose el vientre en un remedo de un seppuku japonés. Seis días antes se había internado a su esposa en un psiquiátrico.
Dejó tres cartas de despedida: una a sus hijos, otra a los editores de los periódicos de Turín y, la última, a sus editores.
«A vosotros, que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semi miseria o aún peor, solo os pido que, en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari».
Uno de sus admiradores, impresionado por lo sucedido y las circunstancias, juró que, si tenía oportunidad, se vengaría en nombre de su admirado autor. Se llamaba Benito Mussolini y no olvidó su juramento.