Batalla del Jarama: guerra y propaganda
Durante esta contienda fue la primera vez que fuerzas del Frente Popular consiguieron frenar un ataque nacional en campo abierto
El Ejército Nacional (EN) y el Ejército Popular de la República (EPR) se enfrentaron, en febrero de 1937, en la batalla del Jarama. Ambos bandos, como es lógico, se adjudicaron la victoria. Aunque, la propaganda del Frente Popular fue más eficaz. Algunos historiadores eclécticos han considerado que el encuentro terminó en tablas.
El EN, una vez fracasado el choque frontal, trató de envolver Madrid, mediante dos acciones simultáneas de envolvimiento convergentes. Una por el sur, desde Valdemoro, y otra por el norte, desde Guadalajara. Pero, el retraso en la toma de Málaga impidió la incorporación, en tiempo oportuno, del Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas, para participar en la operación del norte.
Las opciones de suspender o retrasar la operación no fueron tenidas en cuenta, porque, en primer lugar, el avance sobre Madrid era en cuña, y factible de estrangulamiento por la gola, mediante una contraofensiva del EPR, un ensanchamiento de la penetración lo imposibilitaría. En segundo lugar, no podían perder la iniciativa. Cambiar de frente suponía mover la masa de maniobra. Lo que requería tiempo, que se concedía gratuitamente al enemigo para que pudiera tomar la iniciativa.
Por último, dificultaba la organización y preparación enemiga, que tenía en marcha. Efectivamente, las brigadas internacionales, que fueron sus principales fuerzas de reacción, tuvieron que acudir a la batalla sin la preparación suficiente. Hubo unidades que solo habían hecho cinco disparos de instrucción y, por falta de instrucción, la compañía británica de ametralladoras, se tuvo que retirar de la línea de fuego, en pleno combate, por mal municionamiento.
El objetivo de la operación, lógicamente, era menos ambicioso que el inicial, con dos acciones convergentes. El nuevo objetivo se fijó en cortar la carretera de Madrid a Valencia, por Arganda y, en caso de ruptura del frente, tener previsto explotar el éxito hasta Alcalá de Henares.
La acción debía ejecutarse por sorpresa y no se consiguió, porque las lluvias torrenciales retrasaron 12 días el inicio del ataque. Sorprendentemente, las fuerzas atacantes eran muy inferiores a las defensoras.
El EN contaba con unos 18.000 hombres, 55 carros de combate ligeros y con muy escasas reservas mientras que el EPR contaba con unos 30.000 hombres (casi el doble), 30 carros rusos T-26 (más coraza y potencia de fuego) y completa superioridad aérea. Además, se daba la circunstancia que estaba acumulando fuerzas en el sector del Jarama para realizar una ofensiva, lo que facilitó la llegada de reservas al campo de batalla y la acción defensiva ante el ataque nacional.
Conclusiones sobre la batalla
El EN consiguió una penetración de unos 60 km en el territorio enemigo, y ensanchó su base de operaciones sobre Madrid. Después el frente se estabilizó, y las líneas se fortificaron en ambos bandos, capaces de disuadir de cualquier aventura ofensiva por este sector.
Aunque no ocupó la carretera de Madrid a Valencia, sí que la dominó por el fuego, obligando a buscar soluciones alternativas. Además, se adelantó y desbarató la ofensiva que estaba planeando y preparando el EPR por ese sector.
Esta batalla fue la primera vez que fuerzas del Frente Popular consiguieron frenar un ataque nacional en campo abierto, lo que indudablemente les proporcionó una importante inyección de moral y autoestima. Sin embargo, no fueron capaces de tener éxito en la contraofensiva, a pesar de su manifiesta superioridad. Es decir, mostraron ciertas capacidades defensivas a campo abierto, pero no capacidades ofensivas en las mismas condiciones.
Mientras que el EN, más equilibrado, demostró capacidades defensivas y ofensivas, a pesar de estar en inferioridad de medios. Al final, el desgaste fue mayor en el EPR con 10.000 bajas, que en el EN que tuvo 7.000, dato importante en una guerra larga y de desgaste.
La guerra y la propaganda
La propaganda es una poderosa arma de guerra. Pero, también puede tener efectos colaterales y contraproducentes, como el «fuego propio» (y no el anglicismo «fuego amigo», porque es una absurda contradicción, usada por quienes aprendieron antes inglés que léxico militar español).
La batalla del Jarama aumentó la autoestima del EPR y, amplificada por la propaganda, les hizo sobrevalorar sus verdaderas capacidades en batalla campal.
La batalla defensiva de Guadalajara, contra las tropas italianas del EN al mes siguiente, también hábilmente explotada por la propaganda, acrecentó la autoconfianza de políticos, mandos y tropa de la superioridad del EPR sobre el EN. Pero, no evaluaron bien todos los factores:
Las tropas del escalón de ataque italiano eran milicianos fascistas, alistados precipitadamente y con deficiente instrucción. Mientras que, las del EPR estaban ya muy fogueadas.
Los italianos intervinieron en la liberación de Málaga, y dejaron constancia de una dudosa moral y que su avance motorizado por la carretera adolecía de una deficiente seguridad de los flancos. El Estado Mayor español vaticinó que sería muy vulnerable ante un enemigo que ofreciera mayor resistencia y tuviera superioridad aérea.
Efectivamente, las fuerzas italianas quedaron embotelladas sobre la carretera de Guadalajara, con el terreno embarrado por nieve y lluvias. La contraofensiva del EPR se desarrolló, con superioridad aérea, sobre los flancos al descubierto de la penetración italiana, que sufrió muchas bajas y una gran desmoralización.
La propaganda del EPR enalteció, hasta límites hiperbólicos la batalla de Guadalajara y obscureció la desfavorable batalla de Garabitas (abril). Este exaltamiento le llevó a atacar en campo abierto en la batalla de Brunete (julio del mismo año) donde tropezó con la cruda realidad: la superioridad táctica del EN.