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Rani Lakshmi Bai. Acuarela. ca. 1885Victorian & Albert Museum

Lakshmi Bai, una reina contra el canon: rebelde, monarca y guerrera

En 1858, con el motín de los Cipayos, la reina Lakshmi Bai, se unió a los príncipes rebeldes capitaneando a los soldados de Jhansi. Aunque murió en el campo de batalla, la reina desafió el poderío del imperialismo británico

Hay personajes históricos que exceden el tiempo y el espacio. Este es el caso de la Rani (reina) de Jhansi, Lakshmi Bai. Rani que pasó a la historia como la mayor heroína de la India, abanderada del independentismo hindú, fue aún mucho más. Fue una figura extraordinaria que lideró el motor de su propia historia. Luchó, literalmente, en contra de las imposiciones del imperialismo británico y de sus propias tradiciones para defender su estatus. Cuando falleció su marido, el marajá de Jhansi, se esperaba que practicara el satí o el suicidio ritual de las viudas en las piras funerarias de sus maridos, sin embargo, apeló a la prohibición británica para evitar la inmolación. Se aferró a los shastras (leyes) hindúes para defender los derechos hereditarios de su hijo adoptivo y se erigió como regente. Cabe preguntarse, ¿cómo se gesta una figura así de reaccionaria en la India del siglo XIX?

Bajo el domino de la Compañía de las Indias Orientales

Para entender la historia de nuestra heroína, hay que remitirse a la Rebelión de la India de 1857 que se inicia en forma de motín militar. En la Rebelión de la India, subyace la opresión cultural, religiosa y económicas impuesta por el dominio de la Compañía de las Indias Orientales. La colonización de la India parte de la iniciativa privada. La Compañía de las Indias Orientales se instaló en la India en el siglo XVII para importar seda, algodón y especias. La Corona británica favoreció estas actividades en la medida en que el tesoro nacional iba in crescendo. Si bien, a partir de 1820, los británicos emprendieron una campaña para usurpar el control territorial a los príncipes hindúes, que se hizo extensiva hacia territorios del sur entre 1848 y 1854.

Para ello impusieron una serie de normas que vulneraban las tradiciones hindúes, como negar el derecho sucesorio a los hijos adoptivos de los reyes fallecidos sin varones naturales. Para consolidar estas anexiones se desplegó un ejército de 200.000 soldados cipayos a cargo de 40.000 soldados británicos.

Grabado titulado Cipayos dividiéndose el botín después de su motín contra el dominio británico

La reina de los Cipayos

El ejército de cipayos estaba formado por nativos hindúes y musulmanes que servía fielmente a la Compañía de Las Indias Orientales. Pertenecer al ejército de Bengala, les otorgaba a los soldados cierto estatus e incluso privilegios. Los cipayos se veían a sí mismos como una élite. El origen del motín partió del pulso con los altos mandos que pretendían socavar dichos privilegios y les exigían la modernización. Ello implicaba hacer uso de un nuevo fusil, el Enfiel P53 que, al cargarlo manualmente, el soldado debía morder el extremo del cartucho que usaba como lubricante, grasa de cerdo y de vaca. Este gesto chocaba con los preceptos religiosos de nativos musulmanes e hindúes que repudiaban ingerir alimentos derivados de dichas especies.

La revuelta, que se inició como confrontación a la imposición cultural británica sobre los soldados, fue la chispa que encendió la mecha de la rebelión. Rebelión justificada por la rápida expansión territorial británica, la prohibición de tradiciones legendarias hindúes, la impunidad jurídica otorgada ante los abusos de ciertos oficiales británicos que impusieron la tortura como método habitual de opresión y las elevadas cargas fiscales sobre el pueblo indio. Algunos reyes locales aprovecharon la insurrección de los cipayos para enfrentarse a los soldados británicos. La reina de Jhansi, Lakshmi Bai, no dudó en empuñar el sable y dirigir a sus soldados en contra de las tropas británicas.

Lakshmi Bai, era hija de un brahmán ordinario de la corte de Baji Rao II, donde recibió una educación reservada solo para varones, aprendiendo artes marciales, equitación y esgrima. Sobre los 8 años fue casada con el anciano marajá de Jhansi, Gangadhar Rao con el propósito de ofrecer un hijo varón que perpetuara la herencia dinástica. El cometido fue satisfecho, pero a los pocos meses de nacer el vástago, falleció y, siguiendo la tradición hindú de acoger en adopción a un niño de la familia real como sucesor del rey, adoptaron a Damodar Rao. En 1854, a la muerte del marajá, Lakshmi Bai debía de entregar sus dominios a la Compañía de las Indias Orientales en virtud de la infame doctrina de la caducidad, por la que la compañía no reconocía los derechos de heredabilidad del pequeño Damodar Rao.

La reina, no aceptó servilmente la anexión y emprendió una lucha diplomática, llegando a contratar a John Lang, un abogado europeo, para defender su caso. La compañía ignoró los requerimientos de la gobernadora y estableció una guarnición en Jhansi para supervisar los asuntos económicos del reino. Agotadas las vías diplomáticas, y aprovechando el motín de los Cipayos, Lakshmi Bai no dudó en unirse a los príncipes rebeldes capitaneando a los soldados de Jhansi, para luchar por sus derechos como regente. Jhansi, se convirtió en el principal bastión hostil de la región, si bien en febrero de 1858, los ejércitos británicos liderados por el general Hugh Rose consiguieron sitiarla y a pesar de la dura resistencia, capituló. La pérdida de Jhansi no puso fin a la batalla de Lakshmi Bai que, sin perder el entusiasmo, huyó con un grupo de leales para reunirse con otros líderes rebeldes. Lakshmi Bai, junto a Nana Saheb y Tantya Tope llegaron a hacerse con la fortaleza de Gwalior. Hugh Rose, que había puesto precio a la cabeza de la reina, la persiguió hasta Morar, donde finalmente Lakshmi Bai murió en combate.

Fortaleza de Gwalior

La lucha de Lakshmi Bai no evitó que el pueblo hindú continuase siendo subyugado por Gran Bretaña, pero contribuyó al cambio de estatus. Tras el control de la rebelión, la reina Victoria anuló los derechos de la Compañía de las Indias Orientales y declaró que la India era un dominio de la corona británica y los hindúes súbditos de su Majestad.

Alimentada por la mitología popular, la Rani ha pasado a constituir un icono identitario hindú. En la India, los niños aún corean el estribillo del poema, Jhansi ki Rani (sobre la valiente Reina de Jhansi) de Subhadra Kumari Chauhan, el Ejército Nacional Indio contó con un regimiento femenino llamado Rani de Jhansi. Su leyenda ha inspirado e inspira las plumas de escritores, guionistas, y a todos aquellos que miramos y admiramos el pasado.

Grabado de Rani Lakshmi Bai en la Rebelión de la India 1857