9 de febrero de 1922: la paz y la estabilidad económica europea, en manos de la alianza franco-inglesa

El Debate del 9 de febrero de 1922 destacaba en primera plana el discurso pronunciado por Robert Cecil, miembro del Parlamento británico en el que aseguraba que Gran Bretaña y Francia estaban «llamadas a ser los dos países más influyentes de Europa». Por lo que si las tensiones entre ambos países continuaba, esto dificultaría en gran medida su misión «común encaminada a afirmar la paz y restablecer la normalidad económica en Europa».

Por otro lado, también expuso la tesis de que la política que debía seguir la alianza franco-inglesa tenía que ser «la de amigos y aliados, pero no de dominadores de Europa». Además, lamentaba que la Conferencia de Génova no fuese propuesta por la Sociedad de Naciones, informaba El Debate. Pues para él era impensable que una Conferencia que perseguía los objetivos de la Sociedad de Naciones fuera convocada por un país que todavía no pertenecía a esta.

Cecil también denunciaba que el entonces Gobierno británico no tuviese simpatía con dicho organismo, del que él mismo ayudó en la redacción de sus estatutos, pues «de continuar en esta actitud el Gobierno inglés será un golpe mortal para la Sociedad de Naciones».

En este sentido comparaba con la reciente celebrada Conferencia de Washington de la que aplaude ser «la cooperación internacional para lograr el desarme, para lograr mayor entendimiento entre las naciones».

Otro de los aspectos que recoge El Debate sobre el discurso de Cecil era que el diplomático no veía con buenos ojos que el pacto anglo francés fuese dirigido en contra de Alemania, pues incluso ya, tras la firma del Tratado de Versalles, se opuso enérgicamente a las exigencias y abogó por suavizar las sanciones para Alemania.

Robert Cecil destacó por su implicación en la creación de la Sociedad de Naciones así como la difusión de sus objetivos. Dedicó gran parte de su vida a este organismo. Presidió un comité de reconstrucción de la Unión en julio de 1919, su objetivo principal era asegurar que la Unión construyera un poderoso grupo de presión pro-Liga en Gran Bretaña para asegurarse de que el gobierno pusiera el Liga en el centro de su política exterior.