Verdún, 1916: cuando Falkenhayn desató la barbarie
El plan de Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor alemán, nunca fue el de conquistarla, sino convertirla en cementerio de soldados franceses, en un matadero que obligase a Francia a rendirse al ver menguadas drásticamente sus fuerzas
El pasado 21 de febrero se cumplieron 106 años de la batalla de Verdún, la más sangrienta y encarnizada de la Primera Guerra Mundial. Ha quedado, junto con la batalla del Somme, como la mejor muestra de las atrocidades de las que es capaz el hombre para vencer a su enemigo.
El 3 de agosto de 1914 Alemania declaró la guerra a Francia y Reino Unido; a Alemania un día más tarde. Alemania esperaba obtener una victoria rápida en el frente occidental que en pocas semanas los llevase a controlar París. Sin embargo, tras la derrota de los alemanes frente a los franceses en la conocida como Batalla del Marne, en septiembre de 1914, comenzó un periodo de estancamiento en el frente occidental con la aparición de complejos sistemas de trincheras y fortificaciones.
Desde 1914 el frente occidental no había sufrido apenas modificaciones y el Reino Unido había impuesto el bloqueo naval a Alemania. El Estado Mayor alemán era consciente de que debía asestar un golpe decisivo a los aliados o, de lo contrario, la superioridad británica y francesa en hombres y recursos decantaría, a largo plazo, la victoria para los aliados.
Fue entonces cuando Erich von Falkenhayn, jefe del Estado Mayor alemán desde 1914, puso el foco sobre Verdún, una ciudad protegida por una gran cantidad de fuertes y uno de los símbolos de la historia de Francia. La ciudad carecía de valor estratégico o militar, pero Falkenhayn era consciente del esfuerzo que harían los franceses para mantener la ciudad. Su plan nunca fue el de conquistarla, sino convertirla en cementerio de soldados franceses, en un matadero que obligase a Francia a rendirse al ver menguadas drásticamente sus fuerzas. Su plan era ocupar las colinas al otro lado del río Mosa y obligar a los franceses a contratacar aniquilando así sus divisiones. Falkenhayn creía que al final de la ofensiva el resultado sería de cinco bajas francesas por cada dos alemanas. Se equivocaba.
El 21 de febrero de 1916 a las 7:15 de la mañana, la artillería alemana siembra el caos en los 30 kilómetros que abarcan las posiciones francesas en el frente de Verdún. En ocho horas se disparan, por parte de los alemanes, en torno a dos millones de obuses dejando los bosques, las colinas y las trincheras francesas en un amasijo de barro, fuego y restos humanos. En las primeras horas los franceses no tuvieron otro remedio que contemplar como sus hombres perecían bajo el fuego intenso de las baterías germanas y, sin embargo, resistieron. Las primeras avanzadillas teutonas se toparon con los restos de los regimientos franceses que habían sobrevivido a la lluvia de metralla y consiguieron detener su avance. Entre estos soldados que aún empuñaban el fusil se encontraba el coronel Driant al mando de una semibrigada de cazadores alpinos que había perdido al 80 % de sus hombres (unos 1.100 hombres) y que resistió las embestidas de las tropas de asalto alemanas. Falleció al día siguiente por una bala de ametralladora y se convirtió en un símbolo para la infantería francesa.
Desde julio hasta el final de la batalla de Verdún, los franceses fueron recuperando todo el terreno perdido
El 25 de febrero, tras la acción valiente y espontánea del sargento Kunze, los alemanes tomaron el fuerte de Douaumont y apresaron a sus 58 defensores. Esta conquista se convirtió en un medio de la propaganda alemana para avivar la moral de una población cada vez más hastiada. En ese momento el general Pétain fue quien estuvo al mando de las tropas francesas de Verdún y era consciente de que no podría retirarse por el peligro que supondría para la moral del país y para la estabilidad del gobierno. Pétain ideó un mecanismo para que el flujo de tropas y víveres no cesase durante toda la batalla. Es la conocida como Voie Sacrée (Camino Sagrado). Se estima que, durante la batalla, día y noche, pasaba un vehículo cada 14 segundos.
En los meses siguientes, marzo y abril, los alemanes atacaron la margen derecha del río Mosa, tomaron el montículo de Mort-Homme y atacaron el fuerte de Vaux. La estrategia francesa se había presentado como estrictamente defensiva, por lo que el Estado Mayor francés sustituyó a Pétain por el general Nivelle de marcado carácter ofensivo. Sin embargo, y a pesar de los intentos de reconquistar el territorio perdido por parte de los franceses, en junio y julio, los fuertes de Vaux, Thiaumont y Souville, cayeron en manos alemanas, que hicieron uso de lanzallamas y gas fosgeno.
La desastrosa campaña se cobró una víctima más, Falkenhayn, destituido de su puesto como jefe del Estado Mayor alemán
El inicio de la ofensiva en el río Somme (norte de Francia) por parte de los británicos a principios de julio propició que los alemanes se pusiesen a la defensiva en todo el frente occidental. Desde julio hasta el final de la batalla de Verdún, los franceses fueron recuperando todo el terreno perdido. La desastrosa campaña se cobró una víctima más, Falkenhayn, destituido de su puesto como jefe del Estado Mayor alemán y sustituido por el renombrado general Ludendorff en agosto de 1916.
Las bajas de ambos bandos oscilaron entre 350.000 y 540.000 en las tropas francesas y 340.000 y 430.000 en las alemanas. El 18 de diciembre el frente quedó como al inicio de la ofensiva. Verdún se convirtió en un matadero, en la muestra de la barbarie que desataron los altos mandos de los ejércitos durante toda la contienda, carentes de cualquier conciencia humana o de misericordia con sus hombres. En aquella batalla, al igual que en otras de la guerra, alemanes y franceses vieron morir a sus hijos por nada.