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La Rebelión de los Bóxers

La Rebelión de los Bóxers

La violenta reacción contra los misioneros, el poder económico y militar de los extranjeros en China

La irrupción extranjera fue agresiva y cada conflicto culminaba con los llamados «tratados desiguales» que obligaban a China a abrirse al comercio, pagar fuertes compensaciones y ceder territorios

China comenzó a tener contacto con Europa poco antes del siglo XII, cuando las caravanas de mercaderes vincularon comercialmente a ambas civilizaciones. A comienzos del siglo XVI, algunas naciones europeas ya habían situado fábricas en las costas chinas, pero ante los excesos cometidos por los occidentales, los chinos se negaron a abrir nuevos puertos y trataron de continuar con un aislamiento secular.

Esta política les llevaría a chocar con los británicos, quienes trataron de introducir el comercio ilegal del opio dentro de los mercados, lo cual provocaría una crisis de carácter nacional que desencadenaría las Guerras del Opio, a causa de la negativa por parte del emperador, al considerar la venta del opio ilegal y dañina. Ambas guerras fueron una humillación para los chinos al subestimar la tecnología industrializada de los europeos y poco pudieron hacer ante los buques de guerra europeos y sus cañones más avanzados que perforaban los muros de piedra.

El Tratado de Nankín obligó a ceder Hong Kong al Reino Unido, a abrir todos los puertos importantes y el control de las aduanas quedó en manos de los occidentales. El poder de la Dinastía Manchú, también conocida como la Dinastía Qing, sufrió el resentimiento de la población y a causa de ello estallaron numerosas revueltas interiores en las décadas siguientes, siendo la más importante la Revuelta Taiping (1851-1864), una fallida revuelta campesina que abogaba por echar a los manchúes y a hacer unas reformas de carácter antifeudal y anticonfuciano. China volvería a perder otra guerra en 1894, pero esta vez contra el Japón, el cual termina por adquirir el protectorado sobre la península de Corea como resultado de la victoria.

Ejército de la dinastía Qing: Los dos soldados de la izquierda son el 'New Gun Army'. El soldado en el centro del frente es el ejército regular regular. El boxeador de la derecha

Además de estos desastres militares y la debilidad económica vinieron los desastres naturales, que fueron vistos por los más supersticiosos de la sociedad china como un castigo por aceptar el cristianismo, llevándoles a la radicalización.

Los bóxers constituían una sociedad secreta conocida también como los Yihetuan –«puños rectos»– con connotaciones políticas, además de ser practicantes de artes marciales. Su objetivo era expulsar a los extranjeros de China y al principio también derrocar a la Dinastía Qing. Eran llamados «boxeadores» por los británicos porque los miembros practicaban el boxeo como parte de su estilo de lucha de artes marciales. Aunque fueron al principio un grupo minoritario, los Yihetuan habían crecido en fuerza e influencia en el norte de China en la década de 1890.

La dinastía había perdido apoyo popular con cada desastre que golpeaba a China. Al declarar la guerra, la familia imperial respaldó la rebelión de los bóxers

En 1899 emprendieron una campaña de terror por el norte del país que, inicialmente, se dirigió contra misioneros cristianos, pero también contra sus compatriotas. Los chinos convertidos al cristianismo habían abandonado las ceremonias y prácticas tradicionales del país en favor de sus nuevas creencias, lo cual fue visto como una provocación para los Yihetuan.

El 21 de junio de 1900, estalla una nueva revuelta antioccidental por parte de los Yihetuan, liderados por el Príncipe Tuan, en el distrito diplomático de Pekín. Las prácticas occidentales rompían con la convivencia china; los mercaderes europeos traían productos baratos que acababan con los mercados locales.

Boxeadores en Tianjin

La Corona, en manos de la emperatriz Tz´u Hzi (o Cixi), alentó encubiertamente a los rebeldes y más tarde les apoyó junto con las tropas imperiales declarando la guerra a las potencias extranjeras y sus embajadas tuvieron que aguantar un duro asedio. La dinastía había estado perdiendo apoyo popular con cada desastre que golpeaba a China. Al declarar la guerra, la familia imperial había respaldado claramente la rebelión de los bóxers, probablemente como un intento de demostrar que estaba de acuerdo con la mayoría de la población china, pero también demostró que había perdido el control del país.

Una fuerza internacional integrada por tropas de Austria-Hungría, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos fue enviada a China para poner fin a la rebelión de los bóxers y rescatar a los diplomáticos retenidos en Pekín. A pesar de un difícil conflicto, en última instancia, los extranjeros tuvieron éxito en controlar la situación el 14 de agosto de 1900. En ese momento, cientos de extranjeros en Pekín habían sido asesinados, así como miles de cristianos.

Grabado en madera japonés que representa a las tropas de la Alianza de Ocho Naciones

Como resultado, las tropas internacionales se establecieron en Pekín para proteger a los diplomáticos en el futuro y la derrota de los bóxers puso en tela de juicio el papel ejercido por la Dinastía Qing, que se desprestigió en el extranjero y precipitaría su caída en 1911, siendo proclamada la República China. En la práctica, el país se convirtió en una colonia; el norte se lo repartieron los rusos y los japoneses, y los ingleses se quedarían con Hong Kong.