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Ilustración japonesa de la Batalla de Shiroyama

La batalla que inspiró 'El último samurái'

La película protagonizada por Tom Cruise está basada en la batalla de Shiroyama, la batalla final del conflicto generado por la rebelión Satsuma y que supondría el final de la clase samurái

Una de las batallas más conocidas en la historia moderna del Japón, probablemente se la de Shiroyama, batalla que inspiró la historia de El último samurái, y que supuso un choque entre lo que fue la tradición guerrera japonesa (representada por los samuráis, la élite guerrera) y el ejército moderno del emperador, fruto de la Restauración Meiji.

El enfrentamiento tuvo lugar en Kagoshima, nueve años después del inicio de la ya citada Era Meiji (1868), que supuso el comienzo de las modernizaciones de un Japón adentrado todavía en la época feudal. Las reformas fueron llevadas a cabo por el emperador Meiji (Mutsuhito), y empezaron a afectar al modo de vida de los samuráis y los daimyôs (señores feudales). Entre las nuevas medidas impulsadas por el gobierno estaban, la sustitución de los feudos por las prefecturas, que pasarían a ser propiedad del poder central y controladas por él; además de la abolición de los privilegios a la clase samurái y las medidas que afectaban a las tradiciones, como el cambio de vestimenta o la prohibición del uso de katanas (sable japonés) en público.

Saigō Takamori (sentado, con uniforme occidental), rodeado de sus oficiales. Artículo en el periódico Le Monde Illustré, 1877

Tras esta situación aparecerá uno de los protagonistas de esta historia, Saigo Takamori. Este veterano samurái había colaborado en el gobierno Meiji, hasta que en 1873, descontento por las decisiones del nuevo poder, se retira al viejo feudo de Satsuma (prefectura de Kagoshima) en la isla de Kyushu, al suroeste de Japón. Allí fundó una academia militar en la que formó al ejército de samuráis que se le unieron. Estas noticias llegarían a oídos del gobierno imperial, que comenzaría a preocuparse debido al arsenal militar que se encontraba en la región de Satsuma. De este modo, el gobierno mandaría expediciones a Osaka (al suroeste de Tokyo) que serían rechazadas, y los samuráis fieles a Takamori comenzaron a planear una expedición a la capital a partir de principios de 1877.

Saigo Takamori decidió entrevistarse con el gobierno central, al cual consideraba corrupto y descaminado ya que estaba influyendo de forma negativa al emperador, al que Saigo seguía mostrando lealtad. En la marcha a Tokyo, los samuráis rebeldes decidieron sitiar y asaltar el castillo de Kumamoto, pero los refuerzos imperiales rechazarían el ataque de Saigo, reduciendo así su ejército a unos 3.000 hombres. Los rebeldes sufrirían una serie de derrotas menores mientras retomaban su vuelta a Kagoshima para obtener provisiones.

El 23 de septiembre de 1877, las tropas de Saigo serían cercadas en la colina de Shiroyama por el mariscal imperial Yamagata Aritomo, el cual ordenaría a su ejército la construcción de trincheras que harían imposible la huida de los samuráis de Satsuma. Ese día, el general imperial envió una carta al samurái para que sus tropas se rindieran. Sin embargo, Saigo rechazó la oferta debido a su código de honor como samurái, y durante la madrugada del día siguiente se inició el fuego de la artillería imperial, apoyada por los buques de guerra situados en el puerto. Las fuerzas samuráis fueron reducidas drásticamente a unos 40 hombres y el líder de los rebeldes quedó herido, retirándose a un lugar seguro para cometer seppuku (suicidio ritual). Así terminaba la vida del que sería conocido como «el último samurái».

El ejército imperial contra los samuráis rebeldes durante la rebelión de Satsuma

Los pocos guerreros restantes, aislados y sin esperanza de victoria, inician una carga suicida contra el ejército imperial. Los cañones y las balas incesantes de las ametralladoras imperiales terminaron con las vidas de los samuráis, liderados en esa última carga por Beppu Shinsuke, la mano derecha del difunto Saigo.

Tras la batalla, la rebelión de Satsuma llegó a su fin, y con ella también llegaría el final de la clase samurái, que sería desplazada definitivamente para construir un ejército japonés occidentalizado y completamente modernizado. Las nuevas armas traídas de Occidente suponían un nuevo horizonte en el desarrollo de las guerras, y las armas tradicionales quedaban desplazadas.

En definitiva, Shiroyama supuso el fin de la tradición guerrera japonesa y el inicio de una nueva era que transformaría a Japón en la mayor potencia moderna de Asia.