Cuando Rusia y Japón se enfrentaron por Manchuria y Corea
A pesar de la brevedad del conflicto, la guerra ruso-japonesa fue un momento decisivo para ambos países. Para Rusia fue el desencadenante de profundos cambios que comenzarían con la Revolución de 1905 y para Japón sería un hito en el impulso de su expansionismo asiático
La guerra ruso-japonesa se inició el 8 de febrero del 1904 y finalizó el 5 de septiembre del 1905. El conflicto fue debido a las ambiciones imperialistas de Rusia –intentando conseguir una salida al mar más cálida que las del norte– y la de Japón de tener territorios en Asia. La guerra se desarrolló en los territorios de Manchuria y Corea.
Al considerar que la penetración rusa en Corea y Manchuria suponía un riesgo para su seguridad nacional, Japón exigió a Rusia que abandonase Manchuria, en cumplimiento de los acuerdos de 1900. Rusia dilató las conversaciones diplomáticas durante dos años y Japón, harto de esperar en vano una respuesta, rompió las relaciones diplomáticas el 6 de febrero de 1904.
El enfrentamiento tuvo su origen en una guerra anterior chino-japonesa por obtener el control de Manchuria, una región situada al Norte de China y que Japón deseaba convertir en su satélite para obtener de ella materias primas. En esa guerra, la victoria japonesa no fue completa por la intervención diplomática de las grandes potencias occidentales, que no deseaban que una sola potencia lograra todo el poder en la zona. Por ello, los derechos a ocupar Manchuria se cedieron Rusia, que desde el Norte, presionaba para poder construir la línea férrea del Transiberiano.
El 5 de febrero de 1904, el Imperio Ruso se mostró determinado a mantener sus fuerzas en Corea, y a ejercer su dominio sobre la Manchuria. Ese mismo día el gobierno japonés envío un memorándum a la embajada rusa en Tokio, por el que se rompían relaciones diplomáticas. Al día siguiente, el agregado naval ruso informó a su país del cese de las relaciones, y anunció que podían esperarse acciones militares contra fuerzas rusas en cualquier momento y sin previo aviso, incluyendo el desembarco de tropas en la península de Corea. Rusia no prestó mayor importancia a la comunicación. Gran parte de la confianza de Rusia estaba depositada en su aparente superioridad militar. Sin embargo, los hechos demostraron todo lo contrario.
A pesar de contar con uno de los ejércitos más numerosos del mundo, en su extremo oriental, Rusia contaba con 350.000 hombres, mientras que las fuerzas del Japón ascendían a 850.000, más del doble, con una capacidad de movilizar hacia el continente casi 200.000 soldados en corto tiempo.
El poder naval era decisivo
El otro factor de importancia que Rusia descuidó fue el naval: para determinar los destinos de la zona en disputa, el poder naval sería decisivo. Más aun considerando que los japoneses deberían contar con el dominio absoluto de los mares para abastecer a sus tropas en el continente, para ello era vital dominar los mares de China y Japón, y el altamente estratégico Estrecho de Corea.
La flota rusa era superior en número a la de su contrincante, aunque las unidades niponas eran más modernas, sin contar con la amplia experiencia en combate que habían adquirido en la lucha contra los chinos.
Para el 8 de febrero, las tropas japonesas habían desembarcado en el puerto coreano de Chemulpo sin ser atacados por las unidades rusas allí estacionadas. Cuando al día siguiente los buques rusos intentaron salir del puerto, fueron atacados por fuerzas navales japoneses, siendo puestos fuera de combate o hundidos.
El día 10 de febrero fue la declaración formal de guerra del Japón, y para ese entonces Rusia, todavía contaba con la expectativa de vencer a los nipones de imponerse en el este asiático. Durante el primer semestre de 1904, todas las acciones militares llevadas cabo resultaron en derrotas sucesivas para los rusos. Como las unidades navales rusas habían sido duramente castigadas, el zar ordenó que la flota del Báltico comandada por el almirante Rojestvensky zarpase hacia el teatro de operaciones oriental. La flota se enfrentaría a un viaje de más de 18.000 millas a través de tres océanos y sin un solo puerto ruso en las singladuras.
El estratégico Port Arthur
En diciembre de 1904 la flota rusa de oriente había sido hundida o capturada casi en su totalidad, y el estratégico Port Arthur había caído en manos japonesas. Mientras tanto, la flota del Báltico seguía avanzando, y se detuvo por un largo período en Madagascar, al amparo del gobierno francés. La noticia de la caída de Port Arthur fue un gran golpe a la moral rusa. Allí recibió la flota la orden de dirigirse a Vladivostok. A principios de mayo de 1905, el contraalmirante Negobatoff se unió a Rojestvensky. Había recibido órdenes de Moscú de cruzar el canal de Suez con una escuadra de viejos buques y unirse a la flota del Báltico en aguas cercanas a la Cochinchina francesa.
El 25 de mayo, Rojestvensky entraba por los estrechos de Corea, navegando cerca de la isla de Tsushima, y se preparaba para enfrentar el destino. A primera hora de la mañana los buques rusos, con sus cascos pintados de negro y sus chimeneas de amarillo, fueron fácilmente detectados por los japoneses, que, en sus buques de cascos grises, se confundían en la bruma. Durante el día y la noche del 26 de mayo, se sucedieron los combates navales que culminaron en la derrota de la flota rusa, última esperanza del zar de recuperar el dominio en los territorios perdidos. Para el 27 de mayo, la flota rusa estaba totalmente aniquilada, solo tres buques pudieron escapar.
Las fuerzas rusas perdieron la mayoría de sus buques, destructores y auxiliares, y sufrieron 4.830 muertos, un número indeterminado de heridos, 5.917 prisioneros y 1.862 rusos internados en países neutrales; mientras que los japoneses no perdieron ningún buque, teniendo solo al Kasagi fuera de acción por un corto período de tiempo, sufriendo sólo 117 muertos y 583 heridos.
La derrota táctica y estratégica naval de Rusia, implicó que Japón pudiera seguir abasteciendo por mar a sus tropas en el continente de manera casi ininterrumpida, mientras que las fuerzas rusas debían ser abastecidas desde la Rusia europea a través del lento e inseguro tren transiberiano. Esta desventaja estratégica hizo que el Imperio ruso desistiera de sus pretensiones sobre Corea y se retirara.