La dramática primera guerra de Crimea de 1853 a 1856
Sin lugar a duda estuvo marcada por batallas sangrientas y errores militares. Además, se deben añadir las inclemencias del tiempo y las enfermedades
Este conflicto bélico se puede definir como dramático. Por una parte, estaba la Rusia del zar Nicolás I. Por otro lado, el Imperio Otomano, con la ayuda de Francia e Inglaterra. Esta guerra impidió la expansión del imperio zarista hacia el Mediterráneo y Oriente Medio. ¿Por qué es un conflicto dramático? La guerra tuvo lugar en la península de Crimea entre octubre de 1853 a marzo de 1856. Sin lugar a duda estuvo marcada por batallas sangrientas y errores militares. Además, se deben añadir las inclemencias del tiempo y las enfermedades. Los otomanos impidieron lo que podríamos llamar «última cruzada» para recuperar los Santos Lugares. Si nos referimos a los errores militares, destacar la carga de la brigada ligara durante la batalla de Balaclava. Este es, quizás, el error militar más famoso de la historia moderna. Rusia, al finalizar la guerra, fue derrotada y sufrió 50.000 bajas. Por su parte, los otomanos sufrieron 80.000 bajas, Francia e Inglaterra 75.000 bajas. El conflicto se cerró con la Paz de París firmada el 20 de marzo de 1856.
Ciencia y técnica en el campo de batalla
El conflicto constituye, en algunos aspectos, un hito fundamental en la historia de la guerra. En otros, sin embargo, fue una vuelta a las «guerras limitadas» del siglo XVIII. Los combates fueron testigos por primera vez de la influencia directa de la ciencia y la técnica en el campo de batalla. La invención de la bala «minié» para mosquetes rayados, con acanaladuras en espiral abiertas en el cañón, permitía a los soldados de Infantería alcanzar y herir a los enemigos hasta una distancia de casi 300 metros. Otro elemento de igual importancia fue la aparición de los barcos de vapor en las flotas. Por otra parte, el telégrafo permitió a los Gobiernos de París y Londres comunicarse con los comandantes de los campos de batalla.
La alianza anglo-francesa decide invadir Crimea
En 1854, un ejército ruso cruzó el Danubio e invadió el territorio otomano; británicos y franceses declararon la guerra y enviaron fuerzas a Constantinopla para defender a los turcos. Antes incluso de que pudieran producirse enfrentamientos armados al sur del Danubio, los austriacos intervinieron dando muestras de una asombrosa ingratitud por la ayuda prestada por Rusia en 1849: exigían al Zar que retirara sus fuerzas del territorio otomano. Los rusos accedieron, pero los dirigentes británicos y franceses decidieron dar una lección a Rusia. El resultado fue la Guerra de Crimea.
Tras la retirada de los rusos al norte del Danubio, los comandantes anglo-franceses decidieron invadir Crimea y atacar la base naval rusa de Sebastopol. En septiembre de 1845, la flota aliada, desembarcó soldados ingleses y franceses en la costa de Crimea sin orden ni concierto y por suerte, los rusos no se enfrentaron a ellos. Posteriormente, el ejército conjunto marchó hacia el Sur, dirección Sebastopol. Por el camino se encontró con un ejército ruso apostado sobre las alturas que dominaban el río Alma. Un ataque británico contra el flanco izquierdo arrolló a los defensores; el fuego bien dirigido de los mosquetes estriados masacró a los rusos, concentrados en columnas, mucho antes que la línea del frente se hallara al alcance de los mosquetes enemigos. La victoria a orillas del río Alma reflejó la superior tecnología de los aliados, más que su entrenamiento o su disciplina.
Los rusos defienden Sebastopol
Los aliados marcharon luego contra Sebastopol. Un ataque inmediato los habría llevado, quizá, a tomar el puerto, pero los franceses fueron precavidos, y los preparativos para montar un asedio permitieron a los rusos completar sus defensas. Antes de que el invierno pusiera fin a las operaciones militares, los rusos realizaron dos intentonas de abrirse paso hasta Sebastopol. En Balaclava, debido a una confusión de planes y malentendidos contradictorios, la caballería británica atacó las posiciones de la Artillería rusa situada al fondo de un largo valle. El ataque fue desesperado, y la «Carga de la brigada ligera» se sumó a la lista de fracasos heroicos de los británicos. No obstante, al acabar el día, los aliados seguían aún entre los rusos y Sebastopol.
Un segundo intento no tuvo más éxito. En la batalla de Inkerman, los mosquetes estriados de las tropas aliadas dominaron por completo el campo de batalla; los rusos sufrieron 12.000 bajas, y los aliados sólo 3.000. Pero el invierno pilló al ejército británico sin estar preparado. Su sistema de abastecimiento se vino abajo: las condiciones en las líneas del frente y en los hospitales no tardaron en ser atroces. Los tiempos en que los oficiales de alta graduación podían ignorar las penalidades del soldado corriente eran ya cosa del pasado en las naciones con Gobiernos representativos. Los corresponsales británicos informaron sobre la terrible situación padecida por el ejército, y la indignación pública dio pie a unas reformas sustanciales que iniciaron el proceso de la modernización del ejército británico. Sin embargo, a corto plazo, el invierno de Crimea desbarató las fuerzas británicas, y los franceses y piamonteses tuvieron que cargar en 1855 con el grueso del conflicto. Los rusos realizaron nuevas tentativas para aliviar Sebastopol, pero la tecnología volvió a actuar en su contra.
En su último intento, realizado a mediados de agosto, los rusos sufrieron más de 8.000 bajas, y los aliados menos de 2.000. El 8 de septiembre, los franceses entraron en la fortaleza de Malakoff. Los oficiales que mandaban las columnas de asalto sincronizaron sus relojes por primera vez en la historia. El ataque tuvo éxito e hizo imposible seguir defendiendo el puerto de Sebastopol.
Al final la Guerra de Crimea tuvo escasas repercusiones. Solo sirvió para contener temporalmente las ambiciones rusas en los Balcanes y aplazar hasta el siglo siguiente el hundimiento de Turquía. No obstante, los avances armamentistas que habían marcado la conducción de la guerra en el plano táctico pusieron de relieve que la tecnología y la ciencia eran ahora decisivas para el éxito en el campo de batalla. El bando que reconociera estos cambios y los utilizase en sus fuerzas militares disfrutaría de importantes ventajas sobre sus adversarios.