Los orígenes de los Sforza, un linaje que alcanzaría las más altas dignidades

Cotignola era (y es) un pequeño municipio de la actual provincia de Rávena, en la Emilia Romaña (Italia), demasiado pequeño para tener otra actividad que no sea la propiamente agraria. En el siglo XIV perteneció al patrimonio de Pedro, lo que significaba que pertenecía al Papa. Cotignola tenía una pequeña nobleza rural, propietaria de tierras que explotaban ellos mismos. En este pequeño grupo destacaban el matrimonio formado por Giovanni Attendolo y Elisa dei Petrascini, ambos originarios de las dos más turbulentas familias de la provincia, famosos por sus violentas disputas. Como decía, el matrimonio Attendolo destacaba por formar una pareja destinada más a la guerra que a la agricultura. Tuvieron 21 hijos y los que sobrevivieron fueron tan turbulentos como sus progenitores.

Habitaban en una casa de piedra sin decoración alguna. Las armaduras y las armas de las paredes no estaban como decoración. Elisa nada tenía de ama de casa, a menos que viera a su prole al borde de la desesperación: genio vivo y lengua suelta más que mano en la cocina. A tal nivel de locura llegaba la obsesión por el enfrentamiento que cuando la novia del joven Bartolo Attendolo fue conquistada por un vecino, Martino Pasolini, cuya familia también se las traía, se montó el follón padre.

No, señores. No se confundan ustedes. Los Attendolo no hicieron nada. A Bartolo le trajo al fresco que su novia se casara con otro. Y ese fue el problema. Los Pasolini se sintieron escandalizados. Que los Attendolo no hubieran mostrado interés alguno era una ofensa a la novia que acababa de convertirse en miembro de la familia. La indiferencia hacía pensar que los Attendolo ponían en duda la virtud de la novia. Y ya que no hacían nada, lo hicieron los Pasolini y se desató la guerra. Atacaron y murieron dos Attendolo dejando herido a un tercero Muzio (abreviatura del diminutivo Giacomuccio). La reacción de los Attendolo fue rápida y los supervivientes de la familia de Martino tuvieron que abandonar sus tierras, los parientes que permanecieron consideraron más prudente cambiar el apellido.

¿Y todo esto a qué viene?, se preguntarán. Viene a cuento por que ese tal Muzio, un buen día en que un grupo de condotieros pasó junto a él y le invitaron a unirse, decidió robarle a su padre un caballo y partir para ser soldado. Fue muy afortunado y fundaría un linaje que alcanzaría las más altas dignidades, pero no con su apellido sino con el mote que asumió como apellido: Sforza.