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Infografía: 40º aniversario de la Guerra de las MalvinasKindelán

40 aniversario

Las Malvinas: Argentina contra Thatcher, Reagan y Pinochet

En la primavera de 1982, Argentina y el Reino Unido guerrearon, durante diez semanas, por la soberanía de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur, en el Atlántico meridional

La Organización de las Naciones Unidas consideraba a esos archipiélagos como territorios en litigio entre Argentina y Reino Unido, que los administraba y explotaba. Antaño las islas fueron ocupadas sucesivamente por España, Francia y Argentina. En el siglo XIX, Reino Unido expulsó a los argentinos con ayuda de Washington.

Hay yacimientos de crudo en la plataforma continental de las Malvinas, más de cinco mil millones de barriles potenciales, que son también ricas en pesca. A eso se añade que la posesión de territorios próximos facilitará derechos sobre la Antártida. El archipiélago otorga a su ocupante una posición estratégica sobre el cruce austral y su tráfico marítimo.

Preguerra de la Argentina

En 1981, la dictadura militar era impopular y los sindicatos peronistas agitaban las calles. El 11 de diciembre, la Junta Militar relevó al presidente, el general Roberto Eduardo Viola, y puso en su lugar al teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri. El almirante Anaya le puso como condición conseguir la soberanía argentina en las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, a condición de que fuera incruenta.

Crisis de los chatarreros y la Operación Rosario

Todo se precipitó cuando el 18 de marzo de 1982: 41 trabajadores de la Compañía chatarrera Georgias del Sur S. A., del empresario Costantino Davidoff, arribaron a Puerto Leith en el barco Bahía Buen Suceso, izaron la bandera argentina y cantaron su himno. En respuesta, dos submarinos nucleares británicos zarparon de la colonia de Gibraltar hacia el Atlántico Sur. El Ejército argentino aceleró la Operación Rosario y la dispuso entre el 1 y 3 de abril de 1982.

En marzo, zarpó una flota expedicionaria desde Argentina. El desembarco se inició el 2 de abril y logró su objetivo sin causar bajas británicas, aunque tuvo una propia, el capitán Pedro Giacchino. La guarnición británica se rindió y fue devuelta a Inglaterra junto al gobernador Rex Hunt.

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La ONU

El 3 de abril el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la Resolución 502 pidiendo el cese de hostilidades, la retirada argentina de las islas y la negociación. Con la excepción de Panamá, los miembros del Movimiento de Países No Alineados votaron en contra de Argentina mientras que España, Polonia, China y la Unión Soviética se abstuvieron, pero Moscú no vetó la Resolución.

Ese mismo sábado, Londres lanzó la Operación Corporate para recapturar los archipiélagos.

El 11 de abril, el embajador soviético en Argentina se reunió con el ministro Costa Méndez, a quien informó que la URSS acusaba de la crisis al colonialismo inglés. La Unión Soviética prometió apoyó a Argentina en pago por la ayuda de Buenos Aires durante el embargo agrícola estadounidense de 1980.

América

Galtieri tenía difícil encontrar aliados en Iberoamérica. Entre 1976 y 1981, había mantenido pleitos con Brasil, Chile y Paraguay; había intervenido en Bolivia; apoyaba a los contras en Nicaragua; sin relaciones con Cuba; mantenía el problema de los asilados con México; y desconfiaba de Uruguay. Los únicos aliados de Argentina eran Venezuela, Panamá y Perú a quien, el 1 de junio de 1982, compró diez cazas Mirage VP.48 que no intervinieron en el conflicto por su deficiente estado.

¡Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla!Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de Argentina

Negociaciones diplomáticas

La Casa Blanca envió al secretario de Estado Alexander Haig, quien se reunió con Galtieri el 10 de abril, con Vernon Walters de traductor. Haig advirtió que si seguían en las Malvinas los británicos ganarían la guerra. Tras la reunión, Galtieri proclamó ante la multitud: «¡Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla!».

El 14 de abril el periodista Carl Bernstein, en ABC News, reveló que EE.UU. daba información de sus satélites a la flota británica, aunque el secretario de Asuntos Latinoamericanos, Thomas Enders, lo negó ante el embajador argentino Esteban Takacs. Al día siguiente Reagan y Galtieri conversaron telefónicamente. El dictador insinuó a Reagan la posible intervención de un país prosoviético. El presidente estadounidense le prometió neutralidad mientras las negociaciones continuaran.

El 28 de abril, el órgano consultivo del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca aprobó por 17 votos y cuatro abstenciones –Estados Unidos, Colombia, Chile y Trinidad y Tobago– una resolución que urgía a Reino Unido a cesar las hostilidades y a Argentina a no empeorar la situación.

El 30 de abril Haig admitió el fracaso de las negociaciones y acusó a Argentina de rechazar su propuesta, suspendió la ayuda militar a Buenos Aires y aplicó sanciones económicas que acató la Comunidad Económica Europea. Pero EE.UU. fue más allá: suministró información de inteligencia, cedió el uso de sus bases navales, entregó a los Harrier ingleses los letales misiles aire-aire AIM-9L Sidewinder y Stinger FIM-92 tierra-aire para los comandos del Special Air Service (SAS) británico; además la Delta Force les cedió equipos de comunicaciones. Reagan calificó como «país agresor» a Argentina.

Propuesta de paz

2 de mayo de 1982, el presidente peruano Fernando Belaúnde Terry propuso un alto el fuego, la retirada de todas las fuerzas y una administración de terceros sobre las islas. Ese día, el submarino nuclear británico Conqueror hundió al crucero argentino General Belgrano, a pesar de estar fuera de la zona de exclusión, y también torpedeó las posibilidades de paz.

El 6 de mayo, el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, propuso la retirada de ambos países. Al día siguiente el Reino Unido trasladó fuerzas de elite desde la isla Ascensión al frente de guerra para preparar el desembarco.

El 26 de mayo, el Consejo de Seguridad emitió la Resolución 505. Londres rehusó detener la guerra. El Consejo dio vía libre a Pérez de Cuéllar quien, el 5 de junio, envió un mensaje a Thatcher y a Galtieri, quien rechazó la propuesta.

Reino Unido

En 1982 el Partido Conservador inglés veía descender la popularidad de su primera ministra, Margaret Thatcher, asediada por las huelgas en las minas de carbón. El déficit hacía pensar en reducir la flota. La acción argentina en las Malvinas sorprendió a Londres. El primer lord del Mar, Henry Leach, convenció a Thatcher de retomar las islas militarmente pues «estaba en juego» el prestigio de su país. En el Gabinete de crisis se oyó decir: «Ahora veremos si los argentinos son descendientes de españoles o italianos. Si son descendientes de italianos la guerra acabará pronto, si lo son de españoles la batalla será ardua, larga y dura». El presidente italiano Sandro Pertini protestó por esas palabras.

El 3 de abril Thatcher ordenó la movilización de la Fuerza de Tareas (FT) 317. Dos días después, comenzó la Operación Corporate, cuyo objetivo fijó el jefe del Estado Mayor, Terence Lewin: desalojar a los argentinos y reestablecer el gobierno británico en las islas. El comandante de la Flota, John Fieldhouse, comandó la FT 317 desde Northwood mientras el almirante John Forster Woodward lo hacía como comandante operativo.

Los buques zarparon de Portsmouth el 5 de abril en loor de multitudes. Dos días después, Reino Unido anunció la Zona de Exclusión Marítima (ZEM), advirtiendo que «las naves de guerra argentinas que se encuentran dentro de las 200 millas náuticas de las islas Malvinas, después de las 04:00 h. GMT del lunes 12 de abril, corren el serio riesgo de ser atacadas». Ese día llegó a la ZEM el submarino HMS Spartan, en aguas próximas a Puerto Argentino. El 30 de abril Londres impuso la Zona de Exclusión Total (ZET) para naves y aviones.

Tras el desembarco, el brigadier Thompson encabezó las fuerzas terrestres. Cuando se envió a la 5.ª Brigada de Infantería, al mando del brigadier Anthony Wilson, el general John Jeremy Moore se hizo cargo del mando. En sus tareas destacaron las unidades de comandos SAS y el Special Boat Service (SBS), que llegaron a destruir seis FMA IA-58 Pucará de ataque a tierra en su aeródromo de la isla Borbón y espiaron desde los glaciares los movimientos argentinos.

El secretario de Defensa estadounidense Caspar Weinberger apoyó a Londres facilitándole la base aérea de la Isla Ascensión y equipamiento militar. A todo esto se sumó la Francia de Mitterrand, que brindó información confidencial sobre el avión Super Étendard y el misil antibuque Exocet AM 39 que vendía a Argentina desde 1981 y que dejó de entregar a pesar del contrato. Londres había presionado a París sorprendido por la eficacia de los pilotos argentinos que hundieron ocho buques y lanchas de desembarco y averiaron a más de quince.

Apoyo de Chile

El almirante argentino Anaya decía, respecto al conflicto del Beagle con Chile, que su gobierno confiaba en la mediación del papa Juan Pablo II. Pero, en realidad, como escribió el general argentino Basilio Lami Dozo, «los planes militares eran, en la hipótesis de resolver el caso Malvinas, invadir las islas en disputa en el Beagle».

El general Pinochet ayudó a los británicos. Su Fuerza Aérea coordinó con la inglesa los vuelos de espionaje trasandinos. También avisaban del despegue de los aviones argentinos usando radares de largo alcance, ubicados al oriente de los Andes. Más aún, Pinochet desplegó a su ejército a lo largo de la frontera común, forzando a Argentina a fijar a sus mejores tropas allí, impidiendo que reforzaran las Malvinas con militares cualificados.

El final

Se pusieron en orden de batalla la X Brigada de Infantería Mecanizada y la III Brigada de Infantería, mandadas por los generales Oscar Jofre y Omar Parada. Todas las fuerzas dependían del general Mario Benjamín Menéndez, que era el gobernador militar de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.

A pesar de que Libia abasteció a Buenos Aires de más de 100 misiles 9K32 Strela-2, minas antitanque, radares, etc., los combates terrestres dieron la victoria a los británicos: el desembarco de San Carlos, las batallas de la Pradera del Ganso, de Dos Hermanas, de Longdon, de Puerto Argentino…

Destacó por su heroísmo la aviación argentina, que se estrenaba en una guerra, mientras la infantería pasaba hambre y frío antártico sin que las generosas donaciones de sus compatriotas continentales llegasen hasta ella.

La Guerra de las Malvinas terminó con una victoria militar del Reino Unido, pero también con una victoria diplomática de Argentina

El 14 de junio de 1982 el general británico Jeremy Moore aceptó la rendición del general Mario Benjamín Menéndez. El cese de las hostilidades no afectó a las 18.000 minas terrestres repartidas por las islas. El Gobierno de Thatcher ganó las elecciones por la colosal popularidad que le dio la victoria y la Junta Militar argentina cayó por fracasar en su guerra patriótica. En 1984, el Tratado de Paz entre Argentina y Chile puso fin al conflicto del Beagle.

El precio de todo fueron 74 días de combates entre soldados de quintas y fuerzas profesionales en las que murieron 649 argentinos, muchos soldados, y 255 británicos, bastantes oficiales, además de tres civiles. La guerra costó al Reino Unido 2.600 millones de dólares. El 4 de noviembre de 1982 la Asamblea General de la ONU aprobó la Resolución 37/9, una victoria diplomática de Argentina porque pedía a Reino Unido reanudar las negociaciones para obtener una solución pacífica del contencioso.

En 1989 y 1990 Buenos Aires y Londres firmaron los Acuerdos de Madrid I y II, a cargo del presidente argentino Carlos Menem y la reina Isabel II con la primera ministra Margaret Thatcher, del lado británico, que no olvidó la ayuda del general Pinochet. Pero esa es otra historia.