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Recreación histórica en las calles de BadajozEnrique Sanmartín

El sitio de Badajoz, la muerte de un héroe

211 años después, el pueblo español honra a quien decidió sepultarse en las ruinas de su plaza antes que entregarla al invasor

En el invierno de 1811, durante la invasión francesa, Badajoz era una plaza estratégica para las tropas de Napoleón. Sitiada por el mariscal Soult, la ciudad resiste al mando del general Rafael Menacho, que anima a las tropas y al pueblo en pie sobre la muralla. Y allí murió bajo el fuego francés, negándose a rendir la plaza al grito de «¡Viva la Patria!».

Un completo programa de actos hizo que el último fin de semana de marzo, Badajoz volviera a revivir los Sitios de la Guerra de Independencia, y que la estatua erigida en 2019 en honor del general Menacho quedara oficialmente inaugurada.

Badajoz fue punto de encuentro de múltiples lenguas. Recreadores llegados de diversos puntos de Europa llenaban la ciudad con coloridas vestimentas, acentos lejanos y peculiaridades físicas que impulsaban a adivinar su procedencia. Ya el viernes por la tarde, los aproximadamente 400 recreadores habían tomado posesión de su territorio en el campamento habilitado en el Parque de la Legión, ejerciendo como anfitriona la Asociación Histórico-Cultural de Recreadores Baluarte. Este encuentro entre ingleses, franceses, portugueses, escoceses, irlandeses y españoles era sólo la primera toma de contacto entre los diferentes ejércitos que tendrían que batirse los días posteriores.

Homenaje oficial

El plato fuerte comenzó el sábado 26 de marzo. La Brigada Extremadura XI acudió a la llamada de la Historia y junto con el Ayuntamiento organizaron un acto a los caídos en torno al monumento al general Menacho. Una vez rendidos los honores debidos, el silencio se hizo protagonista. Una corona de laurel adornada con una cinta con la bandera de España se acercaba hacia la efigie de Menacho, portada por dos soldados, mientras un nudo en la garganta se apoderaba del público. De todas las bocas suenan los compases de La muerte no es el final. Después se unirían los tambores a las cornetas en el previo a la descarga de fusilería por la sección de honores.

Monumento al general MenachoEnrique Sanmartín

A continuación, llegó el turno de los recreadores. Coloridos uniformes, sombreros de diferentes formas y tamaños, jovencísimos tamborileros y hasta escoceses con faldas de cuadros inundaron la Avenida de Huelva de Badajoz. Perfectamente formados, desfilaron con tanta maestría que consiguieron retrotraer al público a épocas pasadas. Los Sitios de Badajoz, acontecidos dos siglos atrás, pedían paso en esa especie de túnel del tiempo en el que se había sumergido el público, ya en trance.

Todos miraban a Menacho, erguido, orgulloso, soberbio sobre su pedestal, cuando su escultor tomó la palabra. Salvador Amaya, emocionado, no olvidó mencionar a la Asociación Ciudad Cívica de Badajoz y al Gobierno municipal. Sin su impulso y dedicación, el proyecto de monumento habría quedado en proyecto. Amaya terminó lanzando tres vivas que recibieron una respuesta atronadora del público. Tras el artista, Lourdes Torres, descendiente de Rafael Menacho, invocó a su figura, y a la expresión que usó como respuesta el General cuando los franceses le incoaron a rendir la plaza y que ha quedado como proverbio típicamente extremeño: «¡Viva la Patria!». El cronista oficial de Badajoz, Alberto González, ofreció una semblanza del personaje, y cerró el turno de intervenciones el alcalde, Ignacio Grajera.

Inauguración del monumento a Rafael Menacho en BadajozEnrique Sanmartín

Recreación de la batalla

Empezaba a oler a pólvora. En el campamento empezaban a ponerse las armas a punto y las tropas se disponían a pasar revista. En el ambiente se percibía cierta tensión. La tarde del sábado era el turno para los recreadores y la Puerta del Pilar se preparaba para la batalla. Escaramuzas entre franceses y españoles, cañonazos dirigidos a la muralla, arengas y griterío acontecían hasta que el recreador del general Menacho cayó herido de muerte. Todo Badajoz profirió un grito unánime de horror, similar al que debió acontecer hace algo más de doscientos años. Y ya se sabía el desenlace: la capitulación por parte de José Imaz, rindiendo la plaza que tan enérgica y eficazmente había defendido Menacho durante más de treinta días.

Recreación en las calles de BadajozEnrique Sanmartín

El Sitio había finalizado y la jornada también, pero el domingo 27 nuevos aires se despertaban en Badajoz. El teatro de operaciones se trasladó al Baluarte de la Trinidad y los recreadores tomaban posiciones para recuperar Badajoz, en el caso de los de Wellington y sus aliados, o para abandonarlo derrotados, en el caso de los franceses. En los alrededores no cabía un alma. No sólo pacenses, sino gente de pueblos limítrofes y llegados de diversos puntos de España observaban con gran interés el desenlace y escuchaban con atención las explicaciones del orador. Finalmente, un acto por la paz y la reconciliación, en el que los contendientes rendían homenaje al valiente pueblo de Badajoz, cerraba un fin de semana difícilmente repetible.

Seis años después de su encargo, el monumento a Menacho quedaba inaugurado con un acto a la altura del personaje, Badajoz se postulaba como enclave ineludible para futuros eventos recreadores, y los asistentes volvieron a sus vidas con la sensación de que cuando todo un pueblo rema en la misma dirección, no hay Napoleón que pueda con él.

Recreación en las calles de BadajozEnrique Sanmartín

La Historia

4 de marzo de 1811. Badajoz, plaza estratégica para las comunicaciones francesas, lleva semanas sitiada por las tropas del mariscal Soult. A sabiendas de que las posibilidades de recibir ayuda son cada día más improbables, los españoles resisten el fuego de artillería francés empujados por la determinación de su general, Rafael Menacho. Su respuesta a la última propuesta de rendición había sido un «¡Viva la Patria!» que días después seguía resonando dentro de los muros de la ciudad y contagiaba de ánimo, pundonor y coraje a los pacenses.

Hacía días que el general Menacho había decidido triunfar o morir en aquella plaza y, como era habitual en él, aquel 4 de marzo volvía a dirigir a sus tropas desde lo alto de la muralla. Sólo en una ocasión, cuando un balazo en la pierna le imposibilitó mantenerse en pie, guardó reposo dos días. Al tercero, sus oficiales le comunicaron que la población estaba alarmada por no ver a su General sobre la muralla y, apoyado sobre un bastón y su Sargento Mayor, volvió a tomar su posición habitual para dirigir las operaciones.

Nunca más volvió a faltar de su puesto el general Menacho hasta aquella tarde del 4 de marzo cuando, presenciando los estragos que en las líneas francesas causaban los granaderos españoles, un proyectil de metralla le penetró por el costado, dejándole mortalmente herido. Apenas siete minutos duró su agonía, y en lugar de dedicarlos a sus seres queridos, se lamentaba por no poder seguir siendo útil a la Patria. Al fin y al cabo, días antes, presagiando su destino, don Rafael, elegante en el vestir, de buena presencia, amable, firme en el mando, eficaz, osado y buen conocedor de su oficio, se había despedido de su esposa:

«Sí, cualquiera que sea mi suerte, vencedor o muerto, la tuya será siempre envidiable. Aquella es, dirán todos señalándote con el dedo, aquella es la mujer o la viuda, y aquellos son los hijos de Menacho».

211 años después, el pueblo español honra a quien decidió sepultarse en las ruinas de su plaza antes que entregarla al invasor.