El colonialismo europeo y Oriente Próximo: el desmembramiento del Imperio otomano
Tras la Gran Guerra, las antiguas zonas otomanas de Levante y Mesopotamia pasaron a ser tuteladas por Francia y Reino Unido
Durante los siglos XVIII y XIX, el centro y norte europeos despuntaban económicamente, desplazando al sur. Holanda, Francia y Reino Unido superaban a España y Portugal en su exploración de nuevos mercados y tierras que colonizar. El nuevo motor y justificación de la expansión colonial ya no era el cristianismo evangelizador, sino la expansión colonial.
Desde el siglo XVIII consideraron a los países de Oriente Medio como despóticos, débiles, necesitados de buen Gobierno. Justificaron la colonización como una tutela paternalista, incluso humanitaria. Hasta Karl Marx defendió la ocupación de la India por el imperio británico.
Los confiados gobernantes de los imperios orientales no sospecharon de los comerciantes y exploradores europeos que empezaban a asentarse en sus tierras. No esperaban que los «infieles» europeos alterasen su equilibrio político, económico y social.
La colonización económica y política
A la conquista de Oriente Medio por Occidente le precedió el comercio y la injerencia en la política interna. La colonización europea de los países musulmanes fue lenta y protagonizada por distintos actores, fundamentalmente Francia, Rusia y Reino Unido.
Las potencias europeas intentaban asegurar concesiones económicas como el monopolio de la venta de algún producto o la exención del pago de aduanas y aranceles. Esto solía ser acompañado por el status de extraterritorialidad, es decir, que los ciudadanos de las potencias extranjeras, si delinquían, no fueran juzgados por los tribunales locales. La contrapartida a estas concesiones eran pagos de oro y plata. La construcción de infraestructuras y la modernización de los ejércitos precisaba de un ingente capital, obtenido malvendiendo recursos locales a las potencias europeas.
Hay varias etapas en la colonización política de los países musulmanes. Desde 1830 hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial sometieron los países árabes del Magreb: Tras la Gran Guerra, las antiguas zonas otomanas de Levante y Mesopotamia pasaron a ser tuteladas por Francia y Reino Unido.
Países Árabes (1830-1948)
En el siglo XVIII, los territorios árabes eran controlados por los otomanos, aunque tanto en la península arábiga como en Egipto el poder de los sultanes era limitado. El primer intento de conquista europeo fue organizado por Napoleón en 1798, con su expedición contra Egipto. El proyecto francés continuó después en los países del Magreb tras la ocupación de Argelia en 1830 y el protectorado sobre Túnez en 1881.
El protectorado, junto con la apertura forzada a los mercados internacionales, sería la forma habitual de incorporar los países árabes al dominio colonial. La Conferencia de Berlín de 1884 distribuyó la colonización de África, trazándose muchas de las fronteras artificiales que hoy dividen el continente.
Dos años antes, en 1882, Egipto, un país que comerciaba con Europa y practicaba el desarrollo económico inspirado en patrones occidentales, era invadido por los ingleses como respuesta a la revuelta dirigida por las élites egipcias, que expulsaron a la troika franco-británica que gestionaba las finanzas del país del Nilo desde la bancarrota de 1875. Aunque los pagos de la deuda no se detuvieron con el nuevo régimen, el Gobierno de Gladstone, jaleado por la prensa sensacionalista y temiendo perder el control de Suez, invadió Egipto y estableció un protectorado. El último soldado británico se retiraría en 1954.
Los otomanos, aliados de los germanos, perdieron la mayor parte de sus dominios frente a británicos y franceses
Destrucción del Imperio otomano
La consolidación definitiva del dominio colonial sobre los países árabes llegó tras la derrota de los otomanos en la Primera Guerra Mundial al desmembrar el Imperio otomano, que durante más de quinientos años había dominado Anatolia y las regiones árabes del Levante, Mesopotamia y el Hiyaz, en la península arábiga.
Los otomanos, aliados de los germanos, perdieron la mayor parte de sus dominios frente a británicos y franceses. Incluso antes del fin del conflicto, el Reino Unido y Francia pactaron, en 1916, repartirse los territorios otomanos en un acuerdo secreto conocido como Sykes-Picot, los apellidos de los negociadores. Francia controlaría el sureste de Anatolia, la provincia de Mosul, en el actual Irak, y la Siria histórica, que también abarcaba el actual Líbano. Para los británicos quedarían Mesopotamia, Transjordania y el desierto del Neguev, en el actual Israel. La Palestina histórica pasaría a ser administrada por la comunidad internacional.
El acuerdo, no obstante, fue filtrado a la opinión pública internacional tras la victoria de los bolcheviques un año después. La filtración causó indignación entre los árabes de Siria, que, gracias a los esfuerzos del célebre Lawrence de Arabia, habían favorecido a Londres revolviéndose contra los otomanos. Los líderes de la rebelión, la dinastía hachemita de La Meca, también fueron embaucados por la diplomacia británica. Fueron traicionados en sus aspiraciones de fundar un reino árabe independiente. En cambio, el movimiento sionista internacional apoyó el acuerdo. Los británicos habían tratado de atraerse a los hebreos con la Declaración Balfour de 1917, en la que se comprometieron a «establecer un hogar nacional para el pueblo judío» en Palestina.
Los mandatos y sus protectorados
Tras la Primera Guerra Mundial, París y Londres se repartieron territorios otomanos. La fórmula elegida fueron los mandatos de la recién creada Sociedad de Naciones, por los que ambas potencias administrarían esas áreas. El artículo 22 del Pacto de la Sociedad de Naciones establecía la figura de los mandatos sobre «territorios y colonias habitados por pueblos aún incapaces de regirse por sí mismos». Bajo este sistema, las potencias vencedoras gestionarían estos espacios hasta que los consideraran lo bastante desarrollados para ser independientes.
A pesar de la declaración anglofrancesa de 1919, que prometía autogobierno y democracia. La realidad: eran los protectorados coloniales. Sus fronteras no se correspondían con la organización tradicional y dividieron a muchas comunidades. Y aunque las potencias usaron en parte de la burocracia y el funcionariado otomanos, también incorporaron elementos coloniales a su administración. Las dos décadas de presencia francobritánica sembraron las semillas de algunos de los problemas actuales de la región y agravaron otros previos: las tensiones sectarias, la debilidad estatal y el conflicto árabe-israelí.
Las potencias vencedoras gestionarían estos espacios hasta que los consideraran lo bastante desarrollados para ser independientes
Británicos y franceses alcanzaron un nuevo acuerdo en la Conferencia de San Remo de abril de 1920. En agosto, el sultán otomano capituló y firmó el Tratado de Sèvres, que reducía el Imperio al norte de Anatolia. Parte del ejército otomano y los nacionalistas turcos, liderados por Mustafá Kemal el Atatürk, rechazaron el pacto. Tras tres años más de guerra, en 1923 los Aliados aceptaron el Tratado de Lausana, que fijó las fronteras actuales de Turquía.
Con el modelo de mandatos, franceses y británicos gestionaron las antiguas provincias árabes del Imperio otomano en el periodo de entreguerras. Establecieron los «mandatos de tipo A» sobre el mapa modificado de la administración otomana, creándose las modernas fronteras de Irak, Palestina y Jordania, otorgadas a los británicos, y Siria y Líbano, obtenidas por los franceses. De ahí vienen las guerras en Irak, Siria, Palestina…