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El Príncipe Eugenio de Saboya retratado por Jacob van Schuppen

Picotazos de historia

El Príncipe Eugenio de Saboya fue rechazado por Luis XIV

Eugenio, llevado por la impetuosidad de la juventud, elevó una petición al propio Rey Luis XIV, aunque sabía de la inoportunidad de tal acción. El mero hecho de escribir personalmente al Rey era una insolencia

El Príncipe Eugenio de Saboya-Carignano (1663-1736) tenía diecinueve años, era el quinto hijo de los Condes de Soissons, matrimonio de fortuna moderada, y estaba decidido a no seguir la carrera eclesiástica a la que le habían destinado sus padres. Su madre, Olimpia Mancini, sobrina del cardenal Mazarino, era una intrigante patológica y había sido enviada al destierro en 1673, cuando Eugenio contaba diez años de edad, tras un sonado escándalo en la corte en relación a unos envenenamientos (se sospechaba que una de las victimas fue el padre de Eugenio, fallecido ese mismo año), motivo por el cual la educación del niño fue negligente. Eugenio después compensaría esto convirtiéndose en un ávido lector y un apasionado del arte.

Enjuto de cuerpo y de pequeña estatura, no brillaba por su físico. La Duquesa de Orleans escribió de él: «Nunca fue guapo y, si bien sus ojos no son feos, la nariz arruina su cara; tiene dos enormes dientes delanteros que asoman todo el tiempo».

Eugenio, llevado por la impetuosidad de la juventud, elevó una petición al propio Rey Luis XIV, aunque sabía de la inoportunidad de tal acción, ya que la desgracia de su madre en la corte no había sido olvidada, y el mero hecho de escribir personalmente al Rey era una insolencia. La reacción del Rey Sol, tras recibirlo, fue: «Si bien es modesta la petición no lo es el solicitante. Jamás nadie se ha permitido mirarme de semejante forma» , y remató, «es demasiado flaco y demasiado bajo».

No tardó Eugenio en enterarse del efecto causado y de la reacción del Rey y, viendo que no tendría futuro en Francia, decidió huir y ponerse al servicio del Sacro Germánico Imperio.

Luis XIV y Francia tendrían tiempo y motivos para lamentar el haber rechazado los servicios de quien, con el tiempo, sería uno de los más brillantes militares del siglo XVIII y responsable de las derrotas que sufrirían en Europa durante la guerra de Sucesión a la Corona Española.