Cine e historia
La verdadera historia de 'La Gran Evasión', la mayor fuga de la Segunda Guerra Mundial
De los 200 prisioneros que idearon la fuga, solo consiguieron escapar 76 aviadores aliados
La noche del 24 al 25 de marzo de 1944 en el campo de prisioneros Stalag Luft III, famoso por su alta seguridad, será recordado como el día en el que 76 prisioneros de guerra lograron escapar en una de las más célebres fugas de la historia y que el director John Sturges llevaría a la gran pantalla con la película La Gran Evasión. Sin embargo la verdadera gran evasión fue mucho más dramática y con mucho más suspense.
En marzo de 1942 se levantaba un nuevo campo de prisioneros, el Stalg Luft III, destinado a oficiales y suboficiales de las fuerzas aéreas de los aliados. Todos los campos debían tener una doble valla de alambre de espino y torres de vigilancia alrededor del recinto. El escenario de esta épica fuga contaba, además, con un gran número de guardias acompañados de perros. El diseño del campo fue pensado para hacer imposible cualquier tipo de huida: se construyeron todos los barracones en el centro lejos de la alambrada y se edificaron sobre pilotes a unos 30 centímetros por encima de la superficie para evitar que los prisioneros construyesen túneles y construido sobre arena. Por si se quedaban cortos con la vigilancia, instalaron micrófonos en el subsuelo para poder oír cualquier sonido de la construcción de un túnel. Establecieron también una unidad de inteligencia militar que se dedicaba a registrar de forma aleatoria las habitaciones en busca de cualquier huella incriminatoria de escape, se les conocía con el nombre de hurones. Stalg Luft III era a prueba de fugas, era imposible lograr escapar.
A pesar de las aparentes comodidades en las que vivían los prisioneros en Stalag Luft III –podían mandar y recibir correo de casa, así como paquetes de comidas de la Cruz Roja e incluso tenían equipamiento deportivo, biblioteca, proyecciones de cine- pronto se organizó un comité para planear las fugas denominado X.
Roger Bushell y el Gran X
La gran evasión se trazó en la primavera de 1943 cuando uno de los ases de la aviación de la Royal Air Force llamado Roger Bushell llegó al campo y tomó el relevo de las más de 60 ocasiones de huida fallidas. Ahora, bajo su mando, el comité Gran X (como se conocía a su llegada) los planes de fuga llegarían a otro nivel: anunció que se iban a construir tres grandes túneles de forma simultánea por los que escaparían 200 prisioneros, todos provistos de documentación falsa, ropa de civil y provisiones de comida para el viaje en lo que sería la mayor fuga de la Segunda Guerra Mundial.
Los túneles fueron bautizados como Dick, Tom y Harry. Bushell sabía que podrían descubrir uno, y pensar que habría un segundo, pero los guardias alemanes nunca se imaginarían que hubiese un tercero. Cada túnel tendría unos nueve metros de profundidad para que el ruido de la excavación no fuese detectado por los micrófonos; y una longitud de 100 metros para llegar hasta la cobertura del bosque. El túnel Tom se dirigiría hacia el oeste desde el barracón 123, Dick partiría desde los aseos del barracón vecino (122) también en dirección oeste; mientras que Harry lo haría desde el barracón 104. Su entrada estaría debajo de la estufa del barracón y pasaría por debajo del bloque de aislamiento antes de llegar al bosque a más de 100 metros de distancia.
Tom es descubierto
Para evitar que los alemanes descubriesen las complejas operaciones, se puso en marcha toda una red de centinelas, llamados «secuaces» de entre los cuales Roy Langois y Tom Kirby-Green fueron piezas clave en la operación de seguridad. Ambos, mientras fingían hablar, vigilaban a los guardias para alertar a los barracones y así parar y ocultar la entrada del túnel. Pero a pesar de todas las precauciones para reducir las probabilidades de ser descubiertos, el túnel Tom fue descubierto cuando ya se habían conseguido cavar 86 metros de longitud y estaban a muy pocos metros de alcanzar el recinto del campo.
Fue un gran golpe para los evasores, pero la operación de huida solo acababa de empezar. Una vez descubierto el túnel, concentraron todas sus energías en Harry donde tuvieron que hacer frente a varios contratiempos: hacer desaparecer la arena, el mantenimiento de los sistemas de ventilación y la regeneración del oxígeno, proporcional iluminación en el interior del túnel, la complicada tarea de falsifica la documentación y confeccionar la ropa necesaria para la fuga de 200 prisioneros.
La gran evasión
Después de siete semanas de excavación, Harry rebasó la alambrada. Todo estaba listo para la fuga. El 24 de marzo de 1944, los 200 prisioneros recibieron instrucciones de dirigirse al barracón 104 con sus trajes para el escape. Se les entregó a cada uno su documentación falsa y suministros de comida. Los cien primeros en salir serían aquellos que dominaban varios idiomas, pues para volver a sus casas debían atravesar cientos de kilómetros de territorio controlado por Alemania y llegar a un país neutral como Suiza, España o Suecia, junto con los que más horas habían invertido en las excavaciones, y detrás de ellos irían los cien restantes en un orden designado por sorteo.
Con el campo completamente a oscuras, Bushell ordenó la apertura del túnel, pero se encontraros con el primer problema: la trampilla de salida había quedado congelada por la nevada que había caído aquella misma noche, lo cual retrasó más de una hora la operación. Una vez quitada la trampilla, se toparon con el segundo problema. La salida del túnel no llegaba hasta el bosque. Pero pronto se les ocurriría una solución. El primer hombre en salir del túnel cruzaría el campo abierto hasta el bosque con una cuerda de la que tiraría cuando estuviese todo despejado. Con tantos contratiempos hicieron que el plan se abortase a mitad de la fuga, viéndose obligados muchos presos a regresar a sus barracones. Estaba claro que no todos los evasores lograrían escapar.
Como si el destino estuviese jugando con los prisioneros, un último obstáculo hizo peligrar su fuga: un guardia vio a uno de los presos salir del túnel en el exterior de la alambrada e inmediatamente dio la alarma, provocando una rápida inspección y recuento de los barracones. Harry fue descubierto y solo 76 presos lograron salir de Stalag Luft III. Numerosas patrullas alemanas recorrieron los alrededores de la prisión y mantuvo bajo estrecha vigilancia las estaciones de tren cercanas, apresando de nuevo a la mayoría de ellos, que fueron fusilados por orden de Adolf Hitler a modo de escarmiento y aviso para los futuros aspirantes a prófugo. Fueron pocos los que lograron alcanzar territorios neutrales.