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Asilados haciendo cola embajada Alemania para comer

Asilados haciendo cola embajada Alemania para comer

El día que el abuelo de Julio Iglesias estuvo refugiado en la Embajada de Cuba

Durante la Guerra Civil se produjo un asilo diplomático de forma masiva. En la concesión del asilo diplomático «no hubo distingos de clase ni de sangre»

Durante el conflicto civil de 1936-1939 se produjo un hito en la historia del derecho internacional: el asilo diplomático que, de forma masiva, se extendió a más de 11.000 personas. Unas treinta representaciones ofrecieron sus sedes –principalmente en Madrid y Valencia– a cuantas personas se sintieron en peligro de muerte ante el clima de violencia social imperante en la España republicana, las cuales buscaban un lugar que les brindara refugio y protección. El Cuerpo Diplomático, con su decano al frente –el embajador chileno Aurelio Núñez Morgado– trabajó incansablemente para ayudar a esos hombres, mujeres, ancianos y niños que llamaban a las Embajadas en petición de auxilio. En la concesión del asilo diplomático «no hubo distingos de clase ni de sangre», en opinión del diplomático andino.

En esta humanitaria tarea hubo varios países que jugaron un papel primordial a la hora de conceder asilo, sobre todo en los primeros momentos de duda e incertidumbre en el verano de 1936, como Chile, Noruega y Argentina. Al fracasar la toma de Madrid por las tropas nacionales a finales de ese año, los diplomáticos extranjeros plantearon al Gobierno del Frente Popular la evacuación de sus mujeres, ancianos, niños y hombres adultos inservibles para el servicio militar. A partir de entonces, cada Embajada organizó expediciones de salida, generalmente hasta ciudades levantinas, donde un barco transportaba a los refugiados a seguros puertos europeos.

La labor de las embajadas

A finales de marzo de 1937, la Embajada de Cuba –que amparó a más de 600 asilados– planificó una caravana formada por cuatro autobuses con 100 ciudadanos cubanos y 60 españoles, acompañados por un agregado diplomático hasta Alcalá de Henares y por un vicecónsul hasta Alicante. Tres días más tarde embarcaron en el puerto mediterráneo rumbo a Marsella en el vapor Maine. Sin embargo, algunos refugiados varones fueron excluidos de los beneficios de la evacuación por una posterior medida del Ministerio republicano de Estado, lo cual fue contestado con una enérgica protesta por parte de La Habana, al considerarla una infracción del acuerdo de salida.

Ramón Estalella responsable del asilo diplomático de la Embajada de Cuba

Ramón Estalella responsable del asilo diplomático de la Embajada de CubaAntonio Manuel Moral Roncal

Se trataba de asilados muy significados que algunas organizaciones obreras se negaron a dejar salir, entre ellos a Manuel González de Hontoria y Ladreda, antiguo ministro de Estado; el catedrático de Derecho Quintiliano Saldaña; Ángel Lancho Martín, campeón y profesor de esgrima; el arqueólogo Julían Zuazo Palacios y el conocido literato Ricardo León. En esa lista también se encontraba el escritor José de la Cueva Orejuela (1887-1955) que, con el paso del tiempo, sería abuelo del famoso cantante Julio Iglesias, al ser padre de Rosario de la Cueva y Perignat.

¿Quién fue el abuelo de Julio Iglesias?

José de la Cueva, en unión a su hermano Jorge, compuso varias piezas escénicas de indudable éxito durante el primer cuarto del siglo XX, como Aquí hace falta un hombre, por la que le fue otorgada varios premios de la crítica, así como Buena recomendación, Al alcance de la mano, con música del maestro Bretón; La mujer del Rey; Las ranas, obra que fue premiada por la Real Academia de la Lengua y Creo en ti. Su obra dramática se encontraba en la línea del teatro costumbrista de los hermanos Álvarez Quintero o de Antonio Paso.

José y Jorge de la Cueva fueron los autores de la conocida letra del Himno de Infantería en 1911, lo que les valió, años después, la concesión de la Cruz del Mérito Militar de primera clase con distintivo blanco, y un homenaje de la Academia de la misma arma en Toledo. Asimismo, José de la Cueva se distinguió como periodista, colaborando en la agencia Mencheta, primeramente, para pasar con posterioridad a la redacción del periódico católico El Debate como informador político y, a partir de 1925, como crítico teatral en Informaciones. Al estallar el conflicto bélico, su posicionamiento católico y conservador hizo que fuera objetivo de las milicias izquierdistas, por lo que solicitó y logró asilo diplomático en la Representación cubana. Al ser considerado un escritor que, de ser evacuado, podría colaborar activamente en la España nacional, hasta el final de la guerra, se le impidió salir de Madrid.

Tras la Guerra Civil, Jose de la Cueva continuaría trabajando en Informaciones hasta su muerte, teniendo a su cargo últimamente la sección de crítica cinematográfica.

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