Dinastías y poder
El lujoso imperio de la familia Agnelli, fundadora de Fiat: automóviles, fútbol y moda
El ascenso de esta familia es un repaso por la historia de un país que ha convertido a los Agnelli en la representación del poder económico
Hicieron de Turín un fortín, de FIAT el símbolo de identidad y de la Juve su pasión. Ellos son los Agnelli, lo más parecido a una «dinastía real» que podemos encontrar en Italia. Desde que comenzaron a consolidar su fortuna a finales del siglo XIX, nos encontramos con políticos, socialities, abogados y playboys. También tragedias, tramas conspiratorias, presuntos asesinatos y hasta una conversión al islam. El ascenso de esta familia es un repaso por la historia de un país que ha convertido a los Agnelli en la representación del poder económico.
El imperio de la familia Agnelli
Corría el año 1861, cuando de la mano de Víctor Manuel de Saboya se proclamaba el Reino de Italia. Hacía pocas décadas que una familia dedicada a la cría de gusanos de seda se había instalado en el Piamonte. Desde entonces, el empeño de Mazzini de convertir el país en una gran nación vendría de la mano de la burguesía del norte dispuesta a pilotar la revolución industrial. El teniente de caballería y aficionado a la mecánica, Giovanni Agnelli, deslumbrado por el crecimiento que había visto en Detroit (USA) gracias al impulso de Henry Ford, fundaba en 1889 la FIAT (Fabbrica Automobili Torino): una empresa destinada a la producción de vehículos de motor.
Por entonces la incipiente industria automovilística producía, sobre todo, coches de carreras y descapotables de lujo, accesibles tan solo para aquella sociedad de la belle epoque que se divertía en las carreras. Giovanni, ambicioso y con ansia de crecimiento social, había contraído matrimonio con la refinada Clara Boselli, una belleza de Florencia, amante del arte y de una fabulosa residencia del siglo XVIII en Villar Perosa, que convirtió en su refugio. En esos días, Italia aún debatía su participación en la Primera Guerra Mundial; rivalidades sin cerrar mantenían tensiones continuas con el Imperio Austro-Húngaro en torno al irredentismo territorial. Giovanni se oponía al conflicto, aunque los encargos masivos del gobierno a partir de 1915 para proporcionar material móvil al ejército italiano, permitieron un crecimiento desbordado de sus plantas industriales. Había hecho fortuna.
Hicieron de Turín un fortín, de FIAT el símbolo de identidad y de la Juve su pasión
La guerra llevó al país al paro y la inflación. Las calles de Milán y Turín se llenaron de jóvenes desmilitarizados que vestidos con «camisas negras» decían plantar cara al comunismo. En octubre de 1922, Mussolini se hacía con el gobierno en Italia. Giovani, asentado en la élite de las finanzas de una Italia en expansión nacionalista, no se consideraba «fascista» aunque sí aceptó su designación como Senador del Reino en 1923. En ese año compró la Juventus de Turín, club señero del Calcio y aprovechó el vacío en la dirección de La Stampa –provocada por el asesinato de Matteotti– para hacerse con la propiedad del diario. Los FIAT «Balilla» y «Topolino» empezaban a inundar las carreteras del Duce. Su imperio era completo. Solo la fatalidad que acompañó el fallecimiento de su único hijo, Edoardo (1892-1935), en un accidente de hidroavión empañaba la imagen del triunfo. Dejaba dos hijos adolescentes, fruto de su matrimonio con la aristócrata romana Virginia Bourbon del Monte, con la que se había casado en 1919 en una de las más fabulosas bodas que se recordaban. El mayor se llamaba Gianni (1921-2003) y estaba llamado a convertirse en el heredero y uno de los personajes más carismáticos de Italia.
Los herederos del imperio familiar
Gianni fue el niño mimado de su abuelo. Aunque estudió Leyes en la Universidad de Turín, l´Avvocato, viajó, disfrutó de la opulencia y se divirtió. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y la desaparición del patriarca (Giovani moría en 1945) todavía vivió unos años desde la barrera la transformación de FIAT en una industria que ya competía con marcas europeas como Renault y Citroën. Gracias a la ayuda del Plan Marshall, el país conseguía reconstruirse e iniciar el «milagro económico italiano». Eran tiempos de Guerra Fría y comenzaba a tomar cuerpo el Mercado Común Europeo. Gianni llegó a la Presidencia de FIAT en 1966. Poco antes se había casado en Estrasburgo con la aristócrata napolitana Marella Caracciolo, que apareció vestida con un extraordinario traje de Balenciaga: era la «reina» italiana de la elegancia y el último «cisne» de Truman Capote. Pero ni eso le sirvió para quitarse de en medio a Anita Ekberg, la musa de Fellini que por entonces triunfaba en La Dolce Vita. Fueron los días dorados de Marrakech, Nueva York y las largas travesías en el Sylvia.
Gianni Agnelli fue también un extraordinario hombre de negocios. Triunfó con las factorías de Lingotto y Mirafiori y la comercialización de coches de gama media. En la Italia del autunno caldo de 1969, las luchas sindicales, la democracia cristiana y el asesinato de Aldo Moro, Gianni Agnelli representaba mejor que nadie el poder. Adquirió Lancia, Masserati, Alfa Romeo, Chrysler e internacionalizó bajo la marca financiera EXOR, su imperio familiar. Su hijo Edoardo, introvertido y atormentado, director de la Juventus, tuvo que gestionar en 1985 la catástrofe del estadio de Heysel en la que fallecieron decenas de hinchas minutos antes de comenzar un partido contra el Liverpool.
La desgracia, desde entonces, parecía que volvía a cebarse con los Agnelli. Edoardo se acercó a las drogas, fingió secuestros y abrazó a Mahoma. Se suicidó en el año 2000. Gianni Agnelli, su padre, falleció apenas tres años después víctima de un cáncer.
El imperio de los Agnelli ha pasado mayoritariamente a sus nietos, los hermanos Elkann, hijos de Margerita, la hija que Gianni también tuvo con Marella Caracciolo. Han adquirido Ferrari, la editora del Corriere della Sera, el semanario económico The Economist y se han metido en el sector de la moda de lujo, quizá por impulso de Lapo, el menor de los hermanos, con la compra de Lauboutin, los deseados zapatos de la suela roja. Ellos son los nuevos Agnelli todo un sinónimo de dinero, riqueza y casi sangre azul.