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Ernesto Augusto en Hannover y Carolina de MónacoGTRES

Dinastías y poder

La caída de los Hannover: nazismo, escándalos y un matrimonio 'royal'

Con la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, los Hannover perdían la Corona británica y la situación de privilegio que aún mantenían en los días del Káiser

Ni reino ni castillo. Pese a ser el titular de una de las dinastías más importantes de Europa, el jefe de la Casa Hannover no parece atravesar un buen momento. Ernesto Augusto de Hannover, el mediático aún marido de Carolina de Mónaco, sigue enfrentado en los tribunales a su hijo mayor, al que reclama el palacio de Marienburg, obras de arte y antigüedades del extraordinario patrimonio familiar. Los hemos visto hasta la saciedad en la prensa del corazón: escándalos, divorcios, alcoholismo y hasta un pasado oscuro que los vincula con los nazis. Primo carnal de la Reina Sofía y emparentado con todas las familias reinantes, pocos conocen el origen de una de las dinastías con más poder de Europa. Pero, ¿quiénes son en realmente los Hannover?

La Corona Británica

Hannover se encuentra al noroeste de Alemania, en la Baja Sajonia, y hasta el comienzo del reinado de Victoria de Inglaterra, era la Casa titular de la Corona británica, además del ducado de Brunswick, Cumberland y una retahíla de distinciones con mucho pedigreé. No vamos a remontarnos hasta los Estuardo, pero conviene recordar cómo fue precisamente la vigencia de una ley sálica en territorio hannoveriano la que separó esta unión dinástica, personal. Desde la muerte sin descendencia de Ana de Inglaterra en 1714, el elector de Hannover se había convertido en Rey de Gran Bretaña y así fue hasta el fallecimiento de Guillermo IV –segundo de los hijos del demente Jorge III– que dejó como heredera a su sobrina Victoria y a su hermano Ernesto Augusto I, titular del próspero Reino de Hannover.

Inauguración de la estatua de Ernesto Augusto en Hannover, en 1861

En pleno proceso de reordenación del continente después de lo que habían sido las guerras napoleónicas, Hannover constituía el cuarto Estado más grande de la Confederación Alemana y una de las piezas más deseadas por Bismark para su unificación. El sucesor del monarca, Jorge V, ciego y anciano cuando accedió al trono, colocó el reino del lado austriaco en la guerra que les enfrentó a Prusia: como consecuencia de la derrota en 1866, Hannover pasó a convertirse en una provincia de la nueva Alemania de Guillermo I. La familia había perdido la corona, aunque no la titularidad de la Casa ni las distinciones que, hasta la fecha, les unían al Imperio Británico. Ernesto Augusto II se estableció en Austria y contrajo matrimonio con Thyra de Dinamarca, hija del Rey Cristian. Del matrimonio nació Ernesto Augusto III (1887-1953). Con el tiempo, este joven se casaría con Victoria Luisa de Prusia, hija de Guillermo II.

El entramado de la casa Hannover

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial todo cambió: en 1917 Jorge V del Reino Unido exoneró a todos sus parientes alemanes de las distinciones inglesas y renombró a la casa británica como Windsor. Con la derrota y la proclamación de la República de Weimar, los Hannover perdían, además, la situación de privilegio que aún mantenían en los días del Kaiser. El paro y la inflación derivados de la guerra, alimentó el crecimiento del nacionalsocialismo y algunas de las antiguas familias de abolengo (no todas) se avinieron a la nueva situación. Dicen que el propio Ernesto Augusto III consiguió convertirse en el mayor accionista de un banco austríaco y de la mayor empresa de construcción del territorio, que habían estado en manos judías hasta 1938, año del Anschluss. Residía entre Gmunden y Blakenburgo y aunque no llegó a ingresar en el Partido Nazi hasta 1941, lo cierto es que en una fotografía fechada en esos años, puede verse a su primogénito con uniforme de las juventudes y a su única hija, Federica, como militante de la Bund Deutscher Mádel, la liga femenina del movimiento. Los tiempos mandaban.

Ernesto Augusto III falleció en 1953, no sin antes ver a su hija convertida en Reina de Grecia. Para su boda con el Rey Pablo, había lucido la «tiara prusiana» en platino y diamantes, la misma que llevó Letizia en su enlace con Felipe VI. Son los padres de la Reina Sofía y de ahí el parentesco que mantiene nuestra emérita con la dinastía Hannover. Pero, ¿qué fue de aquel joven vestido de uniforme pardo? No es otro que Ernesto Augusto IV (1914-1987), casado con la noble alemana Ortrudis de Schleswig-Holstein y padres del díscolo Ernesto de Hannover, el mismo que ha amenizado tantas jornadas con sus desplantes y arranques de ira. Es nada menos, que primo carnal de la Reina Sofía, aunque mucho menos discreto. También es sobrino del difunto Duque de Edimburgo y, por tanto, primo del Príncipe de Gales.

Ernesto se convirtió en jefe de la Casa de Hannover a la muerte de su padre en 1987, pocos años antes del tormentoso divorcio de la millonaria suiza Chantal Hochuli. Heredó, como correspondía, el imponente castillo de Mariemburg en la Baja Sajonia, símbolo del impecable abolengo de la dinastía y muchas otras propiedades dinásticas (Calenberg, Herrenhausen…) además de la «tiara floral Brunswick» que Carolina se ponía para las grandes ocasiones pues las monegascas tenían menos caché. Hoy, todo ese patrimonio es una difícil mélange de complicada solución. Sus hijos, los Príncipes Ernesto Augusto Jr., Cristian y Alejandra son la nueva generación Hannover. Y a la vista de cómo está el panorama, parecen dispuestos a brindarnos grandes momentos de gloria.