¿Tenía valor económico el Sáhara español?
En el periodo en que estuvo bajo dominio español, el Sáhara era solo un gran desierto de arena con algunas bases militares y unos puertos de apoyo a los pesqueros
Las circunstancias históricas han cambiado tanto que hoy el Sáhara Occidental se considera un territorio lleno de posibilidades económicas y Marruecos es consciente de sus posibles beneficios. Incluso en sectores que hace un siglo eran impensables, como la producción de energía solar. Pero no siempre se vieron tan claras estas utilidades. En el periodo en que estuvo bajo dominio español, el Sáhara era solo un gran desierto de arena con algunas bases militares y unos puertos de apoyo a los pesqueros.
España exploró el Sáhara porque era un territorio sin ocupar y porque justificó su prioridad para hacerlo en derechos históricos. Los adelantados de Canarias, especialmente los Fernández de Lugo, ya habían hecho correrías por aquellas tierras, hasta el cabo Bojador y Enrique IV, en 1468, los nombró señores del mar de Berbería. Diego García de Herrera fundó en 1478 una torre que luego se señalaría erróneamente como Sidi Ifni, tal vez por intereses franceses en alejar a España de Puerto Cansado, lugar cierto de su ubicación. Aquellas aventuras quedaron, como tantas, sin continuidad hasta finales del siglo XIX.
La resistencia a la presencia española, solo tolerada en algunos puntos costeros, era grande y fue difícil de vencer
En 1884 Bonelli Hernando llegó a Río de Oro, fundando un pequeño establecimiento en lo que luego sería Villa Cisneros, donde se establecería Bens en 1904. Lugar de apoyo para pesqueros canarios y donde se establecería una factoría de la Compañía Transatlántica. En 1886, la expedición de Cervera, Rizzo y Quiroga llegaron hasta las salinas de Iyil, donde se podía realizar una actividad económica, y los oasis de Adrar Tamar, una región donde había agua y posibilidad de fundar un establecimiento. A pesar de las protestas españolas, Francia se quedó con estos lugares en el Tratado de Paris de 1900, para unirlos al territorio sahariano argelino. España se quedaba sin los recursos naturales interesantes para la explotación.
A partir de ese momento, las posesiones españolas sirvieron para poco: pesca y algunas posiciones militares que podrían servir estratégicamente en caso de ataque a las Islas Canarias, siempre amenazadas. El Sáhara era una especie de territorio común de algunos pueblos de pastores nómadas y paso de caravanas. En 1920 Bens ocupó La Güera, en el extremo sur del Sáhara español. Hasta 1938 no se fundó la ciudad de El Aaiún gracias a un militar, Antonio de Oro Pulido, con el que colaboraba el comandante Galo Bullón que había ocupado Daora en 1934. La única ciudad que existió, fundada por Ma el Ainin, era Smara, centro de la resistencia contra los españoles. Fue destruida por los franceses para acabar con la rebeldía que también afectaba a sus colonias y no se volvió a ocupar hasta 1934 en que el capitán De la Gándara entró con sus meharis. La resistencia a la presencia española, solo tolerada en algunos puntos costeros, era grande y fue difícil de vencer. Poco a poco se fueron creando posiciones militares que eran el embrión de las futuras ciudades donde se asentarían definitivamente los nómadas.
Las colonias producían poco y cada vez costaban más porque era necesario mantener una estructura administrativa y militar
En el Sáhara se renovaba la eterna cuestión de Guinea. Las colonias producían poco y cada vez costaban más porque era necesario mantener una estructura administrativa y militar, mejorar las comunicaciones e invertir en políticas de prestigio como la mejora de la sanidad, la educación y las condiciones de vida de los naturales del país. Durante la dictadura de Primo de Rivera, se intentó modificar la rutina colonial y dar impulso a la economía del África Española. En Guinea, mediante un sustancioso crédito presupuestario, las mejoras fueron evidentes y se consiguió ocupar todo el territorio. En el Sáhara se quiso hacer lo mismo, pero las condiciones eran distintas: no había lugar a desarrollar plantaciones, industrias madereras, ni minas. Solo puertos pesqueros y almacenes en Villa Cisneros, La Güera y, más al norte, en Cabo Juby (Tarfaya).
Pero se intentó. En 1925 llegó al territorio una comisión presidida por el general Leopoldo Ruiz Trillo para el estudio de la zona y sus posibilidades. Como consecuencia, es destituido el coronel Bens como delegado del alto comisario con la excusa de que el puesto iba a ser de teniente coronel. Llevaba 25 años en el desierto y lo conocía como nadie. Es posible que el cambio de un funcionario tan longevo en un mismo cargo sea lógico y beneficioso, siempre que se sustituya por alguien que mejore lo anterior. No fue el caso. Bens fue leal hasta el final, informando a Ruiz Trillo de la situación y proponiendo algunos cambios. La comisión estudió el territorio, señalando que los fuertes se encontraban en buenas condiciones, que la protección a las factorías comerciales de las compañías establecidas era excesiva y muy costosa y que los aeródromos estaban en regulares condiciones porque faltaban edificaciones y el combustible aún se guardaba en bidones. El balance es poner de delegado al teniente coronel De La Peña y aumentar el número de tropa.
El indígena tenía la impresión de que España no tenía autoridad en el Sáhara, sólo presencia
En 1932 la comisión del coronel Múgica pone de relieve que la administración colonial estaba llena de irregularidades. Indisciplina en la tropa, descontrol en los permisos, insubordinaciones y deserciones de los soldados indígenas. Y un gasto excesivo en política de pacificación, es decir en pagar cantidades periódicas a los jefes tribales para mantener la paz sin usar la fuerza. El indígena tenía la impresión de que España no tenía autoridad en el Sáhara, sólo presencia. Como consecuencia, De la Peña es cesado y sustituido por un conocido africanista: Navarro Cañizares.
Y todo siguió igual. No es que los militares que sirvieron como delegados del alto comisario o como gobernadores fueran incompetentes o negligentes. Los desajustes de una larga rutina de inacción eran insalvables sin medios. Muchas veces el funcionario se desanima, cae en la falta de motivación porque le colocan ante problemas que no puede solucionar, normalmente por falta de personal y presupuesto. Y el político salva su posición ante la opinión pública cesando al más débil. Siempre ha sido así.
Hasta que Alía Medina descubriera los fosfatos de Bu Craa en 1947, que se empezaron a explotar a finales de los años sesenta del siglo pasado, el Sáhara no tenía posibilidades económicas. Esos fosfatos quitaban el casi monopolio marroquí y España cedió.