Los códigos encriptados que Ambrosio de Spínola utilizaba para comunicarse en secreto con Felipe III
Spínola disponía de dos cifras para los mensajes, la cifra general que usaba la Corona y otra específica para escribir a Felipe III y su valido, el duque de Lerma, con una tabla de encriptado propia
Ambrosio de Spínola y Grimaldi fue uno de los genoveses que mejor sirvió a la Monarquía Hispánica, al igual que otros italianos como el duque de Parma, Alejandro Farnesio. Spínola fue duque, marqués y príncipe, caballero de las órdenes del Toisón de Oro y de Santiago, maestre de campo, maestre general de las tropas de Flandes, capitán general del ejército del Palatinado, consejero de Estado y Guerra, gobernador de Milán y Grande de España.
En 1601 entró al servicio de Felipe III. Spínola, rival de los Doria, que comandaban la flota española en el Mediterráneo, decidió crear una flota en Flandes que entorpeciese el tráfico marítimo de los insurgentes. Con su hermano Federico comprendió que a Holanda había que vencerla por mar. El Consejo de Estado propuso entregar el mando de las fuerzas a Ambrosio de Spínola. A la confianza en sus dotes militares se sumaba su inmensa fortuna para financiar la campaña, como así lo hizo.
La monarquía católica necesitaba recibir información de Flandes y las rutas de comunicación podían cortarse si los mensajeros eran asaltados o se perdían. Con esa situación se encontró Ambrosio de Spínola cuando entró en el Palatinado germano con el ejército español de Flandes. De sus muchas victorias, resalta la toma de Breda en agosto de 1625, inmortalizada por Velázquez en su cuadro La rendición de Breda o Las lanzas.
Spínola recibió de su señor natural el control militar y financiero de los tercios, al aunar los cargos de capitán general y superintendente de la Hacienda del ejército de Flandes. Hoy vamos a centrarnos en su faceta de hombre de inteligencia.
Códigos cifrados
Spínola disponía de dos cifras para los mensajes, la cifra general que usaba la Corona y otra específica para escribir a Felipe III y su valido, el duque de Lerma, con una tabla de encriptado propia.
El capitán general solía enviar dos cartas a Felipe III, una de ellas sin cifra, abierta a embajadas y ministros, y la otra contenía una cifra exclusiva para el Rey. Este sistema de comunicación permitió a España estar informada en las negociaciones de la Tregua de los Doce Años, cuya primera fase se celebró en La Haya en 1608, en un ambiente de profunda desconfianza, con proliferación de espías por la parte holandesa. La comunicación directa secreta entre el Rey y Spínola facilitó que las negociaciones avanzasen con premura.
Spínola sabía que los chivatos holandeses le espiaban constantemente
La técnica de cifrado que utilizaba Spínola para enviar sus documentos consistía en un nomenclátor compuesto por parejas de números, dos alfabetos (uno de letras y otro de sílabas) y un diccionario en clave de personas, lugares o instituciones. Pero, además, para embrollar a sus adversarios o personas dudosas, también empleaba con frecuencia la desinformación, divulgando noticias falsas en los mensajes abiertos. Además de estar encriptadas, las cartas en muchos casos contenían información falsa o dudosa, con textos que trataban varios asuntos aparentemente contradictorios, ocultando así el verdadero sentido del documento que se aclaraba en el cifrado específico.
En ocasiones, Spínola utilizó como mensajeros personales a hombres de su total confianza, tales como sus secretarios Virgilio Piliasco, Octavio Visconti o Felice Virago, que atravesaban Francia disfrazados de sirvientes. Spínola sabía que los chivatos holandeses le espiaban constantemente.
Su relación con el Rey, el archiduque Alberto y el duque de Lerma permitió al capitán general controlar todas las actividades secretas de la política exterior española, un poder envidiado que le granjeó no pocos enemigos en el Consejo de Estado.
Usando sus propias redes de investigación, Spínola estaba informado. Disponía de muchos informantes vinculados a sus familiares genoveses. Dedicados a la banca y al comercio estaban establecidos en las principales ciudades europeas. Una amplia y compleja red que el capitán general manejaba con habilidad al servicio de los intereses españoles.
Spínola utilizó esos contactos familiares, empeñando tanto su fortuna personal como su prestigio militar, para recabar la información que necesitaba en sus campañas con los tercios. Como señala la profesora Retortillo Atienza: «Cualquier ejército que moviese un número significativo de soldados, como el de las Provincias Unidas, que reunía más de diez mil hombres cada año para salir en campaña, necesitaba víveres y dinero. Ambos se obtenían negociando en las plazas de comercio europeas».
Y en todas ellas Spínola tenía conocidos, agentes a su servicio o familiares que podían facilitar el rastro que dejaba este tipo de misiones militares.
Quevedo dijo de él: «Enterraron con su cuerpo el valor y la experiencia militar de España: sabemos que le lloró Italia, mas no cuándo dejará de llorar». Y el propio Calderón escribió: «Ese noble genovés / que si a rendirle se ofrece / estrecho el mundo parece: / Y no es mucho siendo tal/ ese altivo General / que al Rey de España convida /con la hacienda y con la vida / animoso y liberal».
Murió en 1630, a consecuencia de las heridas sufridas en el asedio de Casale, murmurando: «Honor y reputación».