Juan de Persia, un iraní en la corte de Felipe III
A comienzos del siglo XVII, la corte española asistió con asombro a la llegada de una insólita comitiva procedente de las lejanas tierras de Persia
España ha sido muy grande, nuestras expediciones no se reducen solo a la aventura americana tras la reconquista finalizada en 1492. Castilla, una de las raíces de España, ya envió una misión diplomática a la corte del temible Tamerlán en Asia Central dirigida por fray Ruy González de Clavijo, que más tarde relató su experiencia en la célebre Embajada a Tamerlán documento que aún hoy está disponible para el gran público.
Allí, en el Asia Central sabían que en el extremo occidente, en el límite del mar ignoto (el Atlántico), había un reino que les podría ser útil a nivel económico y geopolítico ya que ambos reinos reconvertidos en grandes imperios en el siglo XVII (el de los Austrias y el de los Safavidas persas) tenían un gran enemigo en común: los otomanos.
Si nosotros nos vimos las caras con los turcos en Lepanto, Viena y en las diferentes correrías por Argel y las costas africanas, allá en el extremo oriental del mundo otro Imperio, el Safavida, también luchaba por toda la Mesopotamia y la Transcaucasia contra los otomanos.
Entre España y la Sublime Puerta la guerra era política y religiosa: la cruzada católica contra la yihad islámica, pero entre persas y turcos también ocurría lo mismo: la yihad sunita entre los guardianes de la ortodoxia otomana contra la yihad de los chiítas iraníes por los santos imames. Y en estas, el Shahanshá Abbas el Grande pensó en enviar una embajada a ese otro Imperio con el que se vio las caras doscientos años antes tras recibir a los amigables embajadores castellanos.
La idea llegó a término y se dispuso la embajada; una auténtica epopeya que fue recibida en Valladolid tras un periplo que recorrió el principado ruso, la Mancomunidad Polaco-Lituana y llegó al centro del mundo. En la época de Felipe III éramos como hoy los Estados Unidos dictábamos, literalmente, la Pax Hispánica.
La comitiva persa en España
A la cabeza de la exótica embajada persa iba Hossein Ali beg Bayat y su sobrino Uruch Beg, hijo del sultán Ali Beg, que se presentaron ante un expectante Felipe III. La gira diplomática implicaba establecer alianzas comerciales y diplomáticas amistosas entre el Imperio Safavida y los Estados europeos ya que los otomanos evitaban comerciar con occidente; razón de la búsqueda de nuevas rutas y la consecuente circunnavegación de África por los portugueses hasta India o el descubrimiento de América por Castilla, con el consecuente daño a las economías otomanas (a la larga) y Centroasiática a medio y corto plazo.
Persas y españoles lograron establecer relaciones cordiales y defender intereses mutuos contra los turcos
Esta misión, tras lograr el objetivo de establecer relaciones cordiales y defender intereses mutuos contra los turcos por parte de persas y españoles, continuaba hasta Portugal para allí embarcarse rumbo a India y volver a Persia.
Sin embargo la delegación que finalizaba con éxito visitar y negociar con Felipe III, se disolvió en malos términos haciendo que unos volviesen y otros se quedasen. Uno de los que se quedó fue el rico y opulento Uruch Beg que se convirtió al catolicismo y cambió su nombre a Juan de Persia –de hecho relató su aventura en el libro La Embajada Persa a Europa (1599-1602).
Juan de Persia
El diplomático y príncipe safávida, convertido en español y católico, murió en una riña callejera en 1604. Su estancia en España fue uno de los casos que mejor muestra la importancia del Imperio español y las horas de gloria que se vivieron en la corte de los Habsburgo donde llegaban enviados desde los palacios más lejanos y exóticos del mundo. Apenas diez años después del asesinato del príncipe safaví llegaría a Sanlúcar de Barrameda, el 5 de octubre de 1614, la embajada del samurai Hasekura Tsuneaga en nombre del Shogún de Japón, aunque esa es otra historia.
Juan de Persia no vio la alianza hispano-persa consolidada y tras su muerte no se produjeron frutos en la lucha coordinada contra los otomanos entre ambos países. España y Persia siguieron luchando cada uno por su lado: Felipe III de España moriría en 1621 a la edad de 42 años y Shah Abbas en 1629 a la edad de 57 años. Ambas dinastías; los Austrias y los Safavidas dejaron honda huella en sus respectivos países siendo que tanto la moderna España e Irán son hijos directos de sus últimos imperios: el hispánico y el safaví.