Políticos, militares y periodistas resolvían sus rencillas con el duelo
Tras el penúltimo duelo a muerte registrado en España, en 1904, en el que murió el marqués de Pickman, se creó la Liga Nacional Antiduelista para esta práctica que siempre ha estado prohibido
El auge de los duelos en España tuvo lugar en los siglos XVI y XVII. Se regían por códigos de honor. Temas como adulterio u ofensas se zanjaban con la muerte del retado o con la del ofendido. El desenlace quedaba en manos no del destino, sino de la pericia del que retaba. Si la ofensa no era grave, el duelo terminaba a primera sangre. Tanto uno como el otro era apartarse del buen camino. Con lo cual era un delito.
El duelo siempre ha estado prohibido en España. Fernando el Católico lo prohibió bajo pena de muerte, destierro a América o galeras. Sin embargo, esta prohibición provocaba un morbo especial. Por eso no se terminó con ellos. Para sortear la ley se llevaban a cabo a medianoche o cuando rompía el alba.
Bajo el prisma novelesco, el duelo ha tenido un alcance muy apartado de la realidad. El hombre que reta a otro por el amor de una mujer ha sido mitificado. Ya fuera a espada, a daga o a pistola, era una lucha a muerte entre dos hombres. Existía el duelo formal que, aunque ilegal, era admitido siempre y cuando lo llevaran a cabo políticos, nobles o militares.
El duelo reglamentado por normas
El siglo XV se consideró a España como la cuna del duelo a nivel europeo, con experimentados personajes que protagonizaron más de uno, saliendo victoriosos. Existía una técnica propia española llamada «destreza». Esta consistía en paso atrás de esquiva para pasar a un contraataque fulminante o el paso doble y rápido con la pierna adelantada. También se puso de moda llevar una daga, de 50 centímetros, en la mano izquierda, que se utilizaba para bloquear ciertos ataques.
El duelo formal estaba reglamentado por normas muy estrictas aprobadas por el Estado. Se arbitraban conforme a esas reglas y, por lo general, se dirimían en el ámbito de personajes de la misma clase social y de ser militares, del mismo rango. Por ejemplo, un noble no podía retar en duelo a un sirviente. O le pegaba una paliza o, en su defecto, que otros sirvientes sustituyeran al noble y ajustaran cuentas con él.
La liga contra el duelo
Estos eran los duelos legales. Ahora bien, existían los clandestinos. Eran más viscerales y sangrientos. El problema surgió cuando estos duelistas empezaron a retarse por temas que desvirtuaban el concepto del honor. ¿Qué queremos decir? En momentos complicados sacaban pistolones, roperas, se tiraban tiestos desde los balcones, o se acudía con otros amigos para linchar al contrincante.
Sin embargo, a principios del siglo XX se inició una campaña contra los duelos. En el 1900 el teniente de húsares, Antonio Tacoli, rehusó un duelo amparándose en sus creencias religiosas. Con respecto a esto escribió el infante Alfonso Carlos de Borbón: «Tomando la defensa de un archiduque, censurado por otro oficial, M. Szilay, fue insultado por este. Al punto se arreglaron las cosas para obligar a Tacoli a que desafiara a Szilay. Tacoli se negó diciendo que, como católico, no podía provocar a duelo. Con tal motivo fue motejado de cobarde, depuesto de su empleo y trasladado a la reserva como simple soldado». El infante puso en marcha una liga contra el duelo. Los primeros que se unieron fueron Alemania y Francia. Luego vino Austria, Italia, Hungría, Bélgica y Bohemia.
La liga en España se creó gracias a Mariano de Montoliu y de Rocabruna, barón de Albi, como consecuencia del duelo llevado a cabo el 10 de octubre de 1904. Ese día, en la Hacienda del Rosario, en Sevilla, se retaron el capitán Vicente García de Paredes y Rafael de León y Primo de Rivera, marqués consorte de Pickman. Parece ser que el marqués pidió un préstamos al capitán de la Guardia Civil. Un anónimo malintencionado señalaba que por el dinero prestado, el aristócrata hacia la vista gorda ante el capitán que le hacia el amor a su esposa. A resultas del duelo el marqués cayó muerto al acto por arma de fuego.
En el momento de enterrarlo, el capellán no lo admitió en recinto sagrado, sino en la sección de disidentes. Ante el revuelo de las personas ahí congregadas, el cadáver fue enterrado en el panteón familiar. De madrugada se dio la orden de trasladarlo a la sección de disidentes. Aquel duelo se convirtió en una cuestión de Estado.
Otros tres duelos también marcaron a la sociedad española de aquella época. El 16 de octubre de 1902 se batieron Federico Lafuente, director del Heraldo Toledano y Manuel Cano, directo de La Opinión, ambos se hirieron. El 4 de septiembre de 1906 se batieron en duelo el teniente de infantería Francisco Pérez Garberi y el corresponsal de El Liberal Pascual Orozco Sanz, quedando herido Garberi. El 2 de octubre de 1906 se batieron el periodista Juan Pedro Barcelona y el periodista Benigno Varela, cayó muerto Barcelona.
El 25 de mayo de 1905 se creó la Liga Nacional Antiduelista, en la Academia de Jurisprudencia de Madrid. El 24 de junio de 1905 quedó constituida la Liga Regional de Cataluña. Luego vino Aragón, Toledo, Valencia, Sevilla, Granada, Murcia, Cartagena, Alicante, Tarragona, Zamora, Lérida, Ciudad Real, Badajoz, Salamanca, Vigo, Pontevedra, La Coruña, León…Con el final de la Primera Guerra Mundial el duelo paso a formar parte del pasado.