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Niceto Alcalá Zamora, junto a Alejandro Lerroux en un acto oficialGTRES

La reunión secreta entre Alfonso XIII y el líder republicano Lerroux

El Rey siempre mostró su interés por conocer la opinión de quienes –desde campos opuestos– manifestaban su deseo de mejorar España

Alejandro Lerroux fue el político republicano más importante de las primeras décadas del siglo XX español. Uno de sus sacos de votos más importantes lo constituyó Cataluña pues siempre abogó por mejoras sociales en una de las regiones donde el voto obrero era fundamental. Ello le granjeó la antipatía de anarquistas y socialistas, pues le consideraron un claro y competente competidor. Igualmente, la burguesía nacionalista no cesó de criticarle, pues defendió siempre la españolidad de las tierras catalanas. El conocido anticlericalismo de Lerroux fue suavizándose con el paso del tiempo, lo que aumentó su imagen como hombre de Estado ante los partidos más importantes, el Liberal y el Conservador.

Según se desprende de la lectura del diario del político liberal Natalio Rivas –conservado en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia–, con el paso del tiempo Alfonso XIII sintió simpatía por Lerroux. Admiró su talento, sus grandes dotes parlamentarias y sus maneras distinguidas de combatir a la Monarquía. Este político jamás empleó palabras ni conceptos injuriosos contra los miembros de la familia real a la hora de defender su pensamiento, lo cual constituye una lección de Historia en comparación con los ataques actuales contra la Corona.

La entrevista secreta

Según ese diario, el 11 de noviembre de 1918, el conde de Grove se presentó en casa de Alejandro Lerroux en Madrid. Para evitar comprometer la imagen pública del político republicano ante sus bases electorales, esa persona de confianza del Rey ni siquiera atravesó la puerta de entrada, sino que le comunicó su misión en la cochera de edificio. Grove le dijo que don Alfonso deseaba entrevistarse con él, pero Lerroux le replicó que –si bien agradecía el gesto– no quería dar a entender que deseaban acercarle al campo monárquico. El emisario le garantizó que nadie sabría nada y le propuso que la entrevista se realizara al día siguiente, en un lugar situado en medio de un bosque cercano al palacio de El Pardo. El Rey estaría en un coche con la única compañía de un chofer de toda confianza.

Visita de Alfonso XIII al Fort de Vaux en 1919

Y el día 12 se presentó Lerroux al solitario lugar de la cita donde, efectivamente, se encontraba un automóvil. Al entrar al mismo, un afectuoso Alfonso XIII, estrechando sus manos, le manifestó que comprendía sus escrúpulos. Ordenó al chofer que diera una serie de vueltas mientras ambos charlaban. La entrevista se desarrolló durante una hora y media. Como Lerroux confesaría al liberal Natalio Rivas, «Hablamos de todo cuanto podía afectar al interés público. Me preguntó cuanto quiso y yo procuré contestarle lealmente, sin omitir nada y guardándole en todo momento los respetos debidos a su alta jerarquía de Jefe de Estado». Ambos se escucharon amablemente, discutieron sobre todo tipo de asuntos como los problemas financieros de la Hacienda, la situación internacional, la lenta construcción del Protectorado marroquí, cuestiones sociales y estatales. Toda la agenda política –como diríamos hoy en día– fue examinada detenidamente, pues el monarca siempre mostró su interés por conocer la opinión de quienes –desde campos opuestos– manifestaban su deseo de mejorar España.

Tras la entrevista, Alejandro Lerroux afirmó que Alfonso XIII era un «hombre extremadamente simpático y atrayente, inteligentísimo y enterado de todo, aunque sin profundidad y, al parecer, deseoso de acertar». El Rey le dijo que era el único republicano que no le había injuriado y que, en palacio, hasta su madre, la Reina María Cristina, le conocía y le tenía en un buen concepto. Lerroux le respondió que siempre actuaría así, diferenciando la institución de las personas. Se despidieron cortésmente y ninguna noticia sobre esta entrevista se publicó en la prensa.

Se perdió una ocasión para afirmar la capacidad integradora de la Monarquía, que el Rey siempre estuvo dispuesto a ampliar

Unos años más tarde, en el otoño de 1922, los Reyes visitaron Salamanca. Alfonso XIII, charlando con el alcalde, que era del mismo partido que Lerroux, afirmó que su jefe político conocía perfectamente la situación internacional tras la Primera Guerra Mundial. En su opinión, tenía inmejorables condiciones de gobernante y no tenía más que dar un paso que no mermaría su prestigio. El alcalde salamantino se atrevió a insinuar qué pasaría si se atreviera a darlo, que entendió como aceptación de la Monarquía. Pero el Rey le replicó que no se trataba de eso. Afirmó que ambos coincidían en una cosa básica: el amor a España, «animado por el mismo deseo, ¿qué puede separarnos en engrandecer la Patria? Por ella, ha hecho Lerroux indudables sacrificios y sus palabras son siempre dignas de su talento».

Entre finales de 1922 y comienzos de 1923 llegó al poder una coalición política bajo el nombre de Concentración Liberal, donde se agruparon varias corrientes, como la Izquierda Liberal de Santiago Alba y el Partido Reformista de Melquíades Álvarez. Para Natalio Rivas, fue la ocasión perfecta para que Lerroux asumiese una cartera ministerial, a lo que estuvo dispuesto, pero al comprender que los cuadros medios y bases de su partido republicano no lo comprenderían y lo rechazarían, finalmente no se atrevió. Así se perdió una ocasión para afirmar, una vez más, la capacidad integradora de la Monarquía, que el Rey siempre estuvo dispuesto a ampliar.