Rudolf Vrba y Alfred Wetzler
La increíble fuga de dos presos de Auschwitz que reveló al mundo horrores que nadie quiso creer
El más monstruoso secreto nazi, donde se asesinó entre un millón y un millón quinientas mil vidas, fue revelado gracias a la acción heroica de dos personas, pero el mundo fue incapaz de creérselo
Testigos y supervivientes del horror en el campo de concentración de Auschwitz, Rudolf Vrba y Alfred Wetzler consiguieron escapar de aquel infierno para advertir al mundo de lo que estaba ocurriendo. Recopilaron y detallaron las macabras condiciones de la vida dentro del más notorio de los campos de exterminio nazi. Aquel informe ayudó, mediante una sucesión de esfuerzos diplomáticos internacionales, a salvar alrededor de 200.000 vidas.
El cineasta Peter Bebjak lleva a la gran pantalla la historia de estos dos judíos eslovacos cuya lucha no terminó al escapar de aquel abismo de crueldad, sino que se chocaron con la incredulidad del mundo que se vio incapaz de creer que tales y tantas atrocidades fuesen ciertas. La película titulada El informe Auschwitz surge en cierto modo como advertencia que avisa del peligro que encierra el auge de extremismo: «Vivimos en una época de paz, especialmente si la comparamos con el siglo XX, y parece que hemos olvidado qué es lo que se siente cuando a diario se teme por nuestras vidas o por las vidas de nuestros seres queridos; lo que se siente al tener que esconder nuestra raza, nuestras creencias religiosas o nuestra orientación sexual –dice Bebjak–. Hemos olvidado lo que significa ser perseguido y por ese motivo necesitamos mirar atrás, a los errores pasados de la humanidad».
Escapar y contar todo al mundo
Los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial sonaban mientras que dos prisioneros de Auschwitz, ocultos en el frío suelo, esperaban el momento oportuno para fugarse, convencidos de que si lograban escapar y sacar a la luz lo que ocurría en aquel espeluznante lugar, la fábrica de la muerte dejaría de funcionar. Rudolf Vrba estaba seguro de que si corría la voz de aquellas torturas y muertes, la máquina de matar se destruiría.
Nadie tenía una descripción clara o convincente de lo que sucedía en Auschwitz: el exterminio a los judíos se había llevado en el más absoluto secreto
De esta manera, él y Alfred Wetzler –convertidos en 44070 y 29162, respectivamente– se escondieron en un agujero en el suelo que rodearon con tabaco empapado de gasolina para evitar que los perros los olfateasen durante tres días y tres noches. Fueron 80 horas de miedo e incertidumbre en las que permanecieron inmóviles hasta que finalmente los guardias alemanes se cansaron de buscarlos. Esto fue lo que indicó a Vrba y Wetzler salir del escondite y correr en plena noche hasta la valla exterior y conseguir salir. Atravesaron la Polonia ocupada por los nazis hasta llegar a la ciudad eslovaca de Zilina.
Hasta el momento, nadie tenía una descripción clara o convincente de lo que sucedía en Auschwitz: el exterminio a los judíos se había llevado en el más absoluto secreto. Cuando lograron ponerse en contacto el Consejo Judío de la ciudad fueron interrogados por Oskar Krasnansky de la resistencia judía. Poco a poco fue desentrañando el mito de que los judíos habían sido enviados a campos de reasentamiento. Los dos fugados redactaron a mano un informe de 32 páginas detallando las cifras y los procedimientos del programa de exterminio nazis. Kransnansky se encargó de mecanografiarlo y traducirlo simultáneamente al alemán, sobre la cual se basaría la traducción al inglés.
Incapaces de creer las atrocidades
Pero el testimonio de los fugados se encontró con un obstáculo más fundamental que los aspectos prácticos: se topó con un muro de incredulidad. Cuando el Informe Vrba-Wetzler, también conocido como Protocolo Auschwitz llegó a los que estaban en el poder –acabando en los escritorios de Winston Churchill, Franklin Roosevelt y el Papa Pío XII– el resultado inmediato no fue ni una fuerte protesta ni una acción decisiva, sino más bien el silencio y la parálisis.
Pensaba que si salía a la luz aquella información produciría tal caos que bastaría para frenar o incluso sabotear el plan de genocidio nazi
Para Rudolf Vrba (apodado Rudi) fue un auténtica decepción encontrarse con esta negativa del mundo, sobre todo por parte de la comunidad judía de Hungría ya que estaba desesperado por advertirles del destino que les esperaba si subían a los trenes que les llevarían a Auschwitz. En la primavera de 1944, los húngaros eran la última comunidad judía que no había sido afectada por la «solución final». Rudi sabía que no podrían organizar ningún tipo de revuelta, pero estaba convencido de que llegaban a leer lo que había escrito en el documento, al menos podrían negarse a ir tranquila y obedientemente a la muerte. Pensaba que si salía a la luz aquella información produciría tal caos que bastaría para frenar o incluso sabotear el plan de genocidio nazi.
Sin embargo, aquella esperanza fue la razón por la que el Consejo Judío de Budapest decidió guardar bajo llave el informe por considerarlo «producto de la imaginación de dos jóvenes imprudentes» por lo que sería «imprudente distribuir un texto tan alarmista». El relato en primera persona sobre los trenes de la muerte, las cámaras de gas y los cementerios era demasiado cruel para ser cierto.
No sería hasta noviembre de 1944 cuando el Informe Vrba-Wetzler llegó a la prensa norteamericana y el horro de los campos de exterminio fue descubierto, forzando a los Aliados a parar aquella barbarie. Dos meses después, el 27 de enero de 1945, el Ejército Rojo liberaba el campo.
Hasta el día de su muerte, Rudolf Vrba estaba convencido de que si su testimonio se hubiera difundido, se podrían haber salvado miles, incluso cientos de miles, de esas vidas que se perdieron en el infierno de Auschwitz.