Amelia Earhart, la primera mujer que realizó la travesía del Atlántico en solitario y sin escalas
Fue una de las mujeres que revolucionó el mundo de la aviación en la primera mitad del siglo XX
El 20 de mayo de 1932, a las 19:12 hora local, un Lockheed Vega despegaba del aeropuerto de Habour Grace, Terranova, con destino Londonderry, Irlanda. 13 horas después, el único miembro de su tripulación, Amelia Earhart, había inscrito su nombre en los libros de historia. Era la primera mujer que atravesaba el Atlántico en solitario.
Pero vayamos por el principio. Todo empezó cuando una aristócrata norteamericana, Amy Phipps Guest, decide comprar un Fokker FVII con el objetivo de volar con él y llegar a Europa, pero debido a las presiones familiares, hicieron que desistiera en su propósito y no subiese al avión sin antes hacer todo lo posible para conseguir que si ella patrocinaba la travesía tendría que cumplirse atendiendo a un único requisito: que en su Fokker trimotor volase una mujer. Esta tarea se le fue encomendada al publicista y famoso editor Goerge P. Putman (quien se casaría con la aviadora en 1932) y en 1928 consiguen dar con Amelia Earhart, quien recibió la oferta oficial para formar parte de la tripulación junto con el piloto Wilmeer Stultz y el mecánico Louis Gordon.
Su sueño era volar
El deseo de volar había crecido desde muy joven en Amelia, solo le bastaron diez minutos en su primera experiencia de vuelo con el piloto Frank Hawks para confirmar con 23 años que «tenía que volar». Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Amelia y su hermana Muriel viajaron a Canadá como enfermeras voluntarias dedicadas a la atención de pilotos heridos donde se acercó al Cuerpo Aéreo Real, la fuerza aérea británica reafirmando su sueño de convertirse en piloto.
Así que en 1921 juntando todos sus ahorros se apuntó a las clases de aviación de otra pionera, Neta Snook, la primera mujer en tener su propio negocio de aviación, se hizo con un aeroplano amarillo de segunda mano al que bautizó El Canario con el que un años más tarde conseguiría tras batir el récord de altitud para mujeres alcanzando los 14.000 pies (4.226 m.) en 1922, y adquirió la licencia de la Federación Aeronáutica Internacional convirtiéndose en una de las quince mujeres con ese título.
Su sueño de convertirse en piloto estaba a punto de culminar con la propuesta de la señorita Guest. El Fokker fue bautizado como Friendship (amistad) y despegó el 3 de junio de 1928 desde Trepassey Harbour, Terranova y tras 20 horas y 40 minutos de vuelo llegaron a Burry Port, Gales. Amelia se acababa de convertir en la primera mujer en cruzar el Atlántico. Su fama fue creciendo al seguir sobrevolando todo Estados Unidos Sin embargo, porque como dijo Earhart «la vida es algo más que ser una pasajera», cuatro años más tarde, el 20 de mayo partiría desde Harbour Grace (Terranova y Labrador) con destino Gran Bretaña a bordo de un Lockheed Vega.
Tras trece horas de vuelo y un sinfín de problemas que hicieron demostrar su destreza, Amelia se convertía –emulando la gesta del aviador estadounidense Charles Lindbergh en 1927– en la primera mujer en hacer un vuelo en solitario, la primera persona en hacerlo en dos ocasiones, en recorrer la mayor distancia sin escalas y la primera mujer en volar dos veces sobre el Atlántico.
Un final trágico
Con todos estos reconocimientos y una fama en pleno auge, la renombrada as de la aviación se enfrentaba a su mayor reto hasta el momento: realizar con éxito el vuelo entre Hawái y el continente americano, donde debía recorrer una distancia mayor a la que separa América y Europa, 3.875 km. Para finales de 1935, después de despegar del Wheeler Army Airfield de Honolulu, Hawái y tras casi 18 horas de recorrido, Earhart aterrizó sana y salva en el Aeropuerto de Oakland, California. Era la primer piloto de la historia en completar este peligroso trayecto sobre aguas del Pacífico a solas, pues todos los anteriores intentos habían fracasado.
Amelia Earhart ya había batido numerosos récords y se había coronado como la primera mujer en realizar tales hazañas. Sin embargo, en 1937 emprendería su última travesía que acabaría en tragedia. El ambicioso objetivo era dar la vuelta al mundo en avión. Cuando ella y su copiloto habían recorrido 35.000 km, partieron de Nueva Guinea el 2 de julio de 1937. Durante este último trayecto se perdió la conexión y ambos fueron dados por perdidos en el mar. Su paradero nunca ha sido encontrado.