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Civiles armados patrullando la calles de Barcelona, 31 de julio de 1936GTRES

¿Qué tienen en común el 2 de mayo de 1808 y el 18 de julio de 1936?

La insurrección española fue formalmente contra el Gobierno ilegítimo de Madrid, apoyado por un ejército invasor

El 2 de mayo de 1808 y el 18 de julio de 1936 son dos fechas transcendentes que convulsionaron a la nación y que, además, tienen muchas concordancias históricas.

El Rey Carlos IV, por real decreto de 17 de abril de 1808, había nombrado al mariscal francés Murat lugarteniente general de España. Murat, poco después, suplantó al presidente de la Junta de Gobierno en Madrid, a consecuencia del Dos de Mayo. Es decir, pasó de ostentar un poder legal, de dudosa legitimidad, a detentarlo de forma ilegal e ilegítima. Además, Fernando VII, antes de renunciar en Bayona (6 de mayo), había comunicado a la Junta de Gobierno y al Consejo Real que «se hallaba sin libertad».

La insurrección española fue formalmente contra el Gobierno ilegítimo de Madrid, apoyado por un ejército invasor.

Fernando VII, en marzo de 1833, convocó cortes, no para cambiar la ley de sucesión, sino para nombrar a su hija Isabel heredera al trono, descartando ilegalmente a su hermano Carlos. Isabel II ascendió al trono en septiembre de ese año, tras la muerte de su padre, provocando una insurrección en toda España, a favor de los derechos legítimos del su tío. Había estallado la Primera Guerra Carlista.

Calderote (Primera Guerra Carlista) de Augusto Ferrer Dalmau

El Gobierno del Frente Popular llegó al poder después de las elecciones fraudulentas de febrero de 1936. Los atisbos de legitimidad los fue perdiendo al permitir y fomentar los asesinatos indiscriminados, quemas de iglesias y asaltos a sedes de partidos políticos y de periódicos. Terminó perdiendo toda legitimidad con el asesinato del jefe de la oposición política, Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, por fuerzas de seguridad del Gobierno.

Cinco días después se produjo el alzamiento militar en toda España, con amplio apoyo de la población, en contra de un Gobierno ya considerado ilegítimo.

Aunque en poridad habría que concordar el 2 de mayo de 1808 con el 13 de julio de 1936, detonantes del conflicto, a causa de los asesinatos cometidos por los que ostentaban el poder. El 23 de mayo con el 18 de julio respectivamente, fechas de inicio de las operaciones militares.

Las conspiraciones y los alzamientos

La Guerra de la Independencia comenzó a las tres semanas del Dos de Mayo en Madrid. Todas las guarniciones militares en las poblaciones españolas, no ocupadas por fuertes destacamentos franceses, se levantaron en poco más de diez días, entre el 23 de mayo y el 3 de junio de 1808. Esta casi simultaneidad del levantamiento en provincias tan distantes entre sí y con un procedimiento tan uniforme, señalan necesariamente a una conspiración previa. Además, la participación activa de los capitanes Daoiz y Velarde confirman esta aseveración.

El 18 de julio también fue un alzamiento militar, con su previa conspiración. Aunque los medios de comunicación permitieron una mayor rapidez de propagación, entre el 18 y el 21 de julio.

Algunas autoridades, en ambos casos, se mantuvieron indecisas, sin otra mira que la de salvar su responsabilidad.

Amar al pueblo

Iniciado el alzamiento contra el Gobierno de Madrid, el pueblo se armó con facilidad en los parques y arsenales del Ejército y de la Armada. Pero el populacho armado degeneró en revolución tumultuaria, con matanzas de inocentes, quebró el principio de autoridades y, sobre todo, restó eficacia al esfuerzo bélico.

El Gobierno del Frente Popular decidió, el 19 de julio, entregar armas al pueblo, con lo que el poder fáctico pasó a las organizaciones revolucionarias más radicales y a un período de terror. También contribuyó, en gran manera, a restar eficacia al esfuerzo bélico, en los momentos más críticos.

Los símbolos

Las tropas españolas alzadas contra los gobiernos ilegítimos de Madrid, de Napoleón Bonaparte o del Frente Popular, siguieron empleando sus símbolos tradicionales (banderas, nombres regimientos, empleos militares, uniformidad, etc.) y se autodenominaron Ejército Nacional.

Mientras que sus enemigos lo hicieron según el modelo francés o del Ejército Rojo soviético, con el significativo nombre de Ejército Popular de la República.

El trilema carlista en un sello emitido durante la tercera guerra carlista (1875)

Las juntas de gobierno provinciales se alzaron, en 1808, con los respectivos bandos de declaración de guerra a Francia y con el lema «Religión, Patria, Rey». Un lema similar, «Dios, Patria, Rey», se generalizó entre los legitimistas carlistas en 1833, y fue el grito de guerra de los tradicionalistas el 18 de Julio.

La torticera denominación de rebeldes

La condición de beligerante supone un reconocimiento y unas garantías en el derecho de la guerra, y su denegación todo lo contrario.

Los franceses acuchillaron y pasaron por las armas a los españoles, por no considerarlos beligerantes, a pesar de las declaraciones de guerra de estos. Los isabelinos consideraron a los carlistas facciosos y pasaron por las armas a todos sus prisioneros. Los carlistas replicaron con la misma medida, haciendo la guerra más cruel.

El Gobierno del Frente Popular no declaró la guerra hasta el 23 de enero de 1939, cuando ya estaba todo perdido, y a pesar que los alzados declararon el estado de guerra desde el primer momento y el territorio dominado le daba la condición de beligerante.

Los historiadores españoles nunca consideraron rebeldes a los sublevados contra el gobierno afrancesado de Madrid en 1808 y, sin embargo, incongruentemente lo suelen hacer para denominar al «Ejército Nacional», siguiendo la propaganda de guerra del gobierno sovietizado del Frente Popular.