Fundado en 1910
Isabel I y la Armada española, óleo atribuido a Nicholas Hilliard, que probablemente representa la batalla naval de Gravelinas

Isabel I y la Armada española, óleo atribuido a Nicholas Hilliard, que probablemente representa la batalla naval de Gravelinas

¿Era invencible la 'Armada Invencible'?

Las causas del fracaso español no fueron, esencialmente, provocadas por los ingleses, sino por una estrategia compleja, por la inflexibilidad de Medina Sidonia y por causas climáticas

En 1588, tras diversas variaciones en las relaciones diplomáticas entre la Monarquía Española y el Gobierno de Isabel I de Inglaterra, el Rey español, Felipe II iniciaba el intento de ocupación de Inglaterra. Las razones finales de esta decisión son complejas, pero destacan las acciones de los corsarios ingleses contra las naves españolas y el apoyo de Isabel I a los rebeldes holandeses.

Se presentaron al Rey dos estrategias contrapuestas. El primer marino de España, Álvaro de Bazán, propuso una invasión basada en una gran escuadra, enviada desde España, formada por más de 500 barcos y casi cien mil hombres entre marinos y soldados. Por su parte, el primer soldado de Felipe II, su sobrino Alejandro Farnesio, sugirió un plan basado en un desembarco sorpresa desde Flandes con 35.000 soldados y sin apenas apoyo naval. La primera opción demandaba un gran presupuesto, pero aportaba una gran probabilidad de éxito; la segunda opción, fácil de realizar, implicaba un gran riesgo al embarcar un ejército sin protección naval que, en caso de ser sorprendido cruzando el Canal, podría provocar un desastre. Felipe II optó por una solución mixta, con una escuadra más pequeña que, saliendo de España, escoltaría a Farnesio en su cruce del Canal de la Mancha. Era una opción más barata y con menos riesgo aparente, si bien implicaba una coordinación temporal y una comunicación entre ambas fuerzas, lo que, en aquellos tiempos, era algo muy difícil de llevar a cabo.

Alejandro Farnesio (izquierda) y Almirante Álvaro de Bazán (derecha)

Alejandro Farnesio (izquierda) y Almirante Álvaro de Bazán (derecha)

Grande y Felicísima Armada

En mayo de 1588 zarpó de Lisboa la Grande y Felicísima Armada, que ese era su nombre (no el de Armada Invencible que le otorgó irónicamente un consejero de Isabel I), realizando una escala en La Coruña. Esta Gran Armada constaba de 137 navíos, contando entre ellos con 20 galeones (grandes navíos de guerra) y cuatro galeazas (enormes galeras). Trasladaba unos 10.000 marinos y remeros, y unos 20.000 soldados, junto a más de 2.400 cañones, muchos de ellos de gran calibre.

El 29 de julio, la Gran Armada tuvo la oportunidad de destruir a gran parte de la flota inglesa aún en el puerto de Plymouth, pero su comandante, el duque de Medina Sidonia, desaprovechó la oportunidad por seguir estrictamente las órdenes del Rey. El 31 de julio se dio el primer combate, donde la Nao Nuestra Señora del Rosario de la escuadra andaluza, tras una colisión con otra nave española, quedó averiada siendo posteriormente apresada. Perdiéndose también el San Salvador, de la escuadra guipuzcoana, tras una explosión accidental, quedando sus restos en manos de los ingleses.

El día 2 de agosto se obligó a la flota inglesa a retirarse con algunas pérdidas, destacando la actuación del galeón San Martín de Medina Sidonia. El día 3, se mantuvo a distancia a los ingleses y el gran marino vizcaíno, Juan Martínez de Recalde (al frente del galeón San Juan), puso en fuga al galeón Revenge del conocido corsario inglés Francis Drake. El día 6, la Gran Armada logró el objetivo fijado por Felipe II de situarse frente a Calais para unirse a la flotilla de Farnesio, que nunca llegó.

Caos al llegar a Calais

Pero el 8 de agosto, después de la espera, la flota española fue desordenada por la acción de los brulotes ingleses (barcos incendiados) frente a Calais, empujando a los barcos españoles hacia el noreste del Canal de la Mancha. Posteriormente, se produjo un nuevo combate en el que los ingleses ya contaban con más de 190 barcos y donde sufrieron muchas pérdidas. La Gran Armada perdió dos galeones portugueses (San Felipe y San Mateo) tras ser abandonados por sus tripulaciones; también se perdió la San Lorenzo, capitana de las galeazas, tras ser dañada en una colisión donde perdió el timón, siendo abandonada tras encallar y mantener un duro combate en el que murió su capitán Hugo de Moncada; la nao vizcaína María Juan, también encalló dañada por otro accidente, rindiéndose antes de hundirse tras ocho horas de combate contra un enjambre de barcos ingleses.

Las condiciones climáticas forzaron a la Gran Armada a poner rumbo al norte por la costa oriental de Inglaterra. En el inicio de esta travesía los españoles trataron de enfrentarse a los ingleses en tres ocasiones más, rehuyendo estos el combate.

Batalla de la Armada española con el San Martín como buque insignia contra la Armada inglesa

Batalla de la Armada española con el San Martín como buque insignia contra la Armada inglesa

En su navegación alrededor de las Islas Británicas la flota española perdió veintiocho barcos más en naufragios, siendo ejecutados muchos de sus tripulantes al caer prisioneros. Las pérdidas españolas tras los combates, los naufragios y las enfermedades fueron de unos once mil muertos y 35 barcos; los ingleses perdieron unos ocho mil hombres por los combates, la disentería y el tifus, además de unos 75 barcos (cifras tomadas de la catedrática Magdalena de Pazzis, salvo la de muertos ingleses tomada de Martin y Parker).

A pesar de que la flota inglesa casi doblaba numéricamente a la española, su potencia era muy inferior, ya que el tonelaje de los barcos españoles era mucho mayor. También era muy superior la artillería española, la cual tenía más calibre y alcance que la inglesa, si bien esta última parece que lograba una cadencia de fuego mayor.

No se puede asegurar que la Gran Armada fuera invencible respecto a la flota inglesa, pues en la historia hay numerosos ejemplos en los que David venció a Goliat, si bien se puede afirmar que, aunque la Gran Armada fracasó, no fue vencida por los ingleses. Las pérdidas inglesas, aunque silenciadas, fueron también enormes, las causas del fracaso español no fueron, esencialmente, provocadas por los ingleses, sino por una estrategia compleja, por la inflexibilidad de Medina Sidonia y por causas climáticas. Tras la batalla, Inglaterra no mejoró su situación política, militar y económica, mientras que España sí rehízo rápidamente su marina y retomó el control de los mares.

Si bien, como afirman los historiadores británicos C. Martin y G. Parker, si la Armada hubiera desembarcado sus tropas, la marcha sobre Londres habría encontrado escasa oposición y «…todos hoy en día, considerarían la Empresa de Inglaterra la obra maestra de Felipe II».

comentarios
tracking