Picotazos de historia
El triste destino de Sofía Dorotea de Brunswick Luneburg
Con 21 años, sola, aislada y despreciada en la corte de su suegro, mientras su marido hacía exhibición pública de sus amantes para más ofensa, era cuestión de tiempo que surgieran problemas
En 1682 Jorge Luis de Brunswick Luneburg (futuro Jorge I de Gran Bretaña y Elector de Hanover) accedió –con gran repugnancia– a casarse con su prima hermana Sofía Dorotea (1666 - 1726) con el fin de reunir los diferentes territorios de la familia y los derechos dinásticos. Y ese era el punto principal: el padre de Sofía era el hermano mayor, había renunciado al gobierno de su herencia y dado su palabra de permanecer soltero con tal de no contraer un matrimonio desagradable para él, otorgándosele la ciudad de Celle con categoría de ducado. Pero faltó a su palabra enlazándose morganáticamente con una noble francesa, con la que en 1676 contrajo matrimonio legítimo y dinástico. Para 1680, Sofía Dorotea era princesa de Brunswick Luneburg, heredera de su padre y rival dinástico de su primo Jorge Luis. El matrimonio reunía lo que se llamaría el Electorado de Hanover en una sola línea, tanto territorial como dinásticamente.
El 21 de noviembre de 1682 el matrimonio se celebró y al año siguiente nació el heredero, futuro Jorge II de Gran Bretaña. Tuvieron una hija en 1687, Sofía Dorotea que llegaría a ser Reina de Prusia y madre de Federico II. Con la parejita que enseñar, Jorge Luis decidió que el deber estaba cumplido y su actitud respecto a su esposa, que jamás había sido muy afectuosa, se volvió completamente fría y despectiva.
Encerrada por adúltera
Con 21 años, sola, aislada y despreciada en la corte de su suegro, mientras su marido hacía exhibición pública de sus amantes para más ofensa, era cuestión de tiempo que surgieran problemas. El problema apareció en 1688 en la figura del guapo y rico conde sueco Philip Christoph von Koenigsmark –su hermana se liaría con Augusto II de Sajonia y serían los padres del mariscal Mauricio de Sajonia, uno de los grandes militares de su tiempo– a quien había conocido en sus años de niñez. La atracción entre ellos fue inmediata. Koeningsmark intentó ignorar este hecho liándose con la condesa Clara von Platen, que había sido amante del suegro de Sofía Dorotea y que era una manipuladora de cuidado. Agobiado por las exigencias de la condesa, Philip Christoph, dejó la corte. Es durante esa ausencia cuando ambos se dieron cuenta de la verdadera dimensión y naturaleza de sus sentimientos y la correspondencia que mantuvieron, y que se conserva, se volvió más ardiente y comprometedora.
Los enamorados, que no amantes, idearon una forma de correspondencia secreta y en clave y empezaron a idear una huida de tan ingrato lugar
A principios del año de 1694 regresó a Hanover, Koeningsmark. La situación entre el matrimonio se había deteriorado a tal punto que Jorge Luis había intentado, en un ataque de rabia, estrangular a su esposa en público. Los enamorados, que no amantes, idearon una forma de correspondencia secreta y en clave y empezaron a idear una huida de tan ingrato lugar. Y aquí intervino la despechada condesa de Platen. Interceptó la correspondencia y la puso en manos de su ex amante –el suegro de Sofía Dorotea– y de su hijo. En julio, cuando los preparativos para la fuga estaban listos, Koeningsmark desapareció. Jamás nadie volvió a saber de él. Se sospecha que fue asesinado y su cadáver arrojado al río. Augusto II de Sajonia, que como mencioné estaba liado con la hermana y tenía a Koeningsmark a su servicio como general de caballería, organizó una exhaustiva investigación para localizarlo, sin éxito. A día de hoy sigue siendo un misterio qué le sucedió y cómo.
Sofía Dorotea fue encerrada en sus aposentos y acusada de «abandono de su marido», base jurídica sobre la que se sostuvo la disolución oficial de su matrimonio. En diciembre fue desterrada al castillo de Ahlden, en Celle, con prohibición de abandonarlo. La infeliz jamás volvería a ver a sus hijos ni a su madre, quien se instalaría en la localidad pero sin poder verla, aportando el magro consuelo de la distante cercanía. La triste princesa pasó 30 años en esta reclusión, hasta su muerte en 1726.