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El príncipe Félix Yusúpov sentado junto a su madre, padre y hermano mayor Nikolái

Dinastías y poder

Los Yusúpov: del palacio Moika de San Petersburgo a una casa de modas en París

Desde que un hijo de Iván el Terrible le dio a su lugarteniente el tratamiento de Príncipe, los Yusúpov se mantuvieron files a los Romanov emparentando con Grandes Duques y Duquesas

Fueron la familia más rica de la Rusia zarista. Casi del mundo entero. Palacios, colecciones de arte, joyas y miles de hectáreas de tierras a lo largo del Imperio. Desde que un hijo de Iván el Terrible le dio a su lugarteniente el tratamiento de Príncipe, los Yusúpov se mantuvieron files a los Romanov emparentando con Grandes Duques y Duquesas. Hasta que el sensual Félix Yusúpov, temeroso ante la influencia que el estrafalario Rasputín estaba causando sobre la zarina, decidió asesinarlo. Era el 16 de diciembre de 1916. Luego llegó la Revolución Bolchevique y la huida de Rusia con dos lienzos de Rembrandt que les aliviarían en el exilio. De ahí a invertir los restos de su exigua fortuna en Irfé, una firma de alta costura en el París de los años veinte, sólo haría falta que la historia de esta dinastía se mezclase con el mundo de entreguerras y la vida de tantos refugiados rusos convertidos en taxistas o bordadoras. Félix Yusúpov demandó a la Metro-Goldwyn-Mayer por la película Rasputín y la zarina, estrenada en 1932, con John Barrymore en el papel del Príncipe.

La historia de los Yusúpov se remonta a la antigüedad, incluso a los tiempos de los califas del islam. Tártaros del sur del mar Negro, no fue hasta el siglo XV cuando uno de sus miembros abrazó la Iglesia cristiana ortodoxa y de Abdul pasó a llamarse Dimitry para ponerse al servicio de Rusia y el Imperio. Ya rusificados, se hicieron amigos de Pedro el Grande, colaboraron en la creación de la Gran Armada y fueron nombrados jefes de las Escuelas Imperiales. Los Yusúpov sirvieron desde a Catalina la Grande hasta a Alejandro I. Nicolás Barisovich Yusúpov, fue un gran viajero que hablaba cinco idiomas y se convirtió en mecenas de las artes; visitó toda Europa y adquirió valiosas colecciones de pintura que puso al servicio del Zar y le valieron el nombramiento como director de la armería del Kremlin, en Moscú.

La familia Yusúpov

Su hijo Boris, mariscal de la Corte Imperial, heredó el patrimonio amasado por su padre que completó con millares de propiedades de tierras de cultivo, fincas en el Caspio encharcadas de petróleo, fábricas de azúcar de remolacha, porcelana, textiles, minas de carbón, ladrilleras y destilerías. Los beneficios eran extraordinarios. Fue él quien decidió trasladar su residencia a San Petersburgo, la nueva capital de estilo europeo que, con salida al mar y de la mano de Catalina II, competía con Versalles en lujo y oropel. Los Yusúpov compraron el Palacio Moika, a orillas del Neva, una joya arquitectónica que contaba con un teatro barroco, salones para banquetes, pabellones, jardines, galerías en las que colgaban su fabulosa colección de arte –Rubens, Tiepolo, Van Dick, Bouchier, David…– y que superaba a los palacios reales de la época. Era sólo una de las fabulosas residencias que tenían tanto en Rusia como en el extranjero. Casado en dos ocasiones, solo sobrevivió el menor de los hijos de Nicolás, llamado como él y que servirá a Nicolás I y Alejandro II, el «liberador de los siervos» como diplomático. Contrajo matrimonio con la condesa Tatiana Alexandrovna y para ella adquirió el diamante «Estrella Polar», los pendientes de brillantes en lágrima que María Antonieta llevaba cosidos al corsé durante la huía de Varennes o la perla «Regente» que había sido comprada por Napoleón en 1811 para celebrar el nacimiento de su hijo, luego montada en una tiara de María Luisa y que pasó a convertirse en un corsage para Eugenia de Montijo. Lo compraron en una subasta de los bienes de la Casa de Francia en 1887.

El matrimonio sólo tuvo una hija, Zenaida, una legendaria belleza en la época y que tuvo como pretendiente al futuro Rey de Bulgaria. Heredó todo el patrimonio a la muerte de su padre en 1891 y se casó con el conde Félix Sumarokov-Elston, comandante de la caballería de la Guardia Imperial y gobernador general de Moscú. De ese matrimonio nacería en 1887 Félix Yusúpov, célebre por su participación en el asesinato de Rasputín. En aquellos días del zar Alejandro III, Rusia era la última autocracia europea y se desangraba en conflictos internos marcados por la violencia anarquistas, los movimientos revolucionarios y las conspiraciones nihilistas. La proclamación de Nicolás II no hizo más que desencadenar una crisis que se agravó a raíz de la aparición en escena de la zarina Alejandra –de origen alemán–, la derrota en la guerra ruso-japonesa de 1905 y el estallido de la Gran Guerra. Las enormes fortunas que los aristócratas rusos habían ido colocando en bancos suizos, volvían voluntariamente al Imperio para contribuir a la victoria. Eran fuertemente patriotas y por eso luego se quedarían sin nada.

Félix e Irina en 1915

Mientras el Ejército Imperial se desangraba en las trincheras, la zarina vivía cautivada por el nefasto dominio de un monje siberiano con poderes sanatorios para su hijo. Nicolás II, débil de carácter, se dejaba influenciar por su esposa y se oponía a las políticas reformistas que diese autonomía a la Duma. Mientras tanto, las bacanales de Rasputín se hacían célebres en San Petersburgo. Muchos sectores de la corte se rebelaban contra al poder acaparado por el starets. Entre ellos estaba el apuesto Félix Yusúpov. Educado en la Universidad de Oxford y casado con una sobrina del zar, la gran duquesa Irina –hija Xenia, hermana menor de Nicolás II–, tenía fama de sofisticado y bisexual, aunque defendía un nacionalismo radical contrario a las políticas de gobierno. Aquello parecía suficiente para organizar un complot con el que eliminar a Rasputín: pasteles con cianuro, disparos y un ahogamiento en el Neva fueron necesarios para terminar con el embrujo del místico.

Folleto antimonárquico que representa a Rasputín , Nicolás II de Rusia y su esposa Alexandra Fiodorovna (antes de 1916 , antes del asesinato del 'starets')

Félix Yusúpov fue deportado a su finca de Kursk por la participación en el asesinato. Cuando en febrero de 1917 comenzó la Revolución Bolchevique consiguió salir de Rusia vía Crimea, llevándose un puñado de joyas y dos lienzos fabulosos que todavía colgaban en las galerías de su palacio. El resto de sus riquezas y propiedades fueron incautadas por Lenin y los comunistas. El príncipe Félix y su esposa, como tantos otros exiliados rusos, fijaron su residencia en París. En 1924 montaron la casa de modas Irfé, que hacía las delicias de las nuevas millonarias estadounidenses que veían como algo exótico que los bordados de sus vestidos estuviesen confeccionados por arruinadas nobles rusas: empleaba a rusos emigrados y ofrecía piezas pintadas a mano en satén, terciopelos, chantilly o hilo de oro.

En la actualidad, se conservan pocos diseños de la boutique ya que las americanas arrancaban las etiquetas para evadir los derechos de aduana. Pero la firma tuvo que cerrar en 1931 tras la pérdida de poder adquisitivo de sus clientas provocada tras la «Gran Depresión» del 29. Los Yusúpov fueron vendiendo los restos de su patrimonio, las joyas y finalmente las pinturas. Félix Yusúpov publicó una autobiografía, El esplendor perdido y sus Memorias. Murió en 1967 en París. Tenía 80 años. Los cuadros que le salvaron de la ruina se exhiben en la National Gallery of Art de Washington: inmortalizados por el pincel de Rembrandt son El hombre del gran sombrero y Mujer con abanico de plumas de avestruz. Una tercera parte de los tesoros que alberga el museo del Hermitage también les perteneció en su día. Es lo que queda de la espléndida fortuna de los Yusúpov, la que en su día fue la dinastía más poderosa del Imperio de los Zares.