Panamá, el país que sirvió de puerto al Imperio español para la exploración y conquista de América
Los reyes buscaron poblar Tierra Firme, lo que hoy es Panamá, para sentar las bases que permitieran encontrar el camino a las islas de las especias
En 1513 tuvo lugar uno de los viajes a América más prodigioso. Uno de los propósitos de la Monarquía Hispánica tras descubrir América era buscar un paso hacia Oriente para llegar a las islas de las especias. La navegación por África la tenían prohibida los españoles desde el Tratado de Tordesillas y la impedía Portugal con toda su fuerza. Colón en su cuarto viaje, iniciado en 1502, trató de encontrar un paso navegable en América Central, pero no lo logró. No obstante, consiguió descubrir algunas islas antillanas y las costas de Panamá, Costa Rica y Nicaragua antes de naufragar en Jamaica. Con este precedente, se pensó que el camino hasta el oriente tendría que ir por tierra, y encontrar otro océano como hizo Vasco Núñez de Balboa en 1513 o hasta que Magallanes abrió una ruta muy al sur en 1520.
Los reyes buscaron pues poblar Tierra Firme, lo que hoy es Panamá, para sentar bases que permitieran encontrar ese camino. El gobierno hispánico estaba en La Española y desde allí se mandaron las expediciones de Diego de Nicuesa a Veragua y Alonso de Ojeda a Nueva Andalucía, territorios que hoy están en el Darién panameño que ya había recorrido Colón tímidamente por no tener capacidad para explorar la selva. Estos dos adelantados acabaron mal aunque se fundó la primera ciudad continental: Santa María la Antigua del Darién en 1510. Las luchas intestinas y la traición a Nicuesa llevaron a Balboa al poder en el territorio y nombrado gobernador interino. Pero cometió algunos errores: envió noticias sobre enormes cantidades de oro que no se correspondían con la realidad pero que alertaron a la Corte y excitaron la codicia de algunos cortesanos y comisionó emisarios que lo traicionaron. Cuando dio noticia del descubrimiento del Mar del Sur, ya había caído en desgracia y se tomaban otras providencias. La envidia, los celos, la lucha por el poder y el dinero que funciona siempre en todos los ámbitos y niveles, ocasionó la tragedia del descubridor y su muerte.
Núñez de Balboa envió noticias sobre enormes cantidades de oro que no se correspondían con la realidad
El descubrimiento del Mar del Sur supuso un perdón para Balboa que fue nombrado gobernador de Panamá y Coiba. Pero sometido a otro gobernador, el de Castilla de Oro recién nombrado por el Rey Fernando, que era Pedro Arias de Ávila o Pedrarias Dávila que ya preparaba una gran expedición. Un hombre extraordinario, lleno de ambición, seguramente despótico con los que no le obedecían ciegamente y, al contrario que Balboa, no era partidario del acuerdo y la tolerancia sino de la imposición y el dominio. De tal modo que Bartolomé de las Casas lo consideró invadido de furor domini (la ira de Dios). Se preparó una escuadra extraordinaria, la mayor enviada a Indias. Como era habitual, Pedrarias tuvo que empeñar su fortuna para poder acceder a los privilegios reales y financiar parte del viaje. Era un hombre rico, casado con Isabel de Bobadilla que también tenía una considerable fortuna. En ese momento contaba más de sesenta años, muchos para una aventura semejante. Estos datos demuestran que buscaba gloria y, sobre todo, riquezas.
Los prolegómenos fueron largos y complicados como corresponde a una empresa semejante. La preparación, los entresijos burocráticos y financieros, la financiación y el viaje han sido estudiados exhaustivamente por la profesora Carmen Mena en libros como Sevilla y la flota de Indias (1998). Por fin, el 15 de enero de 1515 la expedición pasó la revista final en Sevilla para seguir viaje a Sanlúcar de Barrameda desde donde partirían hacia Indias.
La flota era impresionante para los viajes que se hacían entonces: la comprendían dieciocho naves. En la nao capitana, Nuestra Señora de la Concepción, iba Pedrarias. Le acompañaban otras quince carabelas, una nao y un galeón. Nueve pilotos, después de que la enfermedad dejara en tierra al mítico Vicente Yáñez Pinzón, nueve maestres y nueve contramaestres y noventa marineros. El resto eran artesanos, agricultores, y ganaderos con sus bestias, comerciantes, trabajadores necesarios para levantar ciudades y militares. Funcionarios de la Hacienda Real como tesorero, contador, factor y veedor. Y clérigos encabezados por el recién nombrado obispo del territorio Fray Juan de Quevedo. Hidalgos que buscaban mejor vida porque a Indias no solo iban los pobres necesitados. Más de dos mil en total. No se sabe muy bien la cifra porque Pedrarias embarcó, a cambio de precio, a más de los autorizados porque desde el primer momento quiso amortizar la inversión. En La Gomera embarcaría otros cincuenta soldados. Era un número alto de personas que iban atraídos por los privilegios otorgados: concesiones de casas, tierras, libertad de comercio y permiso para extraer sal, piedras preciosas y otros bienes. Se admitieron reconciliados con la Inquisición y nietos de quemados, esclavos cristianos previa licencia real y gente libre. Solo se prohibió el embarque de letrados porque inducían a los colonos a emprender pleitos interminables hasta la ruina.
El viaje se presentaba tan atractivo que en la lista de viajeros encontramos nombres ilustres que escribirían páginas importantes en la historia de la América hispana. Conquistadores como Hernando de Soto, de Jerez de los Caballeros como Balboa y descubridor de Florida, y Diego de Almagro que iría años después a descubrir Perú con Pizarro que ya estaba en el Darién con Balboa; el clérigo Hernando de Luque que se asociaría en la empresa peruana con Pizarro y Almagro; el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, por quién sabemos algunos episodios de que fue testigo; otros cronistas igual de importantes como Bernal Díaz del Castillo, historiador de México, Francisco de Xerez, Pascual de Andagoya que también habló de Tierra Firme, y Diego de la Tobilla que escribiría La Barbárica para relatar los excesos de Pedrarias. El fraile Bartolomé de las Casas.
Estaba claro el deseo de establecer ciudades que sirvieran de base a exploraciones y asentamiento de colonos y la explotación económica de lo descubierto. La historia fue larga y dolorosa. Los frutos son, ahora más que nunca, motivo de controversia.