Fernando, el Católico: el Rey que introdujo a España en el Renacimiento
El monarca es un hombre capital para nuestra historia, pero que ha quedado ensombrecido por el fuerte protagonismo de su mujer, Isabel
El monarca, que nació el 10 de marzo de 1452, en la actual localidad de Sos del Rey católico, es un hombre capital para nuestra historia, pero que ha quedado ensombrecido por el fuerte protagonismo de su mujer Isabel, y la ausencia de estudios académicos sobre su persona. Jaume Vicens Vives, Luis Suárez Fernández y Henry Kamen son sus biógrafos en los últimos setenta años. Sin embargo, la fuerza de su influencia en nuestra historia viene marcada cuando Baltasar Gracián y Diego de Saavedra Fajardo se refieren a él, en sus obras de referencia política, como el modelo ideal de valor y prudencia al cual debía Felipe IV asemejarse para mantener la presencia imperial de España en el mundo. Fernando el Católico será considerado la personificación de la ética en la razón de Estado.
El entramado de familias
Para entender la dimensión del monarca, hay que centrarse primero en su contexto familiar, luego en el de su reino y finalmente en el internacional. Fernando era un Trastámara por linaje paterno, y su familia era la casa reinante de Castilla, Aragón y Navarra. Dentro de su genética familiar estaba el conseguir la unidad peninsular y reforzar la autoridad real frente al fuerte protagonismo que la aristocracia tenía en aquel entonces. Su padre Juan II fue el Rey de Aragón, y consorte de Navarra, pero que estuvo bajo su mano. Con respecto a Castilla, los Trastámara de Aragón siempre habían mantenido contactos y partidarios, pero Fernando a través de sus primos, los Enríquez, siempre tuvo una visión clara de lo que acontecía en el reino vecino.
Las pugnas civiles entre el débil Rey Enrique IV y su hija Juana, la llamada «la Beltraneja», frente a la nobleza que instrumentalizaba la causa de Alfonso, hermanastro del Rey, y tras su muerte, de su hermana Isabel. El Rey de Castilla, Enrique IV era hijo de María de Aragón, lo que le convertía en primo carnal de Fernando. De ese modo, los Trastámara de Aragón se encontraban en un momento decisivo para proceder al sueño de su casa, la unión peninsular, pero en el tronco de su rama. El matrimonio con su prima segunda Isabel, culminaría el proyecto familiar, gracias al amor y complicidad de ambos.
La unidad peninsular
A nivel de reinos, Castilla y Portugal eran los más emprendedores –ribereños al Atlántico–, pero rivalizan por el dominio de la ruta guineana, que llevaría a Portugal al mundo de las especias y en contacto comercial con la costa africana (oro, marfil y esclavos). También ambos reinos tuvieron una relación privilegiada con los Países Bajos, el gran centro redistribuidor de mercancías del atlántico norte, donde los barcos mercantes lusos llevan la ansiada sal y los castellanos del mar (vascos y cántabros) la lana de las ovejas merinas que tejían los talleres flamencos. Por esta razón, portugueses y castellanos eran los únicos que poseían personal especializado y una tecnología naval suficientemente avanzada para iniciar exploraciones ultramarinas de largo alcance.
Por su parte, Aragón era un mundo distinto. La talasocracia aragonesa estaba presente en Cerdeña y Sicilia, y de forma intermitente en Nápoles. La visión de construir un sistema de alianzas, a través de los matrimonios de los hijos tenidos con Isabel de Castilla, para contener el expansionismo galo, se convirtió en el eje central de la política internacional de la monarquía española. De este modo, sin olvidar el primer objetivo de los Trastámara, la unión peninsular, la alianza matrimonial con Portugal se hizo prioritaria.
Embajadores permanentes
Las princesas fueron educadas por sus padres con un alto conocimiento de lenguas, historia y política, nada común en la época. Para su labor contaron con un instrumento novedoso: la presencia de los embajadores permanentes. Desde 1480, con la apertura de la embajada española en Roma ante el Papa, se fueron sumando representaciones en Génova, Venecia, Lisboa, París, Viena y Londres. Hasta aquel momento los embajadores eran legaciones temporales que permanecían un tiempo determinado, pero ahora era un alto signatario que representaba la voluntad de sus reyes como si fuesen ellos mismos. El antecedente provenía de los consulados comerciales que resolvían tantos problemas internacionales. Su uso extendido en el mundo italiano era conocido por el Rey Fernando y los comerciantes catalanes. Aunque tampoco les era ajeno a burgaleses y bilbaínos que utilizaban el mismo sistema en Brujas y Amberes, ciudades de los Países Bajos.
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«Los indígenas eran tratados como los españoles de la Península»
El espíritu moderno que invadía el ánimo de Fernando «el católico», nos lo anuncia como un hombre avanzado del renacimiento, culto y trabajador, que especialmente, cuando enviudó de la reina Isabel, su labor fue institucionalizar las ideas de su mujer. Esa labor se muestra en América, tras su descubrimiento por Cristóbal Colón, Isabel reconoció a los indios como personas y como tales detentadores de sus derechos privativos. En 1503 se creó la Casa de Contratación como órgano de control del tráfico marítimo y comercial. Pero lo que es menos conocido es que fue el responsable directo de las nuevas ordenanzas de 1510, que detallaron además del control arancelario, el carácter científico del centro, por primera vez en la historia de España, al sumarle la formación de los pilotos y cartógrafos, y la custodia de sus trabajos. En cuanto al trato humano, su papel fue decisivo en la declaración de las leyes de Burgos de 1512, que fueron el primer compendio jurídico elaborado por teólogos y letrados, en respuesta a las críticas que los misioneros realizaron del gobierno de América. Las leyes tuvieron como objetivo asentar que los indígenas eran personas libres, con derecho a sus propiedades, a ser evangelizados, a no ser castigados corporalmente y obtener un salario justo. Aquella medida jurídica fue la primera que hablaba de derechos humanos.