Entrevista | José Luis Orella, director de la Cátedra CEU de Historia, Memoria e Identidad
«La Segunda República fue un periodo violento y, en cambio, es vendido como una etapa de democracia y estabilidad»
La Cátedra nace para «defender la dignidad de la persona frente a sistemas totalitarios que reducen a la persona a la nada»
San Juan Pablo II fue el hombre que más hizo por derribar el comunismo y siguiendo su ejemplo y en colaboración con otras instituciones europeas, el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad CEU San Pablo ha creado la Cátedra de Historia, Memoria e Identidad con el objetivo de condenar los crímenes cometidos por los regímenes comunistas, así como desde la investigación y la profesionalidad de expertos en historia, visualizar y concienciar sobre los «efectos del comunismo». Un movimiento político totalitario que ha sido responsable de los principales genocidios del siglo XX. La Cátedra nace para «defender la dignidad de la persona frente a sistemas totalitarios que reducen a la persona a la nada», ha explicado su director José Luis Orella en conversación con El Debate.
Queremos profesionalizar la memoria histórica y evitar su manipulación política
–¿La Cátedra tiene algo que ver con lo que pretende la actual Memoria Democrática?
–Hombre, por supuesto. También surge en esa línea, pero esencialmente basado en lo que sería la verdad académica. Aunque nosotros le hemos dado un toque bastante más internacional y de ese modo estamos enlazados con otras instituciones de tipo europeo; sí que es cierto que en la situación actual de España nosotros siendo profesionalmente académicos y profesores de universidad, además de estar vinculados a la historia, no solo nos oponemos a una manipulación de la historia. Los hechos son los hechos, pero si los sacas de contexto puede tener lecturas muy atrevidas y manejadas para tener unas finalidades políticas. Eso es un poco lo que nosotros queremos evitar. Es decir, existen estos hechos y luego están las interpretaciones según el momento en que se dieron y con su contexto se pueden explicar de una manera; mejor o peor. Y la mejor manera de interpretarlas es, desde luego, con expertos, con expertos de historia, con profesionales. Luego cada profesional puede tener unas ideologías, como es lógico, pero son profesionales. Saben, por lo tanto, cómo deben explicarse y saben cómo deben desarrollarlo. Lo que queremos es una profesionalización de esa memoria histórica o de ese pasado histórico y evitar su manipulación política, que muchas veces lo que produce es radicalismos, envenenamientos y enfrentamientos en la sociedad.
Una sociedad sin Iglesia es una sociedad desvertebrada, manejable, más débil y que se puede atacar y controlar mejor
–¿La historia de España, entonces, se encuentra encorsetada por el gobierno actual?
–Si vamos a algunos hechos concretos, por ejemplo, en la Ley de Memoria Democrática se citan algunas constituciones eliminando otras de liberales conservadores, manteniendo las de liberales progresistas. También hay periodos de la historia que son idealizados como la Segunda República, que fue un periodo violento, convulsivo, de radicalización en ambas partes y, en cambio, es vendido como una etapa, podemos decir, de democracia, de estabilidad, cuando no fue absolutamente nada de ello.
Cuando hablamos de la Guerra Civil, por desgracia España se parte, pero se parte la sociedad y el ejército. Entonces es una división en absoluto de la sociedad y lógicamente, en dos bandos formados por millones de personas, donde te encuentras personas que están dispuestas a ayudar a los demás y otras que aprovechan los momentos para matar a los demás –aunque luego podamos enjuiciar cada bando– Pero eso sucedió porque en ambos bandos había millones de personas. Cuando intentas idealizar un bando diciendo que era democrático cuando en realidad tenía una preeminencia del Partido Comunista, cuando existían checas, cuando existen campos de concentración y eso, claro, no sale. Y, en cambio, intentas criminalizar las opiniones del otro acusándolo de ser radical, con unas ideas políticas y además, no se puede hablar bien de él... resulta que niegas el carácter represivo y asesino que tuvo el bando republicano, que tuvo checas, que tuvo torturas... Hombre, desde luego hay un ocultamiento de los crímenes existentes así como unos planteamientos falsos con una venta de unos hechos históricos idealizados que tienen unos objetivos políticos.
–Es cierto que no existe ningún régimen comunista que no se haya distinguido por su persecución a los cristianos. ¿La Iglesia es el gran enemigo del comunismo?
–La Iglesia representa un poco esa defensa de la dignidad de la persona. Entonces se vuelve un testigo muy incómodo ante las injusticias. Cuando un sistema olvida a Dios y pretende crear una sociedad ideal, un nuevo paraíso... lógicamente va a chocar con una Iglesia ya que esta nace precisamente del hecho más asombroso de Amor que existe, que es un Dios hecho persona perfecta, eso sí, pero que da la vida precisamente por sus criaturas. Entonces, una Iglesia que es Amor en absoluto y que en esa entrega defiende la dignidad y las libertades de la persona... en cualquier sistema que vaya a atacar eso, la Iglesia se transforma, desde luego, en el gran baluarte de defensa de ello, pero también en el gran enemigo. Una sociedad sin Iglesia es una sociedad desvertebrada, manejable, más débil y que se puede atacar y controlar mejor.
El control de la cultura ayuda a ocultar la verdad histórica cuando es negativa
–¿Por qué ha sobrevivido el comunismo?
–Hay muchos intereses. Primero, uno gobierna en países y los países, desde luego, provocan y favorecen también muchos intereses económicos. Si tú quieres tener intereses, por ejemplo, con la República Popular China, que lógicamente es el gran mercado del mundo, pues lógicamente no puedes hablar de lo que sucede en el interior de su país y de esa manera tu país se beneficia de unas relaciones, desde luego, lógicamente muy beneficiosas a nivel económico. Eso ya produce una autocensura en ese país que procura que sus medios de comunicación no tengan una libertad absoluta al tratar los temas de China.
También la gran influencia que han tenido muchas veces los gobiernos comunistas en el mundo cultural, el mundo intelectual. Entonces, mientras sus opciones políticas nunca se han dedicado a esa lucha cultural para el comunismo, la lucha cultural es fundamental. La presencia, el protagonismo a nivel del mundo fílmico, de las películas, a nivel literario, etcétera, si no un mundo muy, muy cuidado para dar siempre una imagen muy benigna. Los académicos leemos libros, podemos tener las revisiones positivas y las negativas. El ciudadano de la calle muchas veces lee pocos libros y seguía más por una cultura audiovisual. Esa cultura audiovisual muchas veces no da, precisamente, esa visión de la parte negativa del comunismo, sino que da una visión mucho más idealizada, incluso más romántica e incluso atrayente y, desde luego, artificial y extremadamente positiva, que muchas veces extraña. La gente no era consciente de que, por ejemplo, si Camboya tenía siete millones de habitantes; tres millones fueron aniquilados por un gobierno maoísta y por los Jemeres Rojos. En cambio, se quedan con las imágenes positivas de héroes idealizados que adoptaron el comunismo o protagonistas de novelas históricas o incluso de películas. Entonces, el control de la cultura sí que ayuda a crear imágenes positivas artificiales o a ocultar la verdad histórica cuando es negativa.
Se nos venden hechos históricos idealizados con objetivos políticos
–¿Qué características del comunismo pueden identificarse en los partidos políticos actuales?
–En muchos casos suele ser, por una parte, el control de la cultura. Ahora tenemos una diversidad de movimientos comunistas. En realidad, muchas veces, movimientos populistas de izquierda radicalizada que esconden o envuelven, desde luego, distintos argumentos políticos. En ellos muchas veces es el control de la comunicación, el intentar influir y defender una falsa libertad siempre y cuando coincida con sus opiniones. Y desde luego, la alteración, el ataque y la reducción a la nada del que tiene una opinión diferente para crear sencillamente un discurso, un argumento oficial. Podemos decir, como lo de la Memoria Democrática que hablábamos anteriormente. La creación de un discurso único suele ser algo típico, por ejemplo, del comunismo. Otro, la creación de una nueva sociedad. Aquí podemos hablar de los temas de ideología de género radicalizados u otro tipo de cuestiones. O sea, la creación de unos derechos, los cuales crean problemas y conflictos inexistentes para luego plantear unas soluciones a esos «males». En realidad lo que están provocando son disensiones en la sociedad para poder controlarla un poco mejor en esos enfrentamientos y crear sectores que pueden beneficiarles a los que arropan socialmente para crear nuevos militantes. Entonces te puedes aprovechar de los problemas existentes o puedes crear problemas nuevos para poder dividir la sociedad y desde luego manejar. Esto es también la formación de partidos que son más que un partido, son como grandes naves madres que van creando grupos que crean sociedad civil con este tipo de mecanismos. Entonces, esos movimientos políticos, más que partidos, que satelizan muchas iniciativas culturales, sociales, de todo tipo... son también un manejo de control un poco a niveles sociales. Un ejemplo lo podríamos tener en España con la izquierda abertzale en la época de ETA, en su mejor momento no, que aterrizó y protagonizó controles y presencia en todos los ámbitos de la sociedad. No era un partido político, era un grupo terrorista que manejaba y estaba presente en todos los ámbitos de la sociedad.