Fundado en 1910

Mohammed Reza Pahlavi junto a la reina durante su visita a Comodoro Rivadavia en 1965Wikimedia Commons

Dinastías y poder

Irán y la maldición de los Pahlevi: el heredero que tardó en llegar

Mohamed Reza Pahlevi era un hombre de gustos exquisitos, que se hizo coronar Emperador, pero que parecía marcado por extrañas maldiciones

Fue la dinastía que reinó en Irán durante gran parte del siglo XX. El legendario Imperio Persa, a medio camino entre la dominación turca y británica, había recuperado cierta soberanía de la mano de los Pahlevi, que veían como el país se convertía en un caramelo para el mundo occidental gracias al petróleo. Pero el heredero, el ansiado varón, tardaba en llegar: tres fueron las mujeres que pasaron por la vida del Sha hasta conseguir un sucesor, todas de extraordinaria belleza. Mohamed Reza Pahlevi era un hombre de gustos exquisitos, que se hizo coronar Emperador, pero que parecía marcado por extrañas maldiciones. Hubo un tiempo en el que en Teherán las mujeres llevaban minifalda y fumaban. Pero, tras un intento de modernización impulsado por los Estados Unidos en pleno proceso de Guerra Fría, llegó la «Revolución de los ayatolás» que en 1979 mandó al exilio a toda la familia imperial. Desde entonces, las muertes y tragedias familiares no hicieron más que comenzar.

Retrato oficial de Mohammed Reza Pahleví

Reza Khan se había autoproclamado Sha en 1925 tras derrocar a la antigua dinastía turca de los Kayar mediante un golpe de Estado. Aunque condicionado por la presencia británica y los intereses estratégicos rusos, el Sha mostraba simpatías por la Alemania nazi que chocaban con las conveniencias imperialistas en Oriente Medio: Londres temía perder el crudo iraní –fuente de combustible de su armada– y Moscú, que la Wehrmacht pudiese acceder desde allí a la zona del mar Caspio. Además, a los aliados les preocupaba la negativa de Reza Khan a que usasen el ferrocarril transiraní, necesario para proporcionar armamento y víveres a Stalin. Con este panorama los ingleses no dudaron en forzar la abdicación en su hijo Mohamed: «Nosotros los pusimos, nosotros lo quitamos» dijo Churchill. A Reza Khan se lo llevaron a Johannesburgo y un joven de 22 años, tímido y educado en Suiza, se convertía de la noche a la mañana en Sha de Persia.

Stalin ansioso por incrementar su presencia estratégica en la zona, regaló a la novia un maravilloso abrigo de visón

Era el año 1941. Al lado de Mohamed Reza Pahlevi estaba su esposa, Fawzia de Egipto –hermana de Faruk–, apodada «la venus de Asia» por su extraordinaria belleza. Pero siendo ella árabe sunita y él persa chiíta, su futuro como pareja resultaba poco prometedor. Ella jamás aprendió persa –en la Corte hablaban en francés– y siguió vistiendo modelos de alta costura de París. A los pocos meses de su boda tuvieron una hija, la princesa Shahnaz, pero el varón necesario para perpetuar la dinastía no llegó. Se divorciaron en 1948, enmascarándolo bajo el argumento de problemas de salud. «El clima persa ha puesto en peligro la salud de la soberana», decía el comunicado en el que se anunciaba la ruptura.

Tres años después, en 1951, el Sha se casaba con Soraya Esfandiary. Los ojos verdes más bonitos de la historia, llegó a decirse. El enlace se celebró en el Palacio Golestán de acuerdo con el rito musulmán: Soraya lució un increíble vestido de Christian Dior que llenó las páginas de todas las revistas de sociedad. Tenía 19 años. El pastel de boda, de cinco pies de alto era «una réplica exacta al servido en la boda de la princesa Isabel de Inglaterra» leemos en el ABC (13 febrero 1951). Cuentan que, Stalin ansioso por incrementar su presencia estratégica en la zona, regaló a la novia un maravilloso abrigo de visón.

La celebración de elecciones dio al gobierno a una coalición cuya prioridad pasaba por nacionalizar el petróleo

En un Irán que trataba de abrirse camino ante la coyuntura política derivada de las tensiones en Oriente Medio, la celebración de elecciones dio al gobierno a una coalición cuya prioridad pasaba por nacionalizar el petróleo. Los disturbios no tardaron en llegar y el Sha y su familia tuvieron que exiliarse ante la amenaza de una toma de poder comunista. La administración Eisenhower y el primer ministro británico, W. Churchill, de nuevo en el poder, no podían consentirlo: los Estados Unidos querían erigirse como protectores del mundo libre y orquestaron un golpe de estado en el que la CIA, con apoyo de agentes del M16, derrocó al gobierno en aras de una dictadura monárquica. Era el mes de agosto de 1953 y aquello se conoció como «Operación Ajax». Fue entonces cuando Soraya y el Sha regresaron triunfalmente a un Irán que los vitoreaban y aplaudía. Pero entonces se prohibió la disidencia política republicana –la oposición nacionalista del Frente Nacional y el partido comunista Tudeh–, se creó un temible servicio de inteligencia (la Savak) y Pahlevi se convirtió en el mandatario único del país. Pese a todo, fueron los años más gloriosos de la pareja, aunque el heredero tampoco llegó. En 1958 se anunciaba otro divorcio: Soraya, triste y repudiada, se refugió en la Roma de la Dolce Vita donde inició una fallida carrera como actriz.

El Sha de Persia y la Emperatriz con sus hijos©RADIALPRESS

Año y medio más tarde, el Sha contraía un tercer matrimonio con una estudiante de arquitectura, Farah Diva, que, por fin, le dio el ansiado varón y otros tres hijos. Fue por entonces cuando las potencias occidentales, animadas por Estados Unidos y en plena Guerra Fría, alentaron al Sha para introducir reformas y apostar por la modernización: comenzaba la «Revolución Blanca» dirigida a buscar el aplauso exterior mediante una política de apertura, el voto femenino y la reforma agraria que al menos teóricamente, beneficiase a los campesinos. Pero el Sha jugaba a la neutralidad permitiendo la visita a Teherán de mandatarios soviéticos, del líder comunista Tito y rearmando a su ejército con armas norteamericanas vendidas por la administración Nixon, justo cuando se acercaba la crisis del petróleo de 1973 con el trasfondo del apoyo de USA a Israel. Sin embargo, una voz se empezaba a escuchar entre los sectores opositores. Era la del ayatolá Jomeini.

El estallido de violencia ante el descontento del pueblo iraní –despotismo, represión y dificultades financieras– había comenzado. Las grabaciones en los hoy desaparecidos casettes con proclamas en nombre de Alá, animaron a los iraníes a plantar cara al Sha. En 1979, llegó la «Revolución de los ayatolás» y la familia imperial tomó un avión rumbo a Egipto. La República Islámica tomaba el relevo. Pahlevi, enfermo de cáncer, murió en El Cairo en 1980.

Farah Diva y sus hijos se marcharon a Estados Unidos. La menor de las chicas, anoréxica y depresiva, apareció muerta en su casa de Londres en 2001. El pequeño, corrió la misma suerte en Boston en 2011. La otra chica, Yasmin, vive en Nueva York y nunca se ha casado. El primogénito y heredero, Reza Ciro Pahlevi, tiene tres hijas que residen entre Estados Unidos y Francia y que, de momento, tienen pocas perspectivas de poder volver a la tierra de sus antepasados.