Picotazos de historia
Las impresiones de un misionero franciscano sobre los mongoles
El buen fraile demostró ser un gran diplomático al sobrevivir a esta misión suicida y dejó el primer texto con una descripción de los mongoles y sus costumbres
Giovanni da Pian del Carpine (1182 – 1252) fue un fraile franciscano, discípulo de san Francisco de Asís, misionero y diplomático. En 1245, el Papa Inocencio IV lo envió a la corte del Kan mongol Guyuk (nieto del gran Genghis Khan) con una carta en la que le recriminaba los asesinatos de cristianos y le conminaba a terminar con las matanzas.
El buen fraile demostró ser un gran diplomático al sobrevivir a esta misión suicida y nos dejó el primer texto donde se nos da una descripción de los mongoles y sus costumbres: la Ystoria Mongalorum (circa 1249). En este entretenido texto encontramos que: «Aunque no poseen un libro de ley religiosa tienen ciertas tradiciones: es pecado atizar el fuego con la daga o tocarlo con ella... pues piensan que quita fuerza al fuego. Es pecado recostarse sobre el látigo con que se fustiga a los caballos o derramar bebida o alimento dentro de la tienda. Quien lo haga lo pagará con la vida».
Nos da consejos de etiqueta muy necesarios: «Pisar el umbral de la puerta de un kan o un duque supone la muerte». En general nos presenta a los mongoles como a un pueblo libre de las cadenas de una educación represiva: «matar gente, invadir otros países, tomar la propiedad ajena, fornicar y hacer daño al prójimo, nada de eso se considera pecado».
Da Pian del Carpine nos muestra a un pueblo con una visión igualitaria, no racista ya que trata a todos los pueblos por igual («en extremo arrogantes con otros pueblos, miran a todos los demás con desprecio» y «...con otros pueblos son los mayores embusteros del mundo, tratando de sacar el mayor partido de sus engaños»). También señala algunos rasgos muy presentes en la sociedad actual («consideran la embriaguez como un estado honorable») y alaba su determinación («...cuando quieren algo no se detienen en pedirlo hasta que lo han conseguido»). El texto del fraile nos presenta un pueblo con mente abierta («carecen de conciencia a la hora de matar a otras personas») y con dedicación exclusiva («no hacen otra cosa que ocuparse de sus flechas. El tiempo lo dedican a practicar el tiro y a cazar»). Y aquí podemos comprobar el importante papel desempeñado por la mujer, y su empoderamiento, dentro de la sociedad mongola («Todo el trabajo descansa sobre los hombros de las mujeres, quienes confeccionan abrigos, vestidos, zapatos y botas de piel y todas las demás cosas de cuero. También conducen carretas y las arreglan, cargan los camellos y son muy rápidas y eficaces en su trabajo»).
El concepto de la propiedad es el mismo que, actualmente, postulan partidos políticos progresistas y visionarios («Toda propiedad es y está en manos del kan... Todos los kanes y duques toman de sus súbditos lo que desean y cuando desean. También tienen el derecho ilimitado de disponer de sus personas como mejor gusten»).
Al final –concluye el buen fraile– todo se encierra en dos sabias disposiciones que promulgó el gran Genghis Khan en persona. La primera nos dice que: «Cualquiera que, basándose en su propia autoridad, aspire a la dignidad imperial, será ejecutado sin indulto ni perdón». Algo muy lógico. La segunda disposición les ordena: «sojuzgar al mundo, y que no deban vivir en paz con ningún pueblo que antes no se haya rendido».