Fundado en 1910

Hipócrates, el padre de la medicina. Relieve de mármol del siglo V a.C.

Picotazos de historia

Agnódice de Atenas, la primera médico: una profesión prohibida a las mujeres en la antigua Grecia

Su padre la convenció para ocultar su identidad, y hacerse pasar por hombre, y le pagó el viaje de estudios a Egipto

Hay dudas acerca de si existió realmente o si se trata de una figura mítica. La primera referencia que tenemos de ella nos viene por el erudito hispano Cayo Julio Higinio ( 64 – 17 a. C.). Agnódice de Atenas fue una mujer ateniense, perteneciente a la clase aristocrática, que mostró desde pequeña un gran interés por el aprendizaje y, en concreto, por la medicina. Se la sitúa cronológicamente en el siglo IV a. C.

Agnódice de Atenas, la primera médico

Agnódice o Hagnódica, como también se la conoce, sabía que el estudio de la medicina estaba prohibido a las mujeres en aquel tiempo (parece que el origen de la prohibición tuvo algo que ver con prácticas abortivas), pero contó con el apoyo de un padre comprensivo. Fue este quien la convenció para ocultar su identidad, y hacerse pasar por hombre, y le pagó el viaje de estudios a Egipto, cuyos estudios de medicina se consideraban los más avanzados y donde las mujeres no solo tenían acceso a los estudios, si no, además, formaban un importante grupo de poder por si mismas y por especialización profesional (eran las mejores ginecólogas y obstetricias).

La (El) joven ateniense estudió en Alejandría bajo la tutela del más famoso médico de su época: Herófilo de Calcedonia. Según Higinio, Agnódice consiguió las máximas calificaciones, adquiriendo el equivalente a la licenciatura, o el diploma o la licencia para para matar. Feliz con su estatus de médico, decidió regresar a Atenas y ejercer allí las especialidades de ginecología y obstetricia, materias en que se daba más maña.

Pronto la mayoría de las mujeres de Atenas sólo solicitaban los cuidados de Agnódice

Según Higinio, al poco de instalarse en Atenas, encontró en la calle a una mujer que mostraba los síntomas de estar a punto de dar a luz. La señora –que efectivamente estaba embarazada–, por pudor o ignorancia, no permitió que Agnódice la ayudara hasta que esta le reveló su verdadera identidad. El parto fue de maravilla y la agradecida madre se recuperó muy bien gracias a los cuidados del nuevo médico. Ni que decir tiene que la recomendó a todo el mundo. Pronto la mayoría de las mujeres de Atenas sólo solicitaban los cuidados de Agnódice. Pero con el éxito profesional vienen también las envidias y los odios de los mediocres. Otros profesionales, viéndose desplazados, dieron en confabularse para difamar y acusar al rival ¡de seducir a sus clientes!

Reclamada ante el Areópago (algo así como el Tribunal Supremo) encontró que sus enemigos habían creado una sólida acusación con pruebas amañadas y falsos testigos. No le quedó más remedio que revelar su verdadera identidad para refutar las acusaciones. ¡Voila! La revelación supuso la absolución inmediata de los cargos de los que se la acusaba pero la inculpación de un delito mayor: el ejercer la medicina en Atenas siendo mujer (algo absolutamente Verboten) y suplantación de personalidad.

Estaban los jueces de Areópago prestos a dar sentencia cuando una multitud de mujeres se congregó ante ellos. A grandes gritos defendieron la habilidad y los cuidados de Agnódice y dejaron caer una terrible amenaza: «Si no permitís que ella cuide de nuestros cuerpos enfermos, olvidaros de gozar de nuestros cuerpos sanos». En un minuto Agnódice fue absuelta y se aprobó una ley que permitía ejercer la medicina a las mujeres, en Atenas.